Claudia Sheinbaum asumirá el martes como la primera mujer en la presidencia de México, un país sacudido por una escalada de inseguridad y que enfrenta desafíos en lo económico y lo diplomático en vísperas de las elecciones presidenciales en Estados Unidos.
«Es tiempo de mujeres y de transformación», proclamó en varias ocasiones la líder izquierdista, quien va a recibir la banda presidencial de las manos del muy popular mandatario saliente, su mentor Andrés Manuel López Obrador.
Luego jurará ante el Congreso, en el cual el oficialista Movimiento de Regeneración Nacional (Morena, izquierda) y sus aliados disponen de una mayoría calificada para cambiar la Constitución sin los votos de la oposición.
A la ceremonia, Sheinbaum invitó a los principales líderes izquierdistas latinoamericanos, como el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, con quien mantendrá un encuentro el lunes, anunció el gobierno brasileño.
Antes de asumir, Sheinbaum provocó un diferendo con España, socio económico clave de México, debido a que excluyó al rey Felipe VI de su toma de posesión, reprochándole negarse a reconocer abusos en la conquista. Madrid decidió no enviar representación.
«Más pragmática»
El miércoles, Sheinbaum dará su primera rueda de prensa como presidenta del mayor país hispanohablante en el mundo, con unos 129 millones de habitantes. Seguirá los pasos de López Obrador, quien compareció ante los periodistas durante seis años cinco veces a la semana, entre dos y tres horas por día.
«El mayor reto de Sheinbaum será abordar la deteriorada situación de inseguridad en México», señala Michael Shifter, experto del centro de reflexión Diálogo Interamericano, en Washington.
La próxima mandataria toma las riendas de un país donde hubo cerca de 200.000 homicidios en los seis años del mandato de su predecesor.
Los cárteles libran sangrientas disputas por el control de territorios, del tráfico de drogas, de combustibles robados y de personas.
En el estado de Sinaloa (noroeste), las pugnas entre dos bandas rivales del cartel homónimo han dejado decenas de muertos desde el 9 de septiembre.
La violencia de género, con una decena de mujeres o niñas asesinadas diariamente, es otra problemática.
Con su política social de «abrazos, no balazos», López Obrador le dio prioridad a combatir lo que considera que son las causas de la criminalidad, como la pobreza y la falta de oportunidades.
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Sheinbaum prometió seguir con esta estrategia, pero apostando también a más inteligencia y más coordinación entre las fuerzas de seguridad y las fiscalías para luchar contra el crimen organizado.
«López Obrador confía principalmente en la retórica para abordar la creciente expansión de los cárteles. Pero Sheinbaum probablemente recurrirá a datos y será tecnocrática en su enfoque», añade Shifter.
Apaciguar inquietudes
La próxima mandataria hereda una agenda política en gran medida ideada por su predecesor, quien le deja una veintena de propuestas de reformas constitucionales, entre ellas una polémica sobre el poder judicial que ya fue aprobada.
Esas iniciativas inquietan a inversionistas de Estados Unidos y Canadá. Shifter estima que, una vez en la presidencia, Sheinbaum probablemente buscará formas de apaciguarlos.
«Todo indica que es pragmática y entiende que México no puede permitirse el lujo de enemistarse con ambos gobiernos y alienar a los inversionistas», explica.
La presidenta envió mensajes a los mercados financieros con «la composición de un gabinete plural, profesional y no doctrinario, particularmente en su núcleo económico», según el ensayista mexicano Jorge Zepeda Patterson en su libro «Presidenta».
Las relaciones de Sheinbaum con Estados Unidos, el principal socio comercial de México y aliado clave en temas como seguridad y migración, dependerá en gran medida de quién gane las presidenciales del 5 de noviembre en el país vecino.
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La mandataria podría desarrollar «una relación bastante buena con (la demócrata) Kamala Harris porque ambas son muy similares», comenta a la AFP Pamela Starr, profesora de relaciones internacionales de la Universidad del sur de California.
«Las dos serían las primeras presidentas de sus países. Ambas están interesadas en que avance la agenda y los derechos de las mujeres. Ambas están en la misma página en lo que se refiere al cambio climático», añade.
Si gana Donald Trump, la relación sería «mucho más complicada en parte porque el republicano no tiene el mismo respeto por las mujeres gobernantes que por los hombres», explica Starr.
Y la promesa de Trump de expulsar a trabajadores indocumentados sería un desafío mayor en la relación México-Estados Unidos, advierten expertos.