El saldo del primer año del diálogo de Ciudad de México es “bastante negativo”, advierten los analistas. La oposición de Venezuela tiene más premura y urgencia de volver a negociar que el gobierno de Nicolás Maduro, a pesar de las turbulencias cambiarias recientes, de acuerdo a expertos.
La incorporación de voceros de la sociedad civil venezolana puede ser un punto clave que ayude a descongelar el proceso de diálogo en México para zanjar la crisis económica y política del país suramericano, opinan los analistas consultados.
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El pasado 13 de agosto se cumplió el primer aniversario de la firma del memorando de entendimiento de las negociaciones entre 18 delegados del gobierno de Nicolás Maduro y de los partidos opuestos al chavismo, un mecanismo facilitado por Noruega.
De aquellos estrechones de mano y de tres rondas de conversaciones con un intervalo de tres semanas entre ellas, apenas salió humo blanco. Se anunció un acuerdo pleno para reivindicar la potestad territorial de Venezuela sobre Guyana Esequibo y otro parcial con el objetivo de establecer una mesa de diálogo para mejoras sociales, que aún no se instala.
Dos meses después del memorando, el chavismo anunció que suspendía su participación en el diálogo por la extradición a Estados Unidos del empresario colombiano Alex Saab, a quien identifica como su enviado especial con rango diplomático, aún detenido en Florida. El proceso está suspendido desde entonces.
En el ínterin, tanto Maduro como su delegado jefe y presidente del Parlamento, Jorge Rodríguez, han condicionado su regreso al diálogo con otras exigencias, entre ellas que se devuelva al oficialismo el control sobre 1.000 millones de dólares en reservas de oro en Inglaterra, o que se libere un avión “secuestrado” en Argentina bajo sospechas de tener tripulación iraní vinculada a organizaciones terroristas.
Durante el congelamiento de las negociaciones, ambas delegaciones acordaron consultas con miembros de la sociedad civil en cuanto a los temas y soluciones integrales a la crisis. Más allá de reuniones esporádicas de Maduro con algunas organizaciones, como el Foro Cívico, crítico con el chavismo, esos encuentros no han tenido avances o resultados.
“Se podría oxigenar el diálogo con la incorporación de la sociedad civil”, opina el politólogo venezolano Leandro Rodríguez Linárez. Esa iniciativa ayudaría a cubrir intereses que superen al gobierno y a los partidos opositores y vencer “el discurso bipartito”, dice.
Sería una buena alternativa para destrabar las negociaciones sobre Venezuela y permitiría, asimismo, que el ciudadano tenga protagonismo en los procesos electorales venideros, incluidas las primarias del antichavismo para escoger su candidato presidencial, estima.
El analista recuerda que la presión social de centenares de trabajadores universitarios, que en agosto marcharon y protestaron por la falta de pagos de sus bonos vacacionales, hizo “retroceder” en ese tema a un gobierno que no ve apremiado por negociar.
El nuevo aliento económico por la estabilidad cambiaria, interrumpida esta semana por brincos al alza del dólar paralelo, las nuevas inversiones y la flexibilización de sanciones económicas a ciertas empresas petroleras extranjeras ha servido para que el gobierno de Maduro no se siente forzado a negociar sus posturas políticas, asegura.
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“No hay premura. Por el lado de la oposición, sí se ve necesario en el sentido de lograr una vez más activar a los venezolanos en torno a la política”, dice, subrayando que existía “apatía” en la ciudadanía ante los asuntos propios del gobierno y de los partidos.
Saldo negativo
El balance del primer año del diálogo de México es “muy negativo” y sus alcances han sido “muy discretos, por no decir que inexistentes”, valora el analista y especialista en relaciones internacionales, Luis Peche Arteaga. Su agenda era “bastante ambiciosa”, advierte.
“La mesa, en un principio, se abordaba con un panorama bastante integral, que tenía que ver desde acuerdos sociales, pasando por garantías políticas para el restablecimiento institucional del país, la justicia transicional. Han sido muy pocos los avances”, dice Peche Arteaga.
Uno de los pocos logros recientes de esas conversaciones informales es el ingreso y la activación del Programa Mundial de Alimentos en Venezuela, apunta.
De cara al futuro, tampoco ve al chavismo apurado por volver a México, más allá de la inestabilidad cambiaria de finales de agosto.
“No ven amenazas a lo interno a su permanencia en el poder. Prioriza otras agendas, conversando con actores de forma aislada, sin entrar en este mecanismo, porque consigue algunos acuerdos parciales o ciertas validaciones a su actuación como gobierno” de parte de actores locales y foráneos, dice el experto en relaciones internacionales.
Observa además que la oposición tampoco parece tener una alternativa a la negociación, congelada desde hace 10 meses ya. Su reto es inminente, opina.
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“¿Cómo mostrar una alternativa a ese proceso de negociación, que sea creíble y que amenace la permanencia del chavismo en el poder y que haga que la mejor alternativa para las partes sea volver a la mesa?”, se pregunta.
Rodríguez Linárez, por su parte, cree que la urgencia de volver a negociar recae más sobre los hombros de la oposición que del chavismo.
A su juicio, son los partidos opositores quienes están “en stand by (espera)” mientras el gobierno propicia acercamientos con actores y gobiernos, incluso con Estados Unidos, al margen del diálogo formal de México.
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