Cuando tenía 18 años, Mercedes López estaba cursando su bachillerato. La joven empezó a experimentar pérdida excesiva del cabello, dolor en sus articulaciones y una fatiga constante y tan fuerte que a veces, no podía ni levantarse de la cama.
Por un momento, su familia pensó que se trataba de una artritis reumatoide por lo que fue llevada a un centro hospitalario, donde enseguida los médicos diagnosticaron que padecía de Lupus Eritematoso Sistemático o Lupus, como todos le llaman.
Para López, fue la primera vez que escuchó ese nombre y no tenía idea de los estragos que la enfermedad le causaría en los meses siguientes. “Cuando me dijeron que debía tener tratamiento riguroso y una adecuada alimentación, mi vida cambió drásticamente, porque tenía una vida cargada de sueños, pensaba en el año 2022 bachillerarme y entrar a la universidad”, relata con tristeza para este reporte.
Anielka López, madre de Mercedes, se entristeció mucho al conocer la enfermedad que padecía su hija. Los médicos le dijeron que ya no podía hacer actividades físicas, dejaría de jugar fútbol, un deporte que le gustaba practicar, su sueño de ingresar a la universidad se desplomó por completo porque la enfermedad la deterioró rápidamente y su piel no aguantaba la exposición al sol.
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Lucha por vivir
Con mucho esfuerzo Mercedes finalizó sus estudios de secundaria. Ella se juró nunca perder la alegría por la vida y el deseo de ayudar a su madre a salir adelante, porque desde niña, vio las necesidades económicas del hogar.
A pesar de las dolencias en su cuerpo, siempre mantuvo la idea de convertirse en una profesional, para luego trabajar y aliviar la vida en su casa. Su madre depende actualmente de una pequeña venta de fritanga en las afueras de su casa en la comunidad La Olla de Barro, del municipio de Nandasmo, departamento de Masaya.
A inicio de este año, el lupus produjo mayor daño en su cuerpo. Su rostro empezó a inflamarse, su familia al verla en esas condiciones se llenó de profunda tristeza, porque veían que cada día perdía peso y sus fatigas eran mayores.
“Mi hija se caracteriza por ser una joven alegre, su vista es chispeante y siempre me decía que quería estudiar una carrera para apoyarme, pero esta enfermedad cambió su vida radicalmente. Ya este año fue imposible que ingresara a la universidad, porque todos estamos enfocados en su recuperación”, relató su madre.
La difícil hemodiálisis
Recientemente los médicos le explicaron que el lupus había dañado uno de sus riñones y debía realizarle hemodiálisis en el hospital “Lenin Fonseca”, en Managua, dos veces a la semana.
“La hemodiálisis es una prueba muy dura que estoy atravesando. Tengo que viajar en autobús a Managua los días lunes y jueves, para estar a la seis de la tarde en el hospital Antonio Lenin Fonseca, donde me conectan a una máquina que me ayuda a limpiar la sangre, desde las 6:00 de la tarde hasta las diez de la noche”, cuenta Mercedes López.
Con gran tristeza, su mamá relata que a veces tienen dificultad para sufragar los gastos del pasaje y alimentación para viajar a la capital. Lo que gana en la fritanga y los ingresos que logra del cuido de bicicleta y motocicletas que dejan en el patio de su casa las personas que vienen de las comunidades a trabajar a la zona franca o viajan a la ciudad de Masaya, no son suficientes.
“Lo más duro del proceso de la hemodiálisis, es salir a las diez de la noche y nos vemos obligadas a quedarnos durmiendo en el piso o bancas del hospital, porque no tenemos los recursos para contratar un vehículo”, remarcó doña Anielka.
Sus pulmones también empiezan a sufrir daños. A pesar de estas vicisitudes la joven no pierde la esperanza que pronto podrá estar estable para seguir estudiando. Ella soñaba con ser médica para ayudar a los enfermos. “Yo sé lo duro que es estar en una cama y no poder pagar las medicinas”, dice.
Explicó que los médicos le recomiendan tomar un cuarto de vaso de agua al día y que sufre de sed, sobre todo por estos días que hace tanto calor. “Es un tormento pero hay que obedecer, lo bueno es que logro orinar y esa es una buena señal dicen los médicos”, señala esta joven luchadora.
Necesitan ayuda
El apoyo fundamental para su lucha por vivir es su madre y su novio Carlos Sánchez, que siempre le animan a seguir adelante y no dejarse vencer por esta enfermedad.
En su cuello tiene de manera permanente un catéter, que es parte del tratamiento de la hemodiálisis, pero ella sueña con que un día pueda ya no necesitarlo. “Quisiera poder salir, ir a lugares sin que las personas vean esta cantidad de esparadrapos en esa parte de mi cuerpo”, señala.
La joven admite que no tiene cómo comprar sus medicinas a veces. Ahora por ejemplo, necesita Mercaptopurina de 50 miligramos. Cada frasco de ese medicamento llega a 25 dólares, cantidad que muchas veces no logra reunir.
Si usted desea apoyarla, puede visitarla en la comunidad La Olla de Barro en Nandasmo, de la parada de buses 500 metros al sur, o bien marque el 7671-7373. Cualquier donativo será valioso para ella.
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