Con la confiscación de la Universidad Centroamericana (UCA) la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo, dejó en el limbo a miles estudiantes que cursaban las diferentes carreras que ofrecía esta alma mater, sumado al personal administrativo y cuerpo docente.
Unos 600 jóvenes optaron por buscar un cupo en la Universidad Americana (UAM), sin embargo, el martes 22 de agosto, esa casa de estudios les retiró la matrícula. Según se maneja, el objetivo es forzarlos a estudiar en la nueva Universidad Casimiro Sotelo, que ocupa las instalaciones confiscadas.
Una joven de 24 años, quien habló con Nicaragua Investiga bajocondición de anonimato, cursaba cuarto año de su carrera en la UCA, donde tenía un porcentaje de beca a través de la cual en cada semestre al menos le exoneraban de “5,000 a 7, 000 córdobas”.
“Yo no tuve que acudir a la UAM. Bueno, de hecho no fue una de mis opciones, puesto que la UAM sí tiene la carrera que yo estaba estudiando con un valor de tres o cuatro veces más cara que la UCA entonces en cuanto vi el valor dije: ‘no, no puedo pagar’”, explicó.
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«La UCA era casa, era familia»
A la dictadura no le bastó mantener una permanente vigilia policial y asedio contra la comunidad educativa de la UCA desde el estallido social de abril del 2018, sino que cinco años después la represión llegó a tal punto de ordenar la congelación de sus cuentas bancarias y el 18 de agosto dio la estocada final.
A pesar del acoso que vivia la universidad, los estudiantes tenían la esperanza de poder culminar sus carreras y obtener sus títulos universitarios.
La joven relata que fue “agobiante” ver a la dictadura apoderándose de su casa de estudios y “tiró a la basura” su esfuerzo y el de sus compañeros.
“El día que se dio el comunicado nosotros todavía estábamos en la UCA ya preparándonos para el inicio de este semestre. Entonces fue como un momento de decir se acabó, ya no más y es decepcionante porque ha sido un esfuerzo ya de tantos años, un esfuerzo no solo económico”, lamentó.
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“Mi sentir es de tristeza porque la UCA era casa, era familia. No era un espacio donde yo solo me llegaba a sentar a recibir clase y ya está, no, la UCA a vos te permitía crecer a nivel humano, a nivel espiritual, intelectualmente, a nivel artístico, socialmente”, agregó.
Uno sentía que entraba a una Nicaragua libre
Para ella, la UCA era un espacio diferente donde uno sentía que «abrías la puerta y entrabas a otra Nicaragua, a una Nicaragua soñada, a una Nicaragua libre, a una Nicaragua donde eras respetado en tu esencia por ser persona, donde tu voz tenía un espacio».
«Entrar a la UCA era soñar de que un día Nicaragua podía ser diferente (…). Que nos hayan quitado la UCA para mi fue como que me quitaron una esperanza”, subrayó.
Tras la confiscación de la UCA, el régimen mandó de inmediato a sus adeptos a desmontar las letras de la entrada principal que decían: “Universidad Centroamericana”, para colocar en su lugar las de la nueva “Universidad Camilo Sotelo”. Igualmente mandó a colocar la bandera del gobernante Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).
“Me enoja porque la van a destruir y creo que un cristiano lo diría, es como una Jerusalén destruida, aquel lugar que amas totalmente destruido, todo el esfuerzo de tantos años en los que ha crecido la UCA verlos en nada porque sabemos que no se va a cuidar”, expresó la universitaria.
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