La vista impresiona a cualquiera, pero quienes la visitan dejan el lugar con una sensación de tristeza. “Es una joya entre la maleza, es una lástima”, dice una extranjera que acaba de recorrer las ruinas. Se trata de la estructura de lo que una vez fue la iglesia Cristo Rey, una especie de “pequeña catedral” que parece resistirse a morir en la comunidad rural de San Blas, Granada.
Su arquitectura se asemeja a la Catedral Inmaculada Concepción de la ciudad de Granada. La edificación parece tener vida propia y para nada, haber renunciado a que algún día la rehabiliten y vuelva a ser considerada una parroquia.
La capilla, construida en 1956, fue lugar de bodas, bautizos y capilla ardiente de comunitarios de San Blas y de otras comunidades aledañas como La Bolsa, El Reparto y El Capulín. Hoy no hay un solo parroquiano de estos caseríos que no lamente las ruinas en las que se ha convertido el templo desde hace 23 años, luego que fuera destruida por el terremoto que sacudió Masaya en el año 2000.
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Severamente dañada
La iglesia está severamente dañada. Las torres del campanario, por ejemplo, podrían colapsar en cualquier momento debido a que el hierro que amarra los ladrillos de cuarterón no soportó las fuertes embestidas de los enjambres sísmicos que tuvo como epicentro la Laguna de Apoyo.
Los vitrales de la torre del presbiterio, se vienen destruyendo de a poco, con el paso del tiempo, y solo se mantiene imponente la cruz que se alza en la cúpula, donde revolotean las palomas de castillas, resguardando un lugar con olor a santidad, bajo un poblado silencioso que aún preserva los vestigios de una vida provinciana, donde la agricultura, continúa siendo la principal fuente de trabajo.
Esta iglesia despertó la admiración de diferentes figuras nicaragüenses, como Eddy Kühl, miembro de la Real Academia de Geografía e historia de Nicaragua que la nombró la “Catedral pérdida en el Valle de San Blas” y remarcó que su duomo, es una bóveda como la catedral de León, Matagalpa y Granada.
Las familias del Valle de San Blas, recuerdan que esta edificación era el orgullo de los lugareños porque su arquitectura, no despertaba ninguna envidia a los templos coloniales construidos en Granada, a pesar que frente a su atrio, no existe ningún parque, ni mucho menos una calle adoquinada.
“Este templo mantiene un hermoso atrio y tres naves, donde se ubicaban las bancas de madera. Aquí los fieles participaron de la eucaristía que venían a celebrar los domingos los sacerdotes que llegaban de la ciudad de Granada, además podemos observar que tuvo un hermoso presbiterio con su altar, es una lástima que esta joya arquitectónica siga en ruinas”, se lamenta la devota local Griselda Pérez.
Algunas paredes del templo aún se mantienen en buen estado, pero la estructura del techo de concreto amenaza con colapsar debido a varias fisuras que presenta. Ese daño es más visible con las lluvias que se filtran por las grietas y lo vuelven más propenso al derrumbe. Algunas paredes han botado “la piel” dejando al descubierto el ladrillo de cuarterón y ya son visibles los daños en el atrio y el borde de los muros que las sostienen.
La monja que soñó con el templo
En la década de 1950, la religiosa de la Congregación Salesiana, Sor María Soledad, de nacionalidad mexicana, visitó por primera vez la comunidad de San Blas con la misión de ejercer sus labores pastorales. Al llegar a la comunidad quedó enamorada del lugar, su clima y mayormente del cariño y aprecio de los lugareños.
Su viaje lo emprendió a bordo del tren que partía de Granada con destino a Managua y que hacía su primera parada en la estación de la comunidad de San Blas, donde los vagones cargaban el algodón y maní que se producía en estas fértiles tierras. La religiosa se dedicaba a impartir catequesis, para encaminar a los niños a recibir el sacramento de la comunión, así también brindaba charlas de bautismo y matrimonios, para que las parejas unieron sus vidas a la luz del evangelio.
“Ahí está todavía la vieja estación donde los comunitarios esperaban a la monjita”, cuenta el lugareño Nazario Aguilar. “La religiosa daba sus catequesis bajo la sombra de los árboles, porque la ermita que existía, fue destruida por la crecida de un cauce”, recordó Aguilar, uno de los más antiguos habitantes de este caserío habitado por poco más de 3 mil personas.
Al ver la necesidad de un templo, la religiosa reunió a la feligresía, les contó su idea y se dispuso a liderar la construcción del templo, aunque estaba clara que las humildes familias que enviaban a sus hijos al catecismo no contaban con los recursos económicos suficientes para costear una edificación de aquel tamaño.
Al ser parte del claustro de docentes del colegio María Auxiliadora, logró entablar amistad con connotadas familias granadinas, y gracias a ese vínculo, gestionó recursos para la construcción de lo que sería la capilla de Cristo Rey. “Era un sueño de la monjita y claro de la comunidad católica también y se hizo realidad. Fue muy bonito tener el templo”, agregó don Nazario.
Con manos de todos
El apoyo de las familias acaudaladas de Granada no hicieron esperar a Sor Maria Soledad. Todavía en las puertas y ventanas de aquella iglesia se pueden leer en tallados de madera los nombres de algunos donantes como: Ernesto René Chamorro, Rosalinda Argüello, la familia Cuadra-Mejía, Medea de Bernard, José Prego, Karen María Lugo, entre otros.
“A las donaciones se unió la comunidad con trabajo entusiasta para la edificación del templo. Muchos finqueros locales realizaron sus aportes económicos, y quienes no tenían dinero, apoyaban con mano de obra. Otras familias se hicieron cargo de la alimentación de los obreros. Se cuenta que la monjita invirtió todo el dinero de una herencia que sus padres le habían dejado en México”, relató el historiador de la comunidad, el profesor Francisco Alemán.
Los jesuitas fueron un apoyo clave en la finalización de los trabajos de la edificación de la iglesia de Cristo Rey. Alemán dice que son imborrables los recuerdos de aquellas carretas llenas de fieles que llegaban al templo cada domingo para participar de la misa. “Creo que a la comunidad le habría venido bien recuperar su templo, ojalá y alguien se interese por ver la posibilidad de una restauración. Sería muy celebrado aquí eso”, comentó el profesor.
Restauración costaría mucho
Miembros de la antigua iglesia de Cristo Rey contaron para este reporte que no se quedaron de brazos cruzados tras los daños que sufrió el templo debido al sismo hace 23 años. A los pocos meses, invitaron a ingenieros y arquitectos para evaluar la estructura y la recomendación fue fatal: era mejor demolerla.
“Los expertos nos dijeron que el hierro que se utilizó para elaborar la estructura de concreto reforzado para amarrar los ladrillos de cuarterón, fue aparentemente de mala calidad, por lo que la infraestructura no soportó el sismo. Las réplicas que se mantuvieron hasta durante una semana después, terminaron destruyendo nuestro patrimonio”, explicó Alemán.
Señaló que otros especialistas recomendaban reforzar la infraestructura, un consejo que llegó tres años después del sismo, pero un proyecto como ese se acercaba al cuarto del millón de dólares, US$250.0000. “Era mucho dinero para esta humilde comunidad”, dice Alemán.
“Nos duele ver nuestro templo en ruinas, pero es difícil lograr esos fondos para restaurarlo. Nosotros estamos claro que realizando rifas y kermeses no vamos a reunir los miles que se necesitan”, se lamentó doña Melba González, una católica de este caserío.
Luisa Mercado, otra habitante, recordó por su lado, que en el año 2000, el templo de San Jerónimo de Masaya quedó seriamente dañado por el mismo terremoto que sacudió la ciudad, y permaneció varios meses cerrado, pero debido a las gestiones de las autoridades religiosas y los fieles, esta iglesia se logró restaurar.
“Vemos que nuestro templo quedó abandonado. No sabemos si era porque somos habitantes de una comunidad pobre. Aquí vino don Clemente Guido, director de Patrimonio y Cultura de la Alcaldía de Managua creo y nos dijo que el templo debía de tener más de 100 años para poder ser declarado patrimonio histórico y de esa manera, recibir recursos del Estado, que vería que se podría hacer. Pero su visita, solo nos llenó de ilusión”, relata Mercado.
Esperanzas perdidas
Los católicos relatan que con el dinero que se logró reunir producto de las donaciones y aporte de los miembros de la comunidad, se construyó una capilla a la par de la antigua iglesia, donde caben menos de 20 bancas de madera. A la par, se empezó el proyecto de construcción de un muro perimetral, para proteger el antiguo patrimonio, pero sigue pendiente finalizarlo, por falta de recursos.
Desde hace 23 años los parroquianos vienen tocando las puertas de instituciones del gobierno, como la alcaldía de Granada, el Ministerio de Gobernación, el Instituto Nicaragüense de Turismo, pero ninguna atiende su petición y sus esperanzas ya se han perdido. Sobre todo, después de abril de 2018, que el gobierno de Daniel Ortega inició una feroz persecución contra el clero por denunciar las violaciones a los derechos humanos.
Mientras, las ruinas siguen ahí. Si usted quiere visitar San Blas, tiene que llegar a la entrada de la comunidad El Capulín, que se ubica en el kilómetro 42 de la carretera Granada- Masaya. Desde ese punto, tiene que recorrer alrededor de seis kilómetros en camino de tierra que, pese al invierno, se encuentra ahora en buen estado, o bien puede tomar una mototaxi, que perfectamente lo lleva al sitio. Debe tener cuidado por algún derrumbe en la antigua edificación.
La capilla que funciona a la par, está bajo la administración parroquial de la Iglesia del Perpetuo Socorro de la Diócesis de Granada.