A las puertas de la catedral de Managua, en parroquias de San José, Madrid o Miami, con altares en casas o estacionamientos, los nicaragüenses celebraron, en Nicaragua o el exilio, su mayor fiesta católica, «La Gritería», en plena tensión entre la Iglesia y el gobierno de Daniel Ortega.
«¿Quién causa tanta alegría?», preguntó el cardenal nicaragüense Leopoldo Brenes al caer la noche del jueves, y cientos de feligreses congregados en el atrio de la catedral en torno a un altar con la imagen de la Virgen, respondieron: «la Concepción de María».
El mismo grito se replicó en otras iglesias del país, pero también en Costa Rica, España y Estados Unidos, donde se concentran los nicaragüenses emigrados o forzados al exilio, unidos a la distancia por la fiesta religiosa, antesala del día de la Purísima Concepción de María, el 8 de diciembre, feriado nacional en honor a la patrona de Nicaragua.
Al país que va un nica, lo hace con la tradición de la Purísima muy arraigada
Como parte de la tradición, que data de mediados del siglo XIX, los feligreses recorren los barrios para cantar ante altares hechos en las viviendas, sonar matracas, encender fuegos artificiales, y compartir platos, bebidas y dulces típicos.
En Nicaragua, la mayoría de celebraciones católicas quedaron restringidas este año al interior de los templos por disposición del gobierno, que ha acusado a religiosos de apoyar las protestas opositoras de 2018, que consideró un intento de golpe de Estado.
«Quizás no hemos tenido que las procesiones salgan a la calle, pero veo que la gente participa», dijo a la AFP Brenes, figura conciliadora del clero y cercana al acuerdo entre el Vaticano y el gobierno que permitió en octubre la excarcelación de 12 sacerdotes.
Levantando la voz
La relación entre la Iglesia y el gobierno se deterioró en medio de las protestas, que se extendieron por al menos tres meses, con choques entre opositores y oficialistas que dejaron más de 300 muertos, según la ONU.
El gobierno expulsó, desterró o impidió el ingreso de 151 sacerdotes y 76 monjas en el año, según opositores exiliados, que denuncian una feroz persecución contra la Iglesia.
«La Iglesia es la primera institución que ha mantenido su resistencia y ha levantado la voz» en Nicaragua, dijo a la AFP el párroco Carlos Jiménez, de la iglesia San Isidro de Coronado, en el noreste de la capital de Costa Rica, donde se celebró «La Gritería».
#EnFoto 📸 Miles de nicaragüenses salieron a las calles del país la noche del 7 de diciembre para celebrar la tradicional Purísima. pic.twitter.com/pyxzUT6zO1
— Nicaragua Investiga (@nicaraguainvest) December 8, 2023
El caso más emblemático es el el obispo Rolando Álvarez, condenado en febrero a 26 años de prisión por cargos de traición a la patria, entre otros, y quien ha preferido la cárcel al exilio.
«Se ha querido quedar, en medio de las limitaciones que tiene, como un signo profético para denunciar los atropellos», agregó Jiménez.
Sin pasar por alto la festividad, el gobierno montó grandes altares luminosos en una céntrica avenida de Managua. «La Gritería es la gran fiesta de la solidaridad entre las familias nicaragüenses», dijo esta semana la vicepresidenta Rosario Murillo.
En los altares de la dictadura «no está Dios ni la Purísima», dice sacerdote
Ortega y Murillo, su esposa, celebraron en privado la festividad con sus hijos y nietos, según imágenes del portal oficialista El 19 Digital, que mostraron a la familia alrededor de un altar con la imagen de la Virgen.
Nostalgia, promesas y esperanza
En la vecina Costa Rica, donde se concentra la mayoría de exiliados, «La Gritería», también conocida como «La Purísima», se celebró igualmente en un estacionamiento del centro de San José y en barrios populares como La Carpio.
«Es una mezcla de sentimientos (…) Está ese sabor agridulce: dulce porque lo podemos hacer (celebrar «La Gritería»)… y un poco agrio porque no estamos en la patria», declaró a la AFP Guadalupe González, de 43 años, quien llegó a Costa Rica hace siete meses.
En Miami, los nicaragüenses montaron altares, con flores y luces, en las cajuelas de automóviles en algunos estacionamientos.
En Managua, en el barrio Santa Ana, Albertina Galeano, una jubilada de 70 años, levanta el suyo desde hace tres décadas, en la sala de su modesta vivienda.
«Son promesas de favores recibidos de la Virgen», sostuvo la mujer, que recibió por turnos a decenas de adultos y niños que llegaron a cantar frente al altar.
En la catedral de Managua, el cardenal Brenes dijo, conciliador, esperar que Iglesia y Estado, y nicaragüenses dentro y fuera de su país, «todos podamos trabajar por la paz» y la «reconciliación» de Nicaragua.