Mientras el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo no escatima recursos en la decoración de altares para celebrar la tradicional Gritería en honor a la Inmaculada Concepción de María, intensifica al mismo tiempo su brutal persecución contra los líderes de la Iglesia Católica en Nicaragua.
La festividad mariana del 7 de diciembre, «La Purísima«, es una tradición profundamente arraigada en la cultura y la comunidad católica nicaragüense.
Este año, como en anteriores, la dictadura ha colocado fastuosos altares a la Virgen María en la Avenida Bolívar de Managua, adornados con los emblemáticos «árboles de la vida», estructuras metálicas de gran tamaño y alto costo asociadas al poder y la mística impuesta por la vicepresidenta Rosario Murillo.
En este contexto, el uso de símbolos como los altares y los «árboles de la vida» en festividades religiosas no sólo busca reforzar la imagen de Ortega y Murillo como guardianes de las tradiciones nacionales, sino también distraer la atención de la comunidad internacional y de los propios nicaragüenses de las graves violaciones a los derechos humanos.
La realidad que busca distorsionar el régimen es un contexto político que se ha tornado cada vez más represivo y en el que también se ha intensificado la persecución en contra de la Iglesia católica con el destierro de al menos dos líderes religiosos en menos de un mes, entre ellos el presidente de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, monseñor Carlos Herrera, expulsado a inicios de noviembre de 2024.
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Devoción a la virgen, odio al pueblo
También entre el 22 y el 28 de noviembre de 2024, la Policía Nacional, descrita como el brazo represor del régimen, detuvo al menos a 30 ciudadanos tras la aprobación de reformas constitucionales que consolidan la copresidencia de Ortega y Murillo, anulando libertades individuales y públicas.
Además de las detenciones arbitrarias, el régimen ha intensificado las desapariciones forzadas como método de represión. Según informes recientes, estas tácticas violan gravemente los derechos humanos, afectando a líderes opositores, religiosos y ciudadanos comunes.
La manipulación de eventos como La Purísima contrasta con el creciente aislamiento del régimen frente a sectores religiosos y la comunidad internacional, que han condenado estas prácticas como actos de tortura y abuso de poder.
Mientras tanto, el régimen sigue adornando las festividades marianas con los costosos «árboles de la vida» que pueden costar más de 20,000 dólares cada uno, los que contrastan con la represión política y la crisis económica que enfrentan los nicaragüenses.
Desde 2013, la presencia de estas estructuras en eventos como La Purísima ha sido utilizada para vincular estas expresiones religiosas con el discurso oficial de la dictadura, creando un escenario que mezcla devoción popular y propaganda estatal para fortalecer su narrativa de estabilidad y control.
Sin embargo, la creciente represión y la instrumentalización de la fe católica han generado un rechazo cada vez mayor en diversos sectores de la sociedad, que perciben estas acciones como una estrategia para legitimar un régimen cada vez más autoritario y desconectado de las necesidades reales del pueblo nicaragüense.