En un ceremonial fronterizo cargado de simbolismo y propaganda, la dictadura del FSLN recibió este miércoles la custodia de la Antorcha Centroamericana de la Libertad, un emblema que evoca los ideales de independencia y unidad regional. El traspaso ocurrió en el puesto de Las Manos, donde autoridades hondureñas entregaron la llama a representantes del régimen nicaragüense, marcando el inicio de su recorrido por el país en vísperas de las celebraciones del 15 de septiembre.
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La ministra de Educación, Mendy Aráuz, recibió la antorcha de manos del subsecretario hondureño Edwin Hernández Zerón, quien enfatizó la herencia compartida de figuras como Francisco Morazán y Augusto C. Sandino, invocando un compromiso renovado con la «democracia» y la paz en Centroamérica. Aráuz, por su parte, describió el acto como un tributo «a las conquistas pasadas y un impulso para un futuro de dignidad y solidaridad entre naciones hermanas».
Portada por estudiantes destacados, atletas, policías y militares, la antorcha atravesará los departamentos de Nueva Segovia, Madriz, Estelí y Matagalpa antes de llegar a la capital el viernes 12 de septiembre. Allí, será recibida por el dictador Daniel Ortega y la dictadora Rosario Murillo, en un evento que culminará su etapa norteña. Al día siguiente, el 13, continuará hacia la frontera sur para su entrega a Costa Rica, perpetuando una tradición que data de 1960 y que une a los países centroamericanos en conmemoración de la independencia de 1821.
La gran paradoja en el contexto nicaragüense
Este evento anual resalta una paradoja flagrante en el contexto nicaragüense actual. Bajo el régimen de Ortega, en el poder desde 2007 y consolidado mediante reformas electorales controvertidas y represión sistemática, el país enfrenta acusaciones internacionales de autoritarismo férreo.
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Organismos como la ONU y la OEA han documentado detenciones arbitrarias de opositores, censura a medios independientes y un éxodo masivo de ciudadanos huyendo de la persecución política. En un nación donde la libertad de expresión y reunión está severamente restringida –con decenas de presos políticos y una diáspora que supera el 10% de la población–, la llegada de la «antorcha de la libertad» esn más un acto de propaganda oficial que un genuino homenaje a los valores democráticos.
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