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Exclusión: el otro efecto de los embarazos adolescentes en Nicaragua

Embarazos adolescentes. Foto representativa
Embarazos adolescentes.

Según cifras de Codeni, el 24.4% de embarazos registrados en Nicaragua son de niñas y adolescentes, lo que lo posiciona como el país centroamericano con mayor proporción de embarazos precoces, y el segundo a nivel latinoamericano.

De cada cuatro partos, uno corresponde a niñas y adolescentes entre los 11 y 17 años.

Anualmente en Nicaragua, casi tres mil niñas menores de diez años son abusadas y resultan embarazadas, de acuerdo a las últimas cifras brindadas por el Instituto de Medicina Legal.

Un estudio de Funides reveló que la iniciación temprana en actividades sexuales, sumado a la falta de educación y el limitado uso de anticonceptivos, elevan las tasas de fecundidad en la adolescencia.

“Karla” se embarazó a los 16 años de edad, comparte que sus padres eran bastante rígidos con ella por lo que se escapaba luego de clases para visitar a quien era su novio.

Asegura que ninguno de los dos tenía conocimientos de educación sexual y la primera vez que sostuvieron relaciones, él le aseguró que “no era posible quedar embarazada la primera vez”.

Tras esto, en próximas relaciones, el único método al que recurrieron fue a la compra de la píldora del día siguiente.

“Creo que, si hubiese tenido más información, más confianza con mis padres, las cosas hubiesen sido diferentes” asegura.

Funides destaca que el tema del embarazo adolescente continúa representando un desafío de política pública en Nicaragua, pues su principal causa se debe a la falta de conocimiento que los jóvenes y las jóvenes poseen en materia de educación sexual.

Exclusión dentro de la familia

La familia “representa el contexto inmediato de las repercusiones personales del embarazo” en las adolescentes. Según Funides, el 31.1% de los familiares reaccionan con “enojo” ante la noticia.

Esther Aráuz tuvo a su hija a los quince años y comenta que “al inicio fue complicado, lloré mucho, me estresé, no sabía qué iba a hacer, pensaba en abortar, pero esa era una opción que nunca haría realidad, aunque me pasaba por la mente. No sabía cómo decirles a mis padres ni cómo iban a reaccionar.  Todo fue de nervios al inicio”.

Tras darles la noticia, el padre de Aráuz le aseguró que la apoyaría, de igual forma lo hizo la familia del padre de su hija, por lo que contar con el apoyo de ambas familias le permitió experimentar un proceso “más tranquilo”.

Sin embargo, no todas las adolescentes suelen contar con el apoyo de sus familiares.

Para “Karla” la situación fue más compleja, cuando notó la ausencia de su periodo menstrual dejó pasar tres meses sin realizarse ningún tipo de chequeo, y solo pensaba que no sabía cómo decirles a sus padres, quienes eran bastante estrictos.

Su familia lo supo hasta los cinco meses.

Comparte que acudió al Hospital Alemán a hacerse los exámenes, cambió su nombre e identidad ya que tenía 16 años, “era una muchachita” destaca.

En el hospital, le confirmaron que el bebé “ya estaba bastante grande, ya sabía que era varón”.

El papá de su hijo le dijo que no estaba listo para ser padre y le facilitó una inyección y unos óvulos para que se practicara un aborto. Sin embargo, las rechazó.

Le contó a su familia, y asegura que, desde entonces, todo cambió en casa, “de ser mimada, pasé a ser otra cosa ante los ojos de ellos” y asegura que el proceso fue muy duro pues incluso llegó a recibir señalamientos ofensivos por parte de su papá.

“Aunque mi papá me pagó todo lo de mi embarazo y sí recibí apoyo económico, no recibí apoyo moral, incluso mi mamá quiso que abortara y yo me opuse a todo eso” aclara.

Y durante el proceso del embarazo, no pudo recibir acompañamiento de su mamá y cualquier duda sobre cada cambio que su cuerpo experimentaba debía consultarle con amigas mayores o sus tías.

“Cada cambio que mi cuerpo iba dando yo me asustaba, no es que me quiera victimizar, pero si era bastante inocente”.

Dificultad para continuar dentro del sistema educativo

Jorge Mendoza de Codeni asegura que, aunque el Ministerio de Educación ha emitido una normativa que prohíbe expulsar a las adolescentes que resultan embarazadas, todavía los prejuicios sociales excluyen a las niñas y adolescentes.

“Aunque no exista una disposición de parte de la dirección para expulsarlas ellas mismas terminan excluyéndose debido al miedo a ser víctimas de discriminación u objeto de bullying” señala Mendoza.

Comparte que cuando su hija se embarazó a los 17 años, ella estaba en un colegio privado, y algunos padres de familia se quejaron y solicitaron su expulsión porque “representaba un mal ejemplo para las demás adolescentes”.

Al final, el centro no permitió que se produjera tal discriminación, pero las actitudes de los padres son un claro ejemplo de la estigmatización que se encuentra latente en la sociedad nicaragüense, donde los embarazos adolescentes se presentan en altas tasas.

Para Aráuz, quien logró contar el apoyo económico y emocional de su familia, continuar con sus estudios no fue un problema, y culminó su quinto año estando embarazada en la modalidad sabatina.

“Me bachilleré cuando la niña tenía 7 meses de nacida, no estudié el siguiente año por motivos económicos, mi papá no tenía para ayudarme” agrega, pero tiempo después logró culminar su carrera de derecho, y actualmente tiene 36 años y trabaja en la Corte Suprema de Justicia.

“Karla”, por su parte, perdió aproximadamente dos años de sus estudios, pero luego logró continuar su carrera en modalidad sabatina. Actualmente, a sus 26 años, cursa su cuarto año.

Jorge Mendoza

Jorge Mendoza, Vocero de CODENI. Foto: NI

¿Existen arrepentimientos?

La pareja de Arauz aseguró que la apoyaba en cualquiera que fuese la decisión que iba a tomar, pero la condicionó a que si elegía abortar no continuarían con la relación. Por otro lado, su familia también le extendió su apoyo siguiera, o no, adelante con el embarazo.

Aunque al inicio, pensó en el aborto, siguió sus creencias y destaca que no se arrepiente de haber tomado tal decisión.

Pero asegura que, ahora que cuenta con un trabajo estable, “desearía regresar el tiempo y tener a mi hija hasta este momento para darle todo lo que no pude”.

Además, considera que hubiese disfrutado su juventud sin más preocupaciones que las de estudiar, y cree que al menos el tiempo adecuado para llevar a cabo un embarazo hubiese sido tras terminar sus estudios universitarios.

De igual forma, “Karla” comparte que siente haber hecho lo correcto pero que cambiaría la forma y el momento en que sucedió.

Le gustaría haber planificado su embarazo con una pareja que fuese “más responsable” y que de verdad hubiese querido, pero, sobre todo, en un momento en que contara con independencia económica “que tuviera mi casa, ya hubiera concluido mi carrera, tuviera un trabajo, en ese sentido sí me hubiera gustado cambiar el tiempo para darle una mejor estabilidad al bebé”.

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