El padre Harving Padilla, de 54 años lleva 12 días sin poder dormir bien. El estrés y estado de alarma debido a la presencia de patrullas y agentes policiales en las afueras de la parroquia San Juan Bautista, en Masaya, lo mantienen en vilo. A cada momento se pregunta si ya habrán dado la orden de entrar, y todo ruido lo despierta cuando logra conciliar el sueño. Sin embargo, pese a saber que su integridad física podría verse afectada durante un allanamiento, lo que le preocupa es que dañen la iglesia.
Junto a él se encuentran otras personas que tampoco han podido salir por la misma condición: saben que podrían ser víctimas de alguna aprehensión si salen, a pesar de «no meterse en nada». Por consiguiente, la actividad parroquial ha cesado ante la falta de presencia de feligreses, a los que no se les permite el ingreso a la capilla.
«Al principio me decían que yo podía salir, pero me daba miedo, no me sentía seguro saliendo con ellos ahí. Ahora cuando me salgo me gritan improperios, y me dicen que están esperando que salga para agarrarme», dice el padre intimidado por la presencia policial.
Policía mantiene bajo asedio al párroco Harving Padilla
Las amenazas las logró confirmar el pasado domingo, cuando salió a entregar un monaguillo a sus familiares, al instante de abrir el portón, un agente policial se abalanzó sobre él para detenerlo, pero logró cerrar el portón a tiempo.
Inició en el sacerdocio en contexto de guerra
Desde joven el padre Harving Padilla tenía claro que quería ser sacerdote. Su plan era que al terminar la secundaria iniciaría a estudiar psicología para luego adentrarse a los estudios de teología, pero el conflicto de guerra que vivía el país no se lo permitió, por lo que a los 17 años, en la década de 1980, decidió acelerar su plan y entrar al seminario menor La Purísima, que brindaba la Arquidiócesis de Managua, que, además de iniciarlo en el sacerdocio le garantizaba sus estudios secundarios.
Pero sus estudios religiosos tampoco fueron muy tranquilos. Padilla recuerda que debido a la persecución religiosa hubo momentos en que los sacaban de clases «para hacernos evaluaciones, que nosotros bien sabíamos que no eran más que intimidación».
Actualmente el religioso tiene más 25 años en el oficio, los primeros cinco los pasó en una iglesia del Barrio Las Américas 3, en Managua, luego fue trasladado por otros cinco años a una iglesia de San Rafael del Sur en Managua, y su tercera parroquia fue San Juan Bautista, en Masaya, donde está actualmente.
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«Yo inicié como todo sacerdote: con muchos sueños de servir a la comunidad y ser un sacerdote íntegro, manteniendo una vida espiritual cumpliendo con las exigencias del evangelio, sirviendo con amor a la feligresía», señala.
Fue señalado por el sandinismo
En julio del año 2018, el padre Harving Padilla fue víctima de campañas de desprestigio por parte de fanáticos sandinistas. Mismas que fueron reproducidas por medios oficialistas, quienes lo acusaron de ser el que «dirigía a los terroristas que asesinaron vilmente al oficial Gabriel de Jesús Vado Ruiz».
Sin embargo, luego de esos señalamientos que él niega, no prosperó nada más contra él.
En sus tiempos libres aprovechaba para tejer rosarios y velas, y por la noche ver alguna película, pero esa calma se terminó hace 12 días.
Se está quedando sin comida
La «parroquia por cárcel» a la que la policía lo ha sometido lo ha llevado a un alto nivel de estrés, y aquejado por problemas remanentes de una cirugía de próstata, hipertensión y problemas estomacales, lo han deteriorado físicamente.
Durante los días que ha estado encerrado en su propia parroquia sufre cortes intermitentes de energía eléctrica y el suministro de agua potable también lo cortan durante horas. Los oficiales que lo asedian «cierran la llave de pase de la calle».
Además, la provisión de comida que posee se está agotando porque tiene que compartirla con las otras personas que están con él, y actualmente sólo le quedan raciones para «cuatro o cinco días, y eso que cocinando lo justo para no desperdiciar».
Una de las preocupaciones del religioso es desconocer hasta cuando va a permanecer esta situación, ya que, en caso de que su provisión se termine, tendrán que salir a buscar, pero hacerlo implicaría correr el riesgo de ser detenido. Sin embargo, de no ir, alguien podría enfermarse y «a como están, quien sabe si dejen pasar a los médicos para asistir a alguien que se ponga mal».
El párroco ha iniciado a comunicarse virtualmente con la feligresía, iniciando jornadas de oración de forma simultánea y coordinada. Asimismo, espera que pronto dejen de perseguirlo. Cuando se le preguntó porqué cree que se esté dando esta situación, respondió que «algunas personas no son capaces de tolerar el mensaje profético de Dios, a través de la iglesia».
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