La última publicación de The Economist aborda la llegada de Joe Biden a la presidencia frente la situación actual de Latinoamérica, en la cual señalan que el recién juramentado mandatario se encontrará con una región «donde el populismo ha florecido recientemente».
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El escrito describe que la situación en Latinoamérica ha cambiado desde que Biden fue vicepresidente y ahora verá una región «marcada por un débil crecimiento económico, una pandemia que ha dejado 541 mil muertos y provocado la peor recesión en más de un siglo». Además, que «los corruptos están ganando la guerra contra la corrupción» y la ira ante un contrato social roto «ha provocado disturbios y la elección de presidentes populistas».
En el caso de las próximas elecciones que se celebrarán en Nicaragua, Perú y Ecuador, The Economist señala que estas «podrían llevar a los populistas al poder o consolidar el gobierno autoritario». Mauricio Díaz, ex embajador ante la Organización de Estados Americanos (OEA), coincide en que este año se pondrá a prueba «si realmente las acciones políticas que han realizado estos gobernantes son de la simpatía de los pueblos», pero asegura que en Nicaragua la situación es distinta pues en este caso el populismo está en el sandinismo y no en la oposición.
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Populismo está en el sandinismo
El también ex embajador de Nicaragua ante la OEA, Edgard Parrales, coincide en que «el proyecto de Daniel Ortega es populista con dictadura de derecha» y que en The Economist se hace referencia al panorama general de América Latina, y en el caso específico de Nicaragua el populismo ya está actualmente instaurado.
Díaz asegura que si en elecciones creíbles observadas el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) se alza con el triunfo «será una pésima señal para el pueblo nicaragüense porque este gobierno está ya en un callejon sin salida pero una elección con credibilidad le podría dar legitimidad y oxigenarlo». Aunque de forma personal considera que con elecciones libres y observadas el FSLN perdería «incluso por muy fragmentada que vaya la oposición».
En relación a si el escrito de The Economist podría señalar a la oposición como populista, el ex diplomático considera que para ser populista en primer lugar «se necesita disponer de recursos para el clientelismo, y la oposición en Nicaragua está quebrada» por lo que a su opinión en lo único en que esto sería válido es «en la oferta» pero apunta que hasta ahora no ve partidos que estén ofreciendo —como hace el gobierno— «programas de hambre cero, usura cero, economía familiar, donación de chanchitos, etcétera».
«Populismo es aprovecharse de las necesidades de la población, venderle la ilusión al pueblo de que es presidente y temerle al veredicto popular», destaca que Ortega tiene el poder de los recursos públicos y que «aquí se confunde lo que es público con lo que es partidario».
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Parrales concuerda con el hecho de que los actuales bloques de oposición no son populistas, «si se tipifica como tales a la Coalición Nacional es una afirmación equivocada y el otro bloque CxL-Alianza Cívica básicamente está liderada por los empresarios». Para el analista político en Nicaragua se trata de salir del populismo para «instaurar una democracia con participación de todos los sectores».
Cambio en el sistema
Las elecciones presidenciales que se llevarán a cabo este próximo 7 de noviembre serán cruciales para establecer un nuevo componente en Nicaragua tal como fue la de los 90, sostiene Díaz. Para el ex embajador si Ortega pierde las elecciones «Nicaragua no puede seguir en esta estrategia del clientelismo, de las regalías, de alimentar más la dependencia de los ciudadanos hacia el Estado para mantener una clientela política cautiva, más bien si hay un triunfo de la oposición, sea cual sea esta, lo que va a hacer un nuevo gobierno es regresar a la institucionalidad democrática y rehabilitar el funcionamiento independiente de los poderes del Estado».
Asegura que este año habrá un mayor forcejeo entre Nicaragua y la OEA, y todo apunta a que el gobierno continuará sosteniendo las acusaciones por injerencismo y los intentos de mantener el poder por la fuerza de las armas. Este mismo primer trimestre del año, el país debió asumir la presidencia temporal del Consejo Permanente de la OEA, pero terminó rechazándolo al igual que lo hizo México. Díaz considera que «los países del eje bolivariano pretenden continuar fortaleciendo su estrategia que es la instauración de gobiernos populistas en el continente» y por ello podrían aumentarse las tensiones.
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