Familias de detenidos lloran fuera de la cárcel denunciada como centro de tortura
Las cárceles de Auxilio Judicial son un lugar funesto para cualquiera. En la historia son el recuerdo de una época oscura, un centro de tortura temido por todos durante la dictadura somocista, y aunque para muchos ese recuerdo es lejano, o ni siquiera alcanzaron a vivirlo, para muchas madres que tienen a sus hijos presos aquí, el pasado cobra vida y les agobia más que en aquellos años.
Imaginan que mientras ellas están afuera esperando si quiera un gesto del oficial inexpresivo de la entrada, sus hijos están viviendo momentos tormentosos. En este lugar las horas pasan más lento … aquí el aire lleva un poco de melancolía y las piedras donde se sientan las angustiadas señoras para descansar los pies agotados se vuelven testigos silenciosos de un duelo sin muerto, de una incertidumbre abrumadora.
Los jóvenes detenidos aquí no tienen contacto con sus familiares. Según las denuncias, muchos fueron capturados por fuerzas paramilitares; civiles encapuchados que rondan con lista en mano barrios y comarcas en diferentes puntos del país. No se les permite derecho a la defensa, no se les informa sobre los cargos que se le imputan. Los apresados son por lo general jóvenes que han apoyado la ubicación de barricadas y tranques como parte de la lucha antigubernamental que inició en abril, pero también hay otros que jamás colaboraron, cuando mucho comentaron en una esquina con alguien que deseaban la salida de Ortega.
“Fueron capturados en la redada criminal que hizo la Policía por denuncias de los Consejos del Poder Ciudadano, se han llevado a gente inocente como en la dictadura somocista, cuando acusaban a la gente solamente porque les caía mal o tenían algún conflicto personal”, dijo a los medios Sandra Ramos, parte de la Coalición Cívica, que se hizo presente al lugar ante el incremento de casos de detenciones ilegales.
El Movimiento Estudiantil 19 de abril también llegó al lugar, uno de sus líderes Edwin Carcache dice que son presos políticos. Es fuerte, es un término que hace muchos años no se escribía en las páginas de los periódicos de Nicaragua, pero para ellos no hay otra descripción «Ellos son inocentes, son víctimas de esta persecución política, como estudiantes, como sociedad civil, exigimos que de forma inmediata liberen a nuestros presos”. Dice, al tiempo que comenta que entre los detenidos hay menores de edad y una mujer embarazada.
Acceso restringido
La CIDH pidió entrar al lugar el jueves de la semana pasada, en una visita sorpresa que pretendía conocer in situ la situación de los detenidos. No se lo permitieron, sino hasta el sábado, cuando lograron la liberación de 10 de los detenidos. Hoy, el organismo volvió a ingresar a hablar con las autoridades y según la relatora especial de la CIDH Antonia Urrejola, lograron el compromiso de que permitirán el acceso a los familiares de los detenidos.
Pero los presos siguen llegando y ahora hay rumores de que son llevados a otros lugares clandestinos para evitar que los ubiquen.
La Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos detalló en su último informe que hay 156 desaparecidos. ¿Qué se hicieron? ¿Dónde los llevaron? Nadie lo sabe, y parece la Policía Nacional, no tiene la prioridad de investigar.
Mientras tanto, ahí están las madres llorando a sus hijos, en escenas que desgarran el corazón de cualquiera, menos el de las autoridades, que entran y salen, caminando entre las madres abatidas sin siquiera inmutarse de aquellos trágicos lamentos.
Estas cárceles han sido denunciadas, no hoy, sino hace muchos años atrás por organismos de derechos humanos, porque su uso ya era por todos conocido. Se pidió su cierre definitivo, pero nunca se logró nada.
Hoy en el guión ya escrito hace cuarenta años, vuelven a jugar su papel funesto. ¿Cuántos presos estarán dentro, escribiendo poemas para alentar la lucha del pueblo… para contar a los hijos de esta generación las atrocidades del nuevo villano?, así como lo hicieron los mártires del pasado que hoy se borran en las páginas de la historia ante la degradación del partido que secuestró su memoria.