«Golpe de Estado» es una frase que se usaba con frecuencia durante la guerra fría, hasta que la mayoría de países de la región alcanzaron la democratización en los primeros años de la década del 90. La práctica de nombrar en la presidencia a altos mandos militares acabó y con ello las dictaduras armadas que marcaron de forma sangrienta ese período de la historia.
Hoy, la frase regresa para convertirse en la defensa de Ortega ante las protestas masivas que desestabilizaron su gobierno y justificar su decisión de enviar paramilitares y policías a disparar a matar. Sin embargo, aunque estos protestantes no tenían respaldo militar ni armas- característica principal de un golpe de Estado- Ortega ve diferente a sus secuaces y aliados ideológicos, quienes en algún momento sí ejecutaron acciones armadas para instalarse en el poder. A continuación recordamos algunos de ellos.
Chávez, de golpista a «víctima»
El 4 de febrero de 1992 un grupo de militares se alzó contra el presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez. Mientras el resto de jefes militares alzados habían logrado controlar importantes guarniciones en el país, un delgado teniente coronel de voz grave y de nombre Hugo Chávez había fracasado en tomarse el Palacio de Gobierno de Miraflores. Él era el principal cabecilla golpista y tuvo que pedirle a sus compañeros que depusieran las armas. La cifra exacta de muertos nunca se supo. Oficialmente quedó en 32, aunque se habla que hubo hasta 300 víctimas mortales.
La falsa refinería de Hugo Chávez en Nicaragua
Diez años después, el 11 de abril del 2002, estallaron fuertes protestas contra las políticas autoritarias de ese militar que tras salir de la cárcel, por golpista, había llegado a la presidencia de Venezuela por la vía electoral en 1999. Ante el ataque de partidarios de Chávez contra los manifestantes opositores, un grupo de militares y empresarios aprovechan para capturarlo y deponerlo. Gracias al rápido accionar de sus partidarios y militares leales, Chávez pudo retomar el poder el 14 de abril, radicalizándose aún más e instaurando una de las más crueles dictaduras de América Latina en las últimas décadas.
Desde la óptica sandinista ambos hechos son vistos de manera diferente. El primero lo celebran, pero el segundo lo repudian. Para referirse al sangriento intento de golpe de Estado de Chávez contra el presidente Carlos Andrés Pérez, usan eufemismos como “levantamiento”, “rebelión” o “día de la dignidad”, y ni siquiera se atreven a mencionar la enorme cantidad de muertos que dejó el intento de Chávez de llegar al poder por la vía armada. Sin embargo, para referirse a los hechos ocurridos en el 2002 no tienen reparo alguno y lo llaman : Un golpe de Estado.
Un golpista llamado Fidel Castro
Otra intentona golpista celebrada por Ortega y su camarilla a lo largo de los años es el asalto al Cuartel Moncada. Un Fidel Castro, de 27 años, al mando de un grupo armado atacó el 26 de julio de 1953 el Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba. El objetivo de Castro era derrocar al dictador Fulgencio Batista. Otro grupo de golpistas atacó el cuartel Carlos Manuel de Céspedes.
El operativo militar fue un fracaso total. Fidel Castro fue capturado, enjuiciado y condenado a 15 años de cárcel. Durante el juicio dijo que la historia lo absolvería. En 1959 “inauguró” una dictadura familiar que aún hoy persiste. Mientras estuvo preso por golpista el dictador Batista le permitió estar en una celda con todas las comodidades y acceso a visitas. Menos de dos años después lo dejó libre gracias a una amnistía. La historia no absolvió a Castro. Hoy hay un consenso, incluso entre viejos admiradores, de que fue un dictador.
Castro y su golpe militar, es considerado un «héroe» por Ortega y sus fanáticos, al punto que este año le inaugurarán un «altar» en la UNAN-León.
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Gadafi, otro golpista devenido en «rey»
El 1 de septiembre de 1969 en Libia, un joven coronel, militante de izquierda, de nombre Muamar el Gadafi, se hizo con el poder al dar un golpe de estado al rey Idris I. El apoyo de los sandinistas a Gadafi se mantuvo firme hasta el 2011 cuando fue ejecutado luego de ser capturado por guerrilleros opositores. En los años noventa Ortega confesó que Gadafi era su benefactor económico. Ortega ni el resto de dirigentes sandinistas se refirieron a Gadafi como militar golpista y menos como dictador. Sus 42 años en el poder fueron una “revolución”, afirman.
La telaraña comunista de Grenada
En marzo de 1979 el gobierno de Eric Gairy, en Grenada (Antillas menores), fue depuesto por un golpe militar. El golpe lo dirigió el joven líder izquierdista Maurice Bishop. Este, un reconocido castrista, se autoproclamó Primer Ministro del pequeño país a través de Radio Grenada Libre. También se convirtió en Ministro de Defensa, Ministro del Interior, Ministro de Información y Salud.
El 13 de octubre 1983 fue derrocado por un golpe de Estado promovido por su viceprimer ministro, Winston Bernard Coard, y puesto bajo arresto domiciliario. El 19 de octubre fue liberado por partidarios, pero fue capturado nuevamente y asesinado por tropas del general Hudson Austin, quien asumió el poder. El 25 de octubre EEUU invadió la isla ante la amenaza que representaba Austin y su régimen comunista, donde había cientos de “consejeros” cubanos, quienes trabajaban en la construcción de un aeropuerto y al momento de la invasión opusieron una feroz resistencia armada a las tropas estadounidenses.
Ortega era un gran admirador del líder izquierdista asesinado (Uno de sus hijos se llama Maurice). También se opuso a la invasión de Estados Unidos.
En un ejemplo de suprema ignorancia (o bien, manipulación histórica), el 20 de octubre del 2020 El 19 Digital, un medio oficialista, publicó una nota donde Rosario Murillo recordaba a Maurice Bishop. En el pie de foto se señalaba: “Maurice Bishop fue asesinado por los invasores de su país”.
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Los intentos golpistas de Daniel Ortega
Tras la derrota electoral de 1990, Daniel Ortega hizo todo lo posible por desestabilizar a Violeta Barrios. En la historia han quedado las constantes amenazas del caudillo sandinista y de las violentas protestas organizadas por sus operadores políticos.
En abril de 1997, tras una serie de asonadas sandinistas en contra del gobierno de Arnoldo Alemán, Daniel Ortega advirtió que iba a volver a desatar la guerra en Nicaragua si el presidente liberal no cedía. “Si Alemán sigue con su programa dictatorial, volveremos a las armas», aseguró.
El fallecido expresidente Enrique Bolaños manifestó que durante su gobierno (2002 – 2007) escapó de tres maniobras golpistas orquestadas por Daniel Ortega en contubernio con Alemán. La primera fue cuando al iniciar su mandado la Corte Suprema de Justicia envió a la Asamblea una acusación en la que le señalaba de haber usado fondos del caso de corrupción conocido como “La Huaca” para su campaña electoral. El segundo intento fue en el 2004 cuando buscaron destituirlo cuando la Contraloría envió a la Asamblea un dictamen en su contra. El tercer intento fue en el 2005 cuando su gobierno se vio sacudido por violentas protestas callejeras organizadas por los dirigentes sandinistas Gustavo Porras y Telémaco Talavera.
Protestas justas o «intentos de golpes de Estado»
Las protestas antigubernamentales del 2018 en Nicaragua, Ortega asegura que fueron un intento de golpe de Estado en su contra. Organismos de derechos humanos han descartado tal cosa y más bien tienen documentadas graves violaciones a los derechos humanos por parte de las fuerzas armadas del Estado y del Frente Sandinista.
Las protestas que a finales del 2020 depusieron al socialista Evo Morales, en Bolivia, también son catalogadas por el sandinismo como un intento de golpe de Estado contra el «proceso revolucionario» en ese país.
Por el contrario, las protestas antigubernamentales del 2019 en Chile y las protestas del 2021 en Colombia no son consideradas por la propaganda sandinista como intentos «golpistas» o «desestabilizadores», sino protestas legítimas.
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Los sandinistas y su forma de referirse a las cosas desagradables
A lo largo de toda su cruenta historia, el FSLN ha sido experto en los “juegos de palabras” para expresar las cosas que dichas tal y como son en realidad no se ajustan a sus intereses políticos o pueden resultar chocantes.
Por ejemplo, el fracaso militar de lo que iba a ser la toma de Ocotal en 1977, la convirtieron en la “gesta” de San Sebastián, un enfrentamiento entre la Guardia Somocista y la guerrrilla sandinista en la que Ortega estuvo presente, aunque no combatió al estar a unas 300 varas de la línea de fuego.
Caso similar es la cruenta guerra civil de los años ochenta entre los sandinistas y la Contra. La propaganda comunista la convirtió en una supuesta guerra de “agresión” de EEUU, a pesar que ellos recibían apoyo militar de Cuba y la Unión Soviética.
Dictaduras o revoluciones
Los sandinistas también son bastantes “ligeros” en relación a los términos que usan para referirse a regímenes autoritarios. Cuando se trata de un dictadura de izquierda como la cubana, le llaman “gobierno progresista” o “revolución”, pero a un régimen autoritario como el de Pinochet en Chile no tienen problema alguno en llamarle “dictadura”.
Ellos incluso llaman «revolución” al período de 1979, en que derrocaron con las armas a los Somoza, a 1990, cuando fueron derrotados en las urnas por Violeta Barrios. Tras una lectura y crítico de ese período, muchos nicaragüenses han empezado a catalogar a ese primer régimen sandinista como una dictadura militar de izquierda.
Ajusticiamientos o asesinatos, robos o recuperación
A sus asesinatos y delitos, los sandinistas incluso le llaman de formas diferentes. Los asesinatos para ellos son “ajusticiamientos”, mientras que durante su lucha contra los Somoza sus asaltos a bancos o empresas eran “operativos de recuperación”.
Daniel Ortega es uno de los más conocidos por este tipo de asesinatos y atracos. El 18 de noviembre de 1967 fue detenido por la policía somocista por el asalto a un banco. Pasó siete años preso, hasta que fue liberado en 1974 tras el asalto a la casa de Chema Castillo. Las autoridades no sabían que Ortega había participado en el asesinato (“ajusticiamiento”) del sargento de Gonzalo Lacayo, un torturador somocista.
No les gusta admitir que se mueren
A la misma muerte la llaman de manera diferente. Los líderes sandinistas y sus amigos ideológicos de otros países, como Chávez y el dictador Fidel Castro, no mueren, “pasan a otro plano de vida”.
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