Irak persigue a «youtubers» y «tiktokers» acusándolos de compartir «contenidos decadentes» en los videos que publican en las redes sociales, una campaña liberticida según algunos críticos y activistas de derechos humanos.
Para luchar contra estos «contenidos contrarios a las costumbres y las tradiciones» de la sociedad iraquí, en gran parte conservadora y patriarcal, el ministerio del Interior anunció a mediados de enero la creación de un comité especializado.
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«Este tipo de contenido no es menos peligroso que el crimen organizado. Es una de las causas de la destrucción de la familia iraquí y de la sociedad», afirma el ministerio en un video difundido en las redes sociales.
Seguida por más de 145.000 personas en TikTok, Om Fahad fue una de las primeras en sufrir las consecuencias de esta nueva política.
A principios de febrero, la joven fue condenada a seis meses de prisión por publicar videos en los que aparece con trajes ajustados, bailando con música pop iraquí.
Unos días más tarde, otra «tiktoker» -bajo el seudónimo de «Assal Hossam»- fue condenada a dos años de prisión por publicar videos en los que muestra sus formas, a veces vestida con un uniforme militar.
En total, una decena de personas fueron detenidas por «contenidos decadentes», según un responsable del ministerio del Interior, que desea conservar el anonimato.
A través de una plataforma creada por las autoridades, 96.000 denuncias fueron enviadas por el público en general, según la misma fuente y, según la justicia, ya se dictaron seis sentencias en estos casos.
– Políticos de pacotilla –
En Amarah, en el sur de Irak, un juez de instrucción interrogó recientemente a cuatro celebridades de las redes sociales, sospechosas de «ofender las costumbres públicas y atentar contra el pudor», indica un comunicado del consejo supremo de la magistratura.
Entre estos acusados, liberados, figura «Abud Skeba» (161.000 suscriptores en TikTok), conocido por videos humorísticos interpretados con un acento estadounidense.
También Hasán Al Chamri, seguido en la aplicación china por más de tres millones de personas por sus videos donde, con un velo negro sobre el cabello y vestido de una chilaba, se disfraza de «Madiha», una iraquí de origen modesto y de fuerte temperamento.
En un video publicado después de su liberación, hizo su mea culpa, indicando haber borrado ciertas publicaciones con contenido «ofensivo». Sin embargo, afirma querer seguir haciendo videos.
Para perseguir a estos «tiktokers» y «youtubers», el Estado recurre a ciertos artículos del código penal «con una terminología vaga y elástica, como las costumbres públicas y el atentado al pudor», deplora Mustafá Sadun, del observatorio iraquí para los derechos humanos.
Palabras que dan pie a «interpretaciones», asegura.
Devastado por décadas de conflictos y enfrentamientos sectarios después de la invasión estadounidense que derrocó a Sadam Husein en 2003, Irak regresó a una apariencia de normalidad, a pesar de la inestabilidad política y la violencia esporádica.
Pero los derechos y las libertades personales o públicas -de las mujeres, de la oposición política o de las minorías sexuales- siguen tropezando con el yugo de una sociedad patriarcal, fuertemente impregnada de cultura tribal.
Si bien Sadun no aprueba los contenidos producidos por los youtubers y tiktokers en boga, pide a las autoridades que «castiguen más bien a los que publican noticias falsas y discurso de odio».
Según él, con la represión actual, teme que el poder esté «midiendo la temperatura» de la sociedad «antes de pasar a una etapa más peligrosa y hacer rendir cuentas a todos los que critican las instituciones del Estado y a los políticos».
Por su parte, el comentarista político Ahmed Ayyash al Samarrai se declara favorable a la condena de los «influenciers», recuerda que no son los únicos culpables.
«Desde hace 20 años, todos los días vemos los contenidos decadentes que nos presentan políticos de pacotilla, barones de la política y los que se llaman hombres de religión», denuncia en Twitter.
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