Al caer la tarde del 21 de noviembre de 2009, un hombre blanco, pecoso, de cabello rojizo, recio, conducía su vehículo por la Carretera Vieja a León con rumbo a Managua, acompañado de su familia.
Llevaba la radio encendida y escuchaba el discurso que esa tarde-noche ofrecía el dictador Daniel Ortega en una concentración en la que sus seguidores respaldaban que se presentase como candidato presidencial nuevamente, a pesar de que se lo prohibía la Constitución Política.
De repente, Ortega anunció que nombraba como nuevo jefe del ejército al general Julio César Avilés, para sustituir en ese cargo al general Omar Halleslevens.
El hombre chele y pecoso, que no era otro que el propio Avilés, al escuchar su nombre por la radio, detuvo el carro para escuchar mejor, ya que por donde iba no había buena señal.
Uno de sus hijos le preguntó:
–¿Sos vos ese, papá?
–Sí, ese soy yo.
Avilés tuvo que repetir varias veces que era él a quien Ortega estaba mencionando, porque sus otros hijos no dejaban de preguntarle. «Una y otra vez les confirmé que ese hombre de Jinotepe, de quien hablaba Ortega, era su padre», le contó días después Avilés a la revista Domingo de La Prensa.
De esa forma, desde que el actual ejército nicaragüense fue fundado en 1979, Avilés se convirtió en su quinto jefe.
Los cinco jefes que ha tenido el ejército fueron todos guerrilleros sandinistas en los años setenta, cuando luchaban contra la dictadura de Anastasio Somoza Debayle.
Sin embargo, Avilés tiene una gran diferencia con los cuatro primeros. Él no fue relevante como ellos en la guerra contra Somoza, sino solamente un guerrillero más, de tal forma que, cuando los sandinistas suben al poder, a Avilés solo le otorgaron el grado de teniente primero en el ejército, un rango muy bajo.
El primero de los jefes del ejército, Humberto Ortega, hermano del ahora dictador, fue el principal estratega de los sandinistas cuando eran un grupo guerrillero. El segundo, Joaquín Cuadra, se destacó en la lucha guerrillera, participando en operativos claves como la toma de la casa de Chema Castillo, en 1974. El tercero, Javier Carrión, participó igualmente en la toma de la casa de Chema Castillo y luego fue la mano derecha de Germán Pomares en el Frente Norte, y asumió el mando tras la muerte de Pomares. El cuarto, Omar Halleslevens, también participó en la toma de la casa de Chema Castillo y después fue jefe de la brigada Coronel Santos López.
Por su parte, Avilés perteneció al Frente Interno, luchando al lado de guerrilleros como William Ramírez, Mónica Baltodano y Omar Cabezas, pero no fue de los que dirigieron la guerra.
Por eso, cuando se forma el actual ejército, que nació como sandinista, a Avilés no lo incluyeron entre los comandantes guerrilleros, ni siquiera como subcomandante, sino que le otorgaron un rango muy bajo y tuvo que ir ascendiendo poco a poco.
Esa poca relevancia como guerrilero, sumado a su poco carácter y poca autoridad, lo dejó vulnerable frente al dictador Daniel Ortega una vez nombrado jefe del ejército, explica un exmiembro del ejército que pide el anonimato.
«(Avilés) tiene buena relación con ellos (Ortega y su esposa Rosario Murillo), pero no se siente a la par de ellos, no siente que tiene el gran poder de decidir. No se siente subordinado a la Constitución, como debe ser, sino que se siente subordinado a ellos, como agradecido porque lo nombraron», expresa el exmilitar.
A ello se le suma, explica la misma fuente, que entre Avilés y Ortega existen mandos intermedios que son asesores militares cubanos, venezolanos y rusos, lo que convierte a Avilés en un «administrador» del ejército, más que en un jefe.
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Un hombre parco y sin carácter
A Avilés le gusta alardear de que tiene 13 hijos con su esposa Concha Marenco Salinas.
«¿Te asusté?», le preguntó en 2010 a la periodista de La Prensa, Erika Gertsch, cuando ella se mostró sorprendida por la cantidad de hijos que el jefe militar dijo tener, aunque aclaró que dos de ellos son realmente sus sobrinos, hijos de una hermana fallecida.
Avilés, jinotepino, es hijo de Onelia Castillo y Julio César Avilés, reconocido abogado que en la Managua de los años setenta tenía un bufete en Bolonia, cerca de la iglesia San Francisco de Asís, en sociedad con los también reconocidos abogados Rafael Córdova Rivas, posteriormente miembro de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional (JGRN) a inicios de los años ochenta, y Julio Ramón García Vílchez, quien llegó a ser magistrado de la Corte Suprema de Justicia (CSJ).
Del papá de Avilés se cuenta, en las Memorias de la Lucha Sandinista de Mónica Baltodano, que era de los conservadores «zancudos» que pactaban con el dictador Anastasio Somoza Debayle.
A pesar de que como militar debe dar órdenes, en el seno familiar Avilés se define como un «padre consentidor» y tolerante para con sus hijos. «Muchas veces a la mamá es a la que he dejado que ponga el orden en la casa», explicó en 2010.
Esa autodescripción coincide con la que de él hacen algunos de sus excompañeros de armas, que lo catalogan como un hombre parco, introvertido, con poco carácter y hasta con limitaciones intelectuales.
«Es un tipo muy timorato, muy huraño, y sufre de pánico escénico», explica uno de sus excompañeros.
Esas características explican en parte porque es tan servil con el dictador Ortega, indica una fuente que fue militar, lo cual quedó confirmado en su discurso del lunes pasado 4 de septiembre, cuando dijo que «jamás» los militares darán un golpe de Estado en contra de Ortega.
Además, llamó «mercenarios» y «vividores» a los periodistas independientes.
Un exmilitar indicó que se trató de la primera vez que un jefe del ejército brinda un discurso tan cargado de política, cuando antes, en los aniversarios de la institución castrense, se limitaban a brindar estadísticas del trabajo realizado.
Una vida afectada por el alcohol
Amante de la hípica y de la crianza de caballos, la personalidad tímida de Avilés da un giro de 180 grados cuando se encuentra bajo los efectos del alcohol.
«Cuando está con sus tragos, echa la casa por la ventana. Se explaya. Se convierte en extrovertido», afirma un exmilitar.
Otro de sus excompañeros asevera que el alcohol ha afectado la vida de Avilés y relata dos hechos que lo perjudicaron durante los años ochenta.
La fuente afirma que, cuando Avilés era jefe de la Dirección de Tanque y Transporte, tuvo problemas de indisciplina debido a que constantemente estaba borracho, por lo que fue sancionado y trasladado a Quilalí, en la primera Región Militar.
Ahí, siempre por el alcohol, volvió a tener problemas porque, ebrio, habría apuñalado y matado a un contra que estaba prisionero en una trinchera, afirma el exmilitar.
Como castigo, lo trasladaron a otra zona, siempre de la primera Región Militar, pero donde estaba al mando Antenor Rosales, el que después fue presidente del Banco Central.
Rosales era duro con sus tropas, imponía mucha disciplina, aunque «no necesariamente él era disciplinado», comenta la fuente, y le daba maltrato a Avilés.
«Rosales era muy fuerte con Avilés, muy agresivo, y Avilés era como el hazmerreír de la primera Región Militar. Rosales lo vulgareaba delante de todo mundo. Su actitud era muy grosera realmente con Avilés», comenta el exuniformado.
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No era el destinado como jefe
Avilés no debería de ser el jefe del ejército en estos momentos, por diversas razones, no solo porque debió dejar el cargo el 21 de febrero de 2015, cuando se le venció su primer periodo, sino porque había otro general que debió subir y tampoco era el más idóneo para ese alto cargo.
Fue el general Omar Halleslevens quien le sirvió en bandeja el cargo a Avilés.
Hasta la jefatura de Javier Carrión, el jefe del ejército había sido un tropista, es decir, un general acostumbrado a dirigir tropas. Pero, en 2005, el presidente Enrique Bolaños decidió poner en el cargo a Halleslevens, quien dirigía la Inteligencia del ejército.
Como su segundo al mando era Avilés, Halleslevens decidió nombrarlo jefe del Estado Mayor General del ejército, lo cual lo ubicó como su sucesor.
En lugar de Avilés, quien debió asumir como jefe del Estado Mayor General era el general Óscar Balladares, entonces jefe de operaciones del ejército, y con mayor capacidad que Avilés.
Cuando Daniel Ortega regresó al poder en 2007, explica un exmilitar, comenzó a ver con buenos ojos a Avilés, porque se trataba de un militar con un carácter dócil, pues en esos días Ortega se preparaba para mantenerse en el poder a toda costa y necesitaba un jefe del ejército que no se le rebelara.
En 2009, cuando le correspondió nombrar al sucesor de Halleslevens, Ortega obvió mejores propuestas y decidió nombrar a Avilés, para garantizar su obediencia.
Luego, Ortega reformó la ley del ejército para eliminar la prohibición de no reelegir a los jefes del ejército en el cargo, aparte de aumentar los años de servicio en la carrera militar y subir la edad de jubilación de los militares.
Ortega terminó de allanar el camino a la reelección de Avilés mandando a retiro al entonces jefe del Estado Mayor General, Óscar Balladares, quien en 2015 debía suceder a Avilés, quien en ese año fue releecto para un segundo periodo.
Acercamiento con Rosario Murillo
En la actualidad, Avilés está en el tercer periodo como jefe del ejército, pues fue reelecto otra vez en 2020.
Este mandato se le vence en 2025, pero exmilitares comentaron a Nicaragua Investiga que es muy probable que Avilés sea electo para un cuarto periodo al frente del ejército.
Una de las razones para creer eso, aparte de la demostración que dio Avilés el pasado lunes, de ser fiel a los dictadores, es que Avilés tiene ahora un acercamiento con Rosario Murillo que antes no tenía.
Las fuentes explican que Murillo tiene control de todo el régimen, menos sobre el ejército, pues los militares solo se entienden con Ortega.
Sin embargo, los exmilitares tienen información de que eso está cambiando y que ahora Ortega le está permitiendo a Murillo que tenga mayor contacto y mejores relaciones con la cúpula del ejército.
Además, consideran las fuentes, Avilés se ha enriquecido a la sombra del poder de Daniel Ortega. Tiene fincas, acciones en empresas, una pedrera en Carretera Vieja a León y mucho dinero, aunque está sancionado por Estados Unidos.
«Ortega ha comprado la lealtad de Avilés y los otros 20 generales que lo acompañan y que copan los principales cargos en el ejército», dice uno de los exmilitares.
Si había una esperanza de una rebelión en contra de Ortega no será protagonizada por Avilés, explican las fuentes.
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