Gelia Barillas, de 58 años se recibió como la primera uróloga en Nicaragua, a pesar que muchos colegas médicos le mostraron recelo por el hecho de ser mujer. Barillas pasó por momentos complejos y comentarios llenos de prejuicios para motivarla a dejar la especialidad. Recuerda cómo batalló con los algunos doctores que hasta le dijeron: “para nosotros la prioridad es el binomio madre e hijo. ¡Escoge! O hacés ginecología o hacés pediatría”.
En el año 1989, rememora que la especialidad estaba dominada por hombres. Ella lo notó cuando tuvo que rotar en el internado del Hospital Antonio Lenin Fonseca, precisamente cuando ingresó a la sala de los pacientes que padecían de enfermedades prostáticas.
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“Desde que entré a la sala de urología a mí me encantó la especialidad a pesar que todo mundo la critica, porque en la sala de urología de todos los hospitales, lo primero que se siente es un olor a orín”, dice Barillas, quien tiene más de 25 años de experiencia en esta rama.
Los primeros obstáculos
Luego de un tiempo, terminó su servicio social y pide su carta de liberación en el SILAIS de Matagalpa y le preguntaron: “’¿Qué es lo que pensás estudiar?’ Le dije que quería estudiar urología. Llené una solicitud para hacer la especialidad que decía: primera opción, segunda opción y tercera opción”.
“Cuando yo voy a entregar el papel pongo en todas la opciones urología. ¿Cómo es que vas a ir a estudiar urología? ¿Qué no te has dado cuenta que esa especialidad es de varones?”, le dijo la persona que le recibió la solicitud, pero ella respondió: “no es de varones porque nunca se ha metido una mujer”, respondió con firmeza.
Asegura que a pesar de ser insistente y cumplir con todos los requisitos para la especialidad, no le aprobaron la residencia sino que la enviaron al departamento de León para que pudiera ser liberada y así poder ejercer la especialidad en Managua.
En León se encontró con el doctor Ernesto Medina, que en ese tiempo era el decano de la facultad de medicina en la UNAN-León, y fue quien le ayudó para poder agilizar la aprobación en el Conchita Palacios.
“Usted va a ser uróloga”
En ese centro se encontró con el médico Roberto Jiménez, quien era el viceministro de salud. “Definitivamente yo te voy a respetar tu decisión. Ándate ahorita y tenés que hacer la entrevista con el doctor German Gómez. Si German te recibe, usted va a ser uróloga”, le dijo Jiménez.
–“Gelia, mirá, no hay excepciones y aquí vas a ser tratada igual que los muchachos si vos estás dispuesta a hacer eso”, le dijo el doctor Gómez en el Hospital Lenin Fonseca.
“Llegó el primer día y me cuentan mis colegas que le caí mal a todos porque era la primera mujer en esa sala. El primer día me dejaron de turno, si había que hacer cambio de sonda, a la primera que me mandaban era a mí. Para ir al quirófano, la primera era a mí”, recuerda la uróloga.
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“A mí me trataron como trataban a todos los muchachos, es decir, a mí me tocó entrar cuando había once estudiantes de urología antes que yo”, dice.
Ella se dijo que tenía que demostrarles a los doctores que podía tener la misma capacidad. “En vez de bajarme las llantas y dejar la especialidad, todo lo contrario, me sacrificaba dos veces. Eso hizo que ellos se fueran convenciendo que yo podía ser mejor que ellos, porque esa era mi meta de título de uróloga”, comparte.
“Yo me enamoré de la urología porque mis maestros fueron los que me inspiraron para poder estudiar la especialidad. El doctor Germán Gómez, ya fallecido, fue como el papá para mí en la urología”, afirma la uróloga Gelia Barillas. También comenta que le gustó la urología cuando su papá estaba vivo, y además, era un paciente prostático. “Él me inspiró tanto y era porque mi papá tenía problemas de próstata”, dice.
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