En una humilde casa adornada de imágenes religiosas y cuadros fotográficos colgados en la pared, aún viven los recuerdos de quienes eran considerados los “niños eternos” de la familia por nacer con una discapacidad. Se tratan de Ana Dolores, de 49 años de edad, María Amalia, de 47 años, y Ervin Javier, de 53 años, todos de apellido Bello Bustos.
El cementerio de San Pedro, un patrimonio histórico de la nación entre el abandono y el olvido
Esta descendencia nandaimeña de un total de seis hermanos muy reconocidos en todo el municipio, vivió la escena más amarga en el 2021, tras la pérdida física de cuatro de ellos en solo seis meses, de los cuales tres fueron por COVID-19.
La pesadilla inició con la muerte del mayor de los hermanos con discapacidad intelectual, Ervin, quien batalló por más de un año contra un tumor cancerígeno en el cuello. Vecinos muy cercanos a la familia, lo describen como el “niño” más alegre de la casa, un encantador de mujeres, ansioso por la comida, y sobre todo, un apasionado jugador de béisbol.
“Me decía que en su casa le daban de comer y estaba bien cuidado. Su alegría era comer, no estaba gordo, pero sus conversaciones giraban entorno a la comida, “¡qué rico un arroz a la valenciana, verdad pipi!, y ¿a dónde hay un rezo?” decía. Él llevaba como una agenda de los rezos porque sabía que daban una torta o algo así”, explicó una vecina de la familia.
Con el pasar de los meses, la familia aún no lograba asimilar el fallecimiento de Ervin el cual ocurrió un 6 de abril de este año. Pero, la tragedia no acabó ahí. María Amalia, la más carismática y popular del barrio y quien a pesar de su discapacidad era una mujer que no se dejaba “amedrentar de nadie”, contrajo el virus del COVID-19 en una de tantas visitas que hizo a sus vecinos.
¿Cómo se contagiaron las tres hermanas de COVID-19?
Una mujer “chilera”, como la describe su hermano menor de 36 años de edad, Martín Salvador, se ganó el corazón de muchos nandaimeños que la vieron crecer y aprender de la vida. Según relatos de vecinos, ella “no podía platicar sino era a gritos, vulgar no era, pero los gritos eran fuertes. “¡Este vestido me lo regalaron, estoy linda!” decía. Se iba a los rezos, y gritaba que ese era su lugar; no se dejaba vulnerar sus derechos a pesar que tenía un retraso mental”, así la recuerdan.
Cifras oficiales sacan a luz mortalidad por Covid19 en 2020
Pero sorpresivamente, el coronavirus hizo que sus días de visitas se acabaran. Empezó un aislamiento inmediato, pero antes, contagió accidentalmente a su otra hermana con discapacidad intelectual, Ana Dolores, una mujer tímida y obediente, quien debido al avance de su trastorno desarrolló muy poco el sentido del habla.
Por tales circunstancias, Darling María, de 52 años de edad, la mayor de las hermanas, tomó la responsabilidad de la casa y el cuido de sus hermanas enfermas, de quienes también ha sido la tutora desde la muerte de su madre hace aproximadamente 15 años y luego que su padre formara una nueva vida junto a otra mujer.
Lastimosamente la enfermedad llegó a la casa para quedarse, puesto que Darling María también se contagió y rápidamente falleció. Fue un 3 de septiembre cuando su cuerpo no aguantó más y se rindió a la muerte dejando a sus dos hermanas con discapacidad en un estado de salud bastante delicado por el coronavirus.
Se dice que la salud de Darling empeoró rápido debido a que dos días antes, su padre José Salvador Bello, de 76 años de edad, un hombre diabético, murió por un infarto luego de presentar diferentes padecimientos crónicos que se descontrolaron al conocer la situación pandémica de sus hijas.
“Este 2021 ha sido muy duro para la familia; en la casa se siente un gran vacío”, narra entristecido el menor de los hermanos.
La COVID-19 sorprendió a esta familia llevándose a las hermanas con discapacidad intelectual
Tras los últimos acontecimientos, los días pasaron lentamente en esta casa y bajo un rotundo silencio luctuoso mientras María Amalia y Ana Dolores continuaban batallando contra la enfermedad aisladas en un cuarto y en un estado delicado.
La semblanza de Dora María Téllez, la exguerrillera que cumplió años en la soledad
A los seis días del fallecimiento de Darling María, Ana Dolores se rindió a la muerte a causa del coronavirus. La familia Bello Bustos vuelve a revivir la pesadilla de perder a un ser amado.
Pero ahí no termina la desgarradora historia de esta familia, pues María Amalia -la más querida entre todos los vecinos- también se rindió a la muerte por la COVID-19 el pasado 22 de septiembre. Fue la última en fallecer a pesar de ser la primera en contraer la enfermedad, demostrando que fue una mujer fuerte que luchó hasta el último día por aferrarse a la vida.
“Extrañamos los gritos de María Amalia, ella era como chilera, popular, y no solo aquí en la casa sino también en el barrio, y por eso mucha gente nos ha dicho, “ya no oímos esos gritos”, porque ella acostumbraba a ponerse a gritar con la gente”, manifestó Martín.
De una numerosa y alegre familia nandaimeña, hoy quedan dos hermanos y el dolor de haber despedido a cuatro de ellos que representaron el alma y la vida de la casa, una casa llena de muñecas y peluches que recuerdan la ternura e inocencia de dos hermanas que por medio siglo regalaron sonrisas y amor al vecindario de su barrio.
“Muy duro para la familia, pero uno trata de asimilarlo. Yo le pido a mi padre celestial que me de fuerza, y no caer en depresión”, dijo Martín, y agregó que continuará “luchando” junto a su hermana Angela del Carmen, de 49 años de edad, a quien se le ha ocultado las muertes de sus hermanas discapacitadas para evitar que pueda caer en “depresión”.
You must be logged in to post a comment Login