El retiro de las credenciales al embajador de Colombia, Alfredo Rangel Suárez el 23 de febrero, la expulsión de facto del Nuncio Apostólico Waldemar Stalislaw Sommertag el 6 de marzo y ahora el retiro del embajador sandinista en España, Carlos Midence, vino a avivar más el aislamiento internacional del régimen de Daniel Ortega.
Para Ortega cualquier critica que le haga otro país a sus actos constituyen una “injerencia en los asuntos internos de Nicaragua” e inmediatamente enarbola su discurso de “dignidad y soberanía nacional”, en un intento de victimizarse como el dirigente de una nación pobre y pequeña que se resiste ante el imperio estadounidense, los países capitalistas y, como él también ha dicho, los “peleles” locales.
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“Aquí está Nicaragua de pie, firme y adelante”, aseguró Ortega el 19 de julio del 2021 durante la celebración del 42 aniversario de la revolución sandinista.
No obstante, Ortega podría estarse equivocando y llevando al país aún más a una situación más crítica de la que está.
Tiziano Breda, analista de Crisis Group, considera que la medida tomada con el representante de la Santa Sede podría considerarse una de las decisiones “más extremas que se han tomado en este gobierno al cerrar las puertas y básicamente aumentar las tensiones diplomáticas con uno de los países que más cautelosos habían sido en el manejo de la crisis en Nicaragua”.
El analista recuerda que el Vaticano siempre había “intentado mantener un canal de comunicación abierto y de intercesión para buscar una convergencia de intereses y de compromisos tanto del gobierno como de la oposición”.
“Al hacer esto (expulsar al Nuncio) me parece que Ortega está radicalizando su posición y está señalando básicamente que no está dispuesto a mantener ningún tipo de conversación, de comunicación con cualquier interlocutor que no se preste a legitimizar su discurso oficial y su narrativa de los eventos o que opine o tome posiciones que estén totalmente alineadas con las del gobierno”, subraya.
Breda considera que Ortega “está efectivamente poniendo en riesgo de cerrar cualquier puerta, incluso con países que quería mantenerla abierta, y aislarse completamente, atrincherarse en una posición de la cual será cada vez más difícil salir”.
Contrario a toda lógica
En los mismos términos ser refirió otro analista bajo condición de anonimato.
“Habría que estar en la cabeza de Ortega y Murillo para saber lo que están pensando, pero a todas luces sus acciones son descabelladas, carentes de tacto diplomático. Se han peleado con los europeos, con los estadounidenses, con Canadá, y hasta con México y Argentina, que son, digamos, más cercanos ideológicamente a él”, afirma un analista bajo condición de anonimato.
“Ahora se está peleando con el papa (Francisco). (Con la expulsión de Nuncio), Ortega vino a romper un canal de comunicación, que aunque no era el mejor que digamos, por lo menos allí estaba disponible”, señala.
Para el analista “el gobierno actúa contrario a toda lógica” y “es como si quisiera adrede estar en permanente crisis”.
La difícil situación del Nuncio Apostólico
El régimen Ortega acusa a los líderes de la Iglesia Católica de Nicaragua de ser partícipes y celebrar un supuesto intento de golpe de Estado, tal como llama a las protestas antigubernamentales del 2018.
El nuncio Waldemar Stalislaw Sommertag estaba lejos de enmarcarse en ese perfil, ya que durante su misión diplomática de casi cuatro años no fue precisamente frontal en denunciar las graves violaciones a los derechos humanos en Nicaragua.
Contrariamente estuvo involucrado en serias polémicas con los opositores y parte de la opinión publica, como cuando en el 2019 la ex rea política Yaritza Rostrán lo acusó de haber llegado a la cárcel a pedirles que desistieran de una huelga de hambre para así poder avanzar en el diálogo entre el gobierno y la Alianza Cívica, o bien cuando reaccionó muy molesto por una caricatura de Pedro Molina.
“Lo que hace el Nuncio es sacrificar su vida, su trabajo, su espacio, porque yo tengo otro trabajo que hacer y si ustedes quieren pintarme colores, bueno, yo no puedo decir nada, pero por favor vean primero los hechos y dejen las palabras vacías que ofenden, que tienen el poder de confrontación de uno con otro”, manifestó en esa ocasión Stalislaw Sommertag visiblemente enojado ante periodistas.
«Vean los hechos, no critiquen solo lo superficial que se ve. Yo soy imparcial no tengo apego a ningún partido político», sostuvo.
Al conocerse la salida del Nuncio de Nicaragua, volvieron a resurgir las críticas, entre estas las del sacerdote Edwing Román. “El Sr. Waldemar Stanislaw hizo mucho daño al país y a la Iglesia. Se acopló al régimen dictatorial de Daniel Ortega, nunca fue claro con las preguntas directas de los medios de comunicación, e ignoró la realidad del pueblo nicaragüense, independientemente seamos católicos o no”, fueron las duras palabras de Román, uno de los sacerdotes más asediados por el régimen sandinista, hasta que en agosto del 2021 viajó hacia EEUU y desde entonces no ha retornado al país.
Las acusaciones contra Colombia
En relación a Colombia, Ortega tampoco se ha medido. El 21 de febrero durante un acto público tachó a ese país de “narcoestado”. Esa misma acusación la había hecho en diciembre pasado.
El gobierno de Iván Duque protestó y aseguró que era un señalamiento que afectaba “el honor de la nación”. “Rechazamos estas declaraciones que infructuosamente buscan distraer la atención de la comunidad internacional sobre la crítica situación de derechos humanos y las múltiples violaciones que sufren los ciudadanos nicaragüenses, los partidos políticos y los opositores al régimen de Ortega, de las cuales es testigo el mundo entero”, dijo la Cancillería de Colombia.
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La andanada de insultos a España
Pero si con Colombia las relaciones diplomáticas son malas, con España son aún peores. A lo largo de los últimos años, las condenas del gobierno español a las violaciones de derechos humanos y falta de democracia en Nicaragua fueron respondidos por insultos proferidos tanto por la Cancillería como por la misma Rosario Murillo. En agosto del 2021 en una alocución por medios oficialistas Rosario Murillo dijo que España carecía de “autoridad moral” y la acusaba de “falacia, encubrimiento, mentiras, delitos, crímenes de odio y lesa humanidad, que no confiesan, pero que todo el mundo conoce, y condena”.
España llamó a consultas a su embajadora María del Mar Fernández y desde entonces el régimen de Ortega no le ha permitió retornar a Nicaragua.
Este 10 de marzo el régimen anunció que retiraba a su embajador en España, Carlos Midence, sin embargo, en realidad lo que Ortega estaba haciendo era adelantarse a su expulsión.
“El Ministerio de Asuntos Exteriores ha convocado hoy al Embajador de Nicaragua en España ante la negativa de aceptar la vuelta a Managua de la Embajadora de España. Dada la asimetría existente, se anunció al Embajador que se aplicaría el principio de reciprocidad, con lo que tomaron la decisión de retirar su Embajador con carácter inmediato”, aclaró la Cancillería española a una consulta realizada por el medio de comunicación DESPACHO 505.
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