Al final de una calle con hoteles de lujo, una decena de casas de zinc y madera pasan inadvertidas para los turistas en el balneario de Jacó, Costa Rica. Ambos lados son bañados por el mismo mar, pero no por la misma suerte.
Desde hace tres meses, estadounidenses, canadienses y europeos vuelven a llenar las calles de esta ciudad del Pacífico, dos años después de una pandemia que golpeó al turismo, motor económico de este país de Centroamérica.
«En las redes sociales, en todos lados escuché que mucha gente viene ahora aquí. Estuve antes en Estados Unidos y mucha gente viene de allí a México y luego a Costa Rica y por eso quería explorar», dice la turista alemana Jessica Friesen, de 27 años, antes de entrar al mar.
Jacó tiene olas óptimas para el surf y atardeceres naranjas perfectos para Instagram. Algunos visitantes prefieren cabalgar sobre la arena.
Una cadena montañosa habitada por monos y guacamayas rodea la ciudad, mientras por el río Tárcoles los cocodrilos transitan cómodamente.
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Si bien es una de las ciudades con mayor índice de desarrollo humano de Costa Rica, la prosperidad no llega a a todos en este país donde el 23% de sus 5 millones de habitantes es pobre.
Un dilema que deberá resolver quien salga elegido presidente en el balotaje del 3 de abril.
-Reviviendo el cementerio-
Eliecer Morales tiene 82 años y es uno de los primeros habitantes de Jacó, ciudad creada en 1965. Participó de la construcción y crecimiento del balneario, incluso de lujosos hoteles de playa que son sus vecinos.
«Jacó era unas cuatro casitas. Y ahora verlo como está, da gusto. Pero más difícil se le pone la vida a uno. Para el que es pobre como yo, que vivo arrimado, con la pensioncita y la pesca mía que hago», cuenta.
Tras sufrir un accidente y perder su trabajo, no tuvo para pagar un alquiler. Hace 22 años pidió permiso a la municipalidad y se instaló sobre el terreno del antiguo cementerio de Jacó, en un área pantanosa rodeada por manglares, y construyó su casa con láminas de zinc, entre cruces y lápidas.
«Hay que tenerle más miedo a los vivos que a los muertos», sostiene. Allí ya estaba enterrado uno de sus hijos, quien falleció a los 3 años.
Las constantes crecidas de río Quebrada Bonita, que desemboca en el Pacífico, casi por la puerta de su casa, se han llevado varias tumbas.
Eliecer sembró árboles de banana y aguacate. Su esposa, seis de sus ocho hijos y sus nietos están instalados allí. Son 35 personas.
Sobrevive de la pesca, vendiendo a los turistas parte de lo que captura, y de una pensión equivalente a 200 dólares.
Está acostumbrado a su rutina y ya no quiere dejar el lugar, que cuenta con energía eléctrica. Sus hijos tienen distintos trabajos en el pueblo y eso, dice, le da tranquilidad.
Pero espera que un nuevo gobierno mejore la vivienda de la población, entre ellas la suya. «Este [presidente] que se va no hizo nada (…) El que viene, que ayude más a los pobres, una casita, lo que más necesitamos», sostiene.
-La vivienda-
Jacó se encuentra en el cantón de Garabito, cuyo alcalde es Tobías Murillo. Él logró mantener las playas abiertas para el turismo local pese a la pandemia, para que la economía de su ciudad no se terminara de derrumbar.
Dice que los problemas económicos no son por falta de trabajo, sino porque Jacó se ha convertido en un balneario caro.
«Hay gente que trabaja en bancos, entidades estatales, grandes hoteles. El problema es que Jacó es caro» y su dinero no les alcanza para alquileres, dice Murillo.
El alcalde cree que el nuevo gobierno que ingrese debe eliminar las trabas burocráticas para las viviendas sociales.
-País con estabilidad-
Jeniffer Hascall es estadounidense y propietaria hace siete años, junto con su esposo, de Croc’s Hotel y Casino, el más lujoso de Jacó. La pandemia la obligó a reducir sus trabajadores de 280 a 105. Todos son costarricenses.
Sus insumos, desde frutas a pescados, tratan de adquirirlos a proveedores locales. Esperan que pronto todo «vuelva a la normalidad» y que haya más inversiones.
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«Costa Rica es uno de los países más estables de Centroamérica. Creo que los inversionistas extranjeros están cómodos en colocar su dinero aquí», explica Hascall.
Eliecer dice que los hoteles que tiene al lado de su casa «son buenos vecinos» y que mientras más turismo haya, mejor para el pueblo.
Espera, más bien, que sea el nuevo gobierno el que se preocupe por los pobres. «Desearía que haya un buen presidente que ayude a todos. Costa Rica necesita ayuda», sostiene.
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