Cientos de seguidores se reúnen cada noche bajo balcón, la coalición gubernamental cierra filas en torno a ella, y la oposición se muestra dividida sobre cómo reaccionar. Amada o denostada, la expresidenta Cristina Kirchner vuelve a acaparar la escena política en Argentina.
Un juicio por presunta corrupción durante su gobierno (2007-15) y el pedido de la Fiscalía de doce años de cárcel e inhabilitación política contra Kirchner, actual vicepresidenta, desencadenaron la semana pasada numerosas manifestaciones, aún antes de un veredicto.
Cantos, lágrimas, fuegos artificiales, bailes y redoble de tambores, pero también disturbios, pedradas y choques con la policía se adueñaron de la elegante esquina donde vive Kirchner, en el barrio Recoleta de Buenos Aires, convertido en lugar de peregrinación para un sector del electorado peronista y en foco ígneo de una polarización cada vez más crispada de la política argentina.
Para los militantes, un objetivo: «defenderla», y una consigna: «Si la tocan a Cristina qué quilombo (lío) se va a armar». En muchas paredes, hay grafittis que reclaman «Cristina 2023», en alusión a las elecciones del año próximo.
Y de golpe, las sospechas más acuciantes de los últimos tiempos -una inflación desbordada de 71% en los últimos doce meses y una pobreza que afecta a 37% de la población- quedaron relegadas a segundo plano, al igual que las diferencias dentro de la coalición gobernante Frente de Todos, que en julio forzaron la salida de dos ministros de Economía.
«Volvió la grieta»
A partir del alegato de la fiscalía «se continuará una acelerada reactivación de la polarización política entre el kirchnerismo y el antikirchnerismo. Durante casi dos décadas, éste ha sido el eje de la política argentina, el que visto en perspectiva, se ha ido incrementado y no disminuyendo», dijo a la AFP el analista Rosendo Fraga.
El politólogo Raúl Aragón, de la Universidad de La Matanza, refirió que al presentar su proceso judicial como una «persecución al peronismo», Kirchner evitó «aglutinar a todo el peronismo, porque es un reflejo condicionado del peronismo que estuvo proscrito por 18 años, primero, y que después en la dictadura puso la mayoría de los muertos».
Aún si el peronismo es un movimiento más amplio y complejo que su versión moderna de kirchnerismo, una corriente de centro-izquierda que se afianzó a partir de 2003 con los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, la coyuntura del juicio «configura una determinante por la cual todo el peronismo se unifica con miras a 2023”, subrayó Aragón.
A la vez, Kirchner pudo sembrar la discordia entre los principales dirigentes de la oposición de centro-derecha Juntos por el Cambio, con el alcalde Horacio Rodríguez Larreta, uno de los presidentes, y la exministra de Seguridad Patricia Bullrich ventilando en público sus diferencias sobre cómo actuar ante las manifestaciones en Buenos Aires.
Y con el pasar de los días, la noticia se trasladó a estas disputas: «volvió la grieta y golpeó a la oposición», refirió el diario conservador La Nación. “La irremediable centralidad de Cristina”, tituló el portal Infobae.
«Cristina encontró en el delirio del santuario de la calle Juncal (su residencia) una forma de tapar las pruebas de la corrupción y la crisis y el ajuste, y la oposición su incompetencia: no se cansan de tirar afuera los penales sin arquero que les regala el Gobierno», editorializó este miércoles el diario Clarín.
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Declive
Pero por intensa que sea la relación de Kirchner con sus seguidores, algunos de los cuales la califican como «una madre», su figura no consigue remontar el fuerte rechazo que genera en el electorado.
«Ella no puede ganar una elección nacional, tiene casi 65% de imagen negativa. Ella lo sabe y todo el peronismo lo sabe. Sin embargo, en un escenario de elecciones primarias, Kirchner es la que mejor mide, con 25 puntos. ¿Qué quiere decir eso? Que no se puede armar una fórmula electoral sin Cristina acordando”, explicó Aragón.
Justo lo que ocurrió en 2019, cuando tuvo que lanzar a su exjefe de gabinete Alberto Fernández a la presidencia y reservarse el puesto de vicepresidenta.
Obtener un escaño parlamentario que le brinde inmunidad en caso de una condena es un incentivo de cara a las elecciones presidenciales y legislativas del año próximo. Quienes buscan proscribir la escena política a través de lo que ella denuncia como «lawfare» o maniobra judicial corren el riesgo de consolidarla en el poder.
«Cristina Kirchner, desde lo personal, es una mujer preocupada por su libertad y la de sus hijos (implicados en otra causa). En lo político sigue siendo la principal jugadora del escenario», resumió Aragón.
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