La pandemia de COVID-19 no ha terminado y las heridas que sus etapas más álgidas dejaron en familias enteras aún están en proceso de cerrar. Las cifras oficiales de la Organización Panamericana de la Salud dan cuenta de más de 2,8 millones de muertes acumuladas en la región por la enfermedad hasta esta semana.
Mientras el proceso de vacunación avanza en la región más desigual del planeta -como la llamó la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) en un reporte conocido semanas antes de que se declarase la pandemia-, la mayor parte de los latinoamericanos han empezado a ver con cierta decepción que las promesas de una “nueva normalidad”, que implicaban mejoras, se van desvaneciendo.
“Hemos vuelto a nuestra antigua normalidad, pero creo que estamos peor. No hemos aprendido nada. Si te quieres atender en un hospital, tienes que esperar meses para que te den una cita, tienes que llegar casi muriéndote para que te atiendan. ¡Ah! Y para conseguir una cita tienes que madrugar y pierdes horas haciendo fila”, dijo a la Voz de América, Betty Uscamayta, de 46 años, quien se gana la vida limpiando hogares en Lima y que desde antes de la pandemia espera por una operación de vesícula.
Perú fue uno de los países con las tasas de mortalidad más altas en el mundo por COVID-19. La precariedad de su sistema sanitario, fragmentado, mal gestionado y afectado por la corrupción, quedó al desnudo con la pandemia. En su momento las autoridades trataron de fortalecerlo dotándole de recursos económicos, humanos y se prometió una profunda transformación, pero el esfuerzo no avanzó, según el exministro peruano de Salud Victor Zamora, médico y experto en salud pública.
“Se aprovechó la pandemia para revertir esta situación, pero de manera temporal. El gobierno de (Pedro) Castillo ha detenido el avance producido durante la pandemia y no ha hecho avance alguno en revertir la situación de precariedad del sistema”, dijo a la VOA y recordó que, terminada la fase aguda de la pandemia, “las lecciones aprendidas quedaron olvidadas y las promesas de fortalecer el sistema y reformarlo, archivadas”.
Y la truncada transformación del sistema de salud peruano prácticamente se replica en Colombia.
Dionne Cruz, expresidenta de la Asociación Colombiana de Salud, dijo a la VOA que, después de la pandemia, “no hay realmente un cambio sustancial en el sistema de salud colombiano, falta mucho que hacer y justamente por eso creo que hoy estamos todos abocados a pensar, de manera conjunta, en el tema de la reforma al sistema”.
Para Cruz, quien además es profesora de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Javeriana, la situación de atención en salud en el país sigue siendo crítica; son frecuentes las quejas relacionadas con las citas con especialistas, la prestación de exámenes y la entrega oportuna de los medicamentos.
“Esa dilación y esa negligencia y esa ineficiencia del sistema pues le cobra la vida y resta muchísimo en calidad de vida para las personas”, dice la expresidenta, quien aclara que lo que sí ha ocurrido tras la pandemia es que las personas son más conscientes en el cuidado y la prevención.
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En Venezuela
En tanto, en Venezuela, el panorama del sistema sanitario sigue siendo desolador y no se vislumbra una recuperación a mediano plazo, especialmente ante el deterioro de la infraestructura y la inexistencia de una política de “adquisición y reposición” de equipos e insumos, afirman expertos.
“Durante la pandemia no hubo inversiones, no hubo una mejoría del personal sanitario (…) En Venezuela, el sistema de salud, en vez de prepararse para cuando acabase la epidemia, volver al funcionamiento normal, nunca se hizo y más bien el deterioro fue mayor porque se murió personal sanitario y pudo haberse evitado”, dijo a la VOA Jaime Lorenzo, director de la organización Médicos Unidos de Venezuela.
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