Recién leí un excelente reportaje del periodista Eduardo Cruz sobre la Dirección General de la Seguridad del Estado (DGSE), que me ha provocado tocar un tema viejo que es también muy actual: la absoluta ventaja conspirativa que tiene el FSLN sobre todas las fuerzas organizadas del país, porque ninguna de ellas posee ese enfoque dado por casi 30 años de lucha armada clandestina contra la dictadura somocista que después, con el ejercicio del poder, potenciaron desde en la DGSE, donde había una influencia cubana sin límites y recibían ayuda especialmente de la URSS, la RDA y Bulgaria.
La Seguridad del Estado tenía múltiples áreas y por eso encontramos exagentes con diversas visiones, pero con un aspecto común a todos, como un principio, independientemente de que unos lo hayan asumido más que otros en la práctica en dependencia de la especialidad de cada quien: es la capacidad de despojarse de sentimientos que pudieran perturbar el cumplimiento de una misión (hasta da frío).
La principal característica del agente de la Seguridad del Estado está asociada con ser implacable, despiadado e imperturbable, no importa la persona ni la familia que haya que afectar –esta palabra tiene un significa ilimitado– porque no se trata de un ser humano, solo de una misión, solo el objetivo que se persigue, y para lograrlo vale todo, absolutamente todo.
Para la DGSE era clave –lo es- identificar debilidades y fortalezas de los enemigos, potenciales enemigos y también de los aliados y de los mismos militantes del FSLN. Conocer las debilidades y usarlas en el momento preciso produce «milagros» en el comportamiento de alguna gente y por eso los inescrupulosos dirigentes de la Seguridad tenían en un puño a muchos, por eso vimos casi asombrados «inesperados cambios espectaculares» sobre todo en algunos opositores.
Como el fantástico ilusionista Harry Houdini
Cuando no era posible identificar una debilidad de la cual echar mano, esa piel imperturbable le permitía –le permite—al agente fabricar la situación necesaria, cualquiera, como si fuera el fantástico ilusionista Harry Houdini o un dios todopoderoso, para doblarle el brazo a quien fuera. Hacer aparecer tal cosa como una situación muy comprometedora, es parte de su especialidad.
¿Recuerdan aquella maravillosa trilogía de “El Padrino” y la hermosa cabeza ensangrentada de un valioso caballo de raza entre las blancas sábanas de la cama del poderoso productor cinematográfico Jack Woltz y el espantoso despertar de la víctima aterrorizada?
El cantante Johnny Fontane –algunos creen que representaba a Frank Sinatra–, medroso ahijado del jefe mafioso, le pide ayuda para volver a un primer plano participando en una película cuyo productor, Woltz, le niega el papel. Don Corleone lo abofetea por llorón, pero toma nota de su pedido, averigua la principal debilidad del cineasta, manda a decapitar a su espléndido caballo pura sangre “Khartoum” de 600 mil dólares y a poner su cabeza en su cama. El papel fue para Fontane.
Comprometer mediante favores o regalos
Esta y más situaciones tenebrosas y perturbadoras pueden salir del catálogo de un entrenado agente de la Seguridad del Estado, de acuerdo al perfil de la persona que haya que “persuadir” o “castigar”.
Francisco Aguirre pudo haber caído en una trampa por ambicioso y deshonesto, no sé realmente qué ocurrió, pero no sorprendería que le hubieran montado toda esa escenografía apoyados en el conocimiento de que a él le atraen objetos culturales antiguos, pero no es amigo de pagar su real valor, como lo hacen muchos ricachones.
Otro filón del agente de la Seguridad del Estado es el de comprometer al objetivo mediante favores o regalos. En una dramática y urgente necesidad, súbitamente, de la nada, aparece una providencial “mano amiga” y en un abrir y cerrar de ojos resuelve el problema. La persona beneficiada queda inundada de un incontenible sentimiento de gratitud que vuelca hacia “su desinteresado” benefactor.
Ante esta capacidad casi ilimitada, los adversarios de la dictadura tienen que actuar con extrema cautela y abrir sus ojos como nunca jamás en sus vidas, pero, sobre todo, ser íntegros, rectilíneos y honestos como el que más, para no caer en las sencillas o complejas cáscaras de banano que tan bien saben poner los agentes de la Seguridad del Estado.
- El autor es periodista
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