La Asamblea Popular de China comienza el domingo su sesión anual en la que debe aprobar un tercer mandato presidencial inédito para Xi Jinping, indiscutible en el cargo a pesar de la crisis del covid y sus repercusiones económicas.
No existen dudas de que Xi mantendrá el cargo tras haber sido reelegido en octubre para otros cinco años como líder del Partido Comunista y de las Fuerzas Armadas, las dos posiciones de poder más importantes en la política china.
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Desde entonces, el dirigente de 69 años enfrentó desafíos inesperados con protestas contra la política de cero covid y su subsecuente abandono que provocó numerosas muertes.
Estas cuestiones quedarán seguramente de lado en la reunión de la Asamblea Popular Nacional, un evento cuidadosamente coreografiado que también nombrará a Li Qiang, exjefe del partido en Shanghái y aliado de Xi, como nuevo primer ministro.
Se espera que la sesión plenaria dure alrededor de diez días y culmine con el respaldo a la presidencia de Xi de los 3.000 delegados que se reunirán en el Gran Palacio del Pueblo de Pekín.
«Es probable que la opinión pública no lo vea con buenos ojos: la política de cero-covid dañó la fe de la población», consideró Alfred Muluan Wu, profesor de la Universidad Nacional de Singapur.
Sin embargo, Xi todavía goza de una posición «bastante fuerte» en la cumbre del partido que lo hace virtualmente incuestionable, opinó Wu.
China mantuvo hasta diciembre una de las política anticovid más estrictas del mundo, con test masivos y largos confinamientos que perturbaron el crecimiento económico y la vida social.
El malestar estalló en noviembre con las manifestaciones públicas más extensas en décadas.
La política sanitaria se desmanteló poco después, provocando un estallido de contagios y muertes que las autoridades apenas comunicaron oficialmente.
El país todavía se recupera del brote y de tres años en que las empresas, los empleos y la educación quedaron subyugados a la exigencia del gobierno de acabar con el virus a cualquier precio.
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Los expertos entrevistados por AFP prevén que los legisladores establezcan los objetivos de crecimiento económico más bajos en décadas.
Sin embargo, no hay sombras de dudas sobre la posición de Xi, que ha llenado los principales órganos del partido con personas leales.
Protestas
En vez de amenazar el poder de Xi, las protestas del año pasado «le dieron precisamente lo que estaba buscando», dijo Christopher Johnson, presidente de China Strategies Group.
«Si abandonar el cero covid iba bien, podía (…) decir que escuchó a la gente. Si iba mal, podía culpar a los manifestantes y las ‘fuerzas foráneas hostiles’ que su jefe de seguridad sugirió públicamente que estaban detrás de ellos», escribió en un artículo en la revista Foreign Affairs la semana pasada.
Steve Tsang, director del SOAS China Institute de la Universidad de Londres, dijo que Xi tiene la oportunidad de alardear de su respuesta a la presión.
«Actuó con decisión cuando las protestas incluían llamados a que él y el Partido Comunista se fueran. Las sofocó y eliminó su causa básica», dijo Tsang a la AFP.
Frías relaciones con Occidente
Los delegados de la Asamblea Nacional y de la concurrente Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino aprobarán también una serie de cambios de personal y debatirán asuntos diversos, desde la recuperación económica a una mejora de la educación sexual en las escuelas, según informaciones de medios estatales.
Las reuniones sirven de foro para que los asistentes presenten nuevos proyectos, pero influyen poco en la gestión más global de China.
El cónclave de este año se produce en medio de un enfriamiento de la relación con los países occidentales.
Una disputa con Estados Unidos por unos supuestos globos de espionaje aumentó la preocupación existente por la ambigua posición de Pekín sobre la invasión de Ucrania por parte de su aliada Rusia.
Además de anunciar el objetivo del PIB para el próximo año, el primer ministro saliente Li Keqiang debería anunciar el domingo un compromiso para incrementar el gasto militar.
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