“Las primeras impresiones de Nicaragua fueron buenas. Luego me detuvo la policía”, con ese título el periodista irlandés Peter Murtagh narra lo que le tocó vivir en su paso por Nicaragua, de donde se llevó más malas que buenas experiencias.
En la nota que publica en The Irish Times, describe que en la última etapa de su viaje por las Américas, cruzó de Costa Rica a Nicaragua, “donde a los funcionarios no parece gustarles los periodistas y a mí no me importa mucho el brazo codicioso de la ley”.
Murtagh es ex periodista The Irish Times, fue redactor de extranjería, redactor de opinión y redactor de informativos y reportajes de la edición sabatina del diario.
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La llegada a Nicaragua
Entró a Nicaragua por Costa Rica. Pero en la frontera nicaragüense asegura haber vivido toda una odisea.
Murtagh relata que a los funcionarios nicaragüenses no les gustan los periodistas. “O, para decirlo de manera más neutral, un periodista que se presenta en la frontera parece ponerlos nerviosos. En primer lugar, estaba la actitud hosca”.
Al mencionar que su ocupación era periodista, el funcionario se quedó impávido que le rectificó su cargo nuevamente ¿Periodista? A lo que el irlandés respondió sí. “Retirado, añadí, soltando la perorata del viaje”.
Se le llevaron el pasaporte y tarjeta de prensa, tras media hora, apareció una enfermera, lo ubicó en una silla y después de una hora, regresó con un montón de preguntas sobre su profesión.
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“Yo les respondí lo mejor que pude, diciendo que no podía contestar muchas porque yo andaba día a día y yendo a donde me llevaba el viaje. No estoy seguro de que pudiera manejar este concepto y siguió buscando respuestas inamovibles sobre mis planes”, aseguró.
Así mismo le resaltó que era el primer país donde le han hecho tales preguntas. Hora y media después lo llamaron a la pantalla, le sellaron el pasaporte y pudo entrar.
Un vuelterío y sus impresiones de Nicaragua
Tras un vuelterío con sus documentos de aquí para allá, finalmente le entregaron el permiso de aduana para importar la bicicleta temporalmente con la que viaja.
“Inmediatamente dentro de Nicaragua, el camino estaba lleno de puestos, en su mayoría vendiendo refrescos, frutas, otros alimentos y cosas por el estilo. Pero el primer puesto vendía seguros”, dice el experiodista, donde fue atendido por dos señoras que le vendieron una cobertura de terceros por un mes por 12 dólares, respaldada por una hoja de papel de aspecto oficioso con sus sellos, quienes se mostraron contentas de haberlo atendido.
“Las primeras impresiones de Nicaragua fueron buenas. La carretera al noroeste de la frontera, la Carretera 1, parte de la Carretera Panamericana, tenía solo dos carriles, uno en cada dirección, pero estaba en un estado razonable de reparación”, asegura el extranjero, quien describe que estaba bordeado de árboles, a la orilla del Lago Cocibolca, sus islas. “Era una escena muy pintoresca y yo ya estaba pensando: bueno, digan lo que digan de Nicaragua, todo esto es bastante agradable”, confesó el irlandés.
“Amado” por los policías y sus infracciones
Transcurrido 10 kilómetros a lo largo de ese camino, una patrulla con dos jóvenes oficiales, apoyados por un policía paramilitar armado con un rifle lo detuvo.
“Ningún otro vehículo de la línea de, creo, cuatro vehículos fue detenido. La conversación fue breve: se exigió pasaporte, licencia y otros documentos para moto. Entregué todo, incluida la cobertura del seguro, y fueron examinados en detalle. El oficial a cargo de los asuntos los devolvió, excepto la licencia”, cuenta en su crónica.
Le manifestaron que había una infracción, que sería multado y retenida la licencia. «Les Dije que no había habido infracción, que yo estaba en una fila de vehículos y era el único detenido. ¿Por qué fue eso? Sorpresa sorpresa, no estaba interesado. Pero, sorpresa sorpresa otra vez, podría pagar la multa ahora. ¿Y cuánto podría ser eso? Dijo $20”.
Refiere que sacó su billetera y él (oficial) se movió muy cerca de mí, protegiéndome de la vista de los automovilistas que pasaban. “Conté los $ 20, algunos cinco y muchos unos, y seguí moviéndome para que todos los que pasaban pudieran ver lo que estaba sucediendo. Cada vez que lo hacía, se acercaba a mí hasta que puse mis brazos sobre su hombro derecho y conté el dinero a sus espaldas, por así decirlo, a la vista de los autos que pasaban. No le gustó eso”, apunta.
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Media hora más tarde por la carretera, una nueva patrulla lo detuvo. “Una vez más, había cometido una infracción, supuestamente, y de nuevo, por extraño que parezca, yo era el único señalado de una larga fila de vehículos, todos avanzando a la misma velocidad, que era de 80 km/h”. relata.
En esta ocasión no se pidió ni se sugirió dinero, pero el policía llamó a un amigo, Mike, que hablaba bien inglés y fue mediador. El periodista le contó a Mike sobre el encuentro anterior y su resultado y le preguntó si esto era lo que tenía que esperar en Nicaragua, cuatro horas en el país y durante cada encuentro con la policía.
“El teléfono, que era del policía, iba y venía entre los tres, Mike traduciendo. Me quitarían la licencia y me impondrían una multa. Podría pagar la multa al día siguiente en un banco y retirar la licencia el viernes, tal vez lunes o martes, en Managua. Le dije a Mike que esto era una barbaridad, que me iba del país el domingo o el lunes y que la policía de Nicaragua me parecía una pandilla de sinvergüenzas uniformados. Le devolví el teléfono al policía”, manifiesta el extranjero.
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