La dictadura sandinista de Daniel Ortega y Rosario Murillo ha intensificado su retórica contra los medios independientes, denominando como «terrorismo mediático» a cualquier cobertura crítica de su gestión. Esta narrativa forma parte de una estrategia más amplia que busca consolidar el control absoluto de la información en Nicaragua.
«Nicaragua fortalece sus alianzas comunicacionales a nivel internacional al estrechar lazos de cooperación con medios anti hegemónicos de Latinoamérica, China, Irán y Rusia» reportó el lunes el19digital, propiedad de Rosario Murillo.
El manual autoritario en acción
La administración Ortega-Murillo no innova en sus métodos. Su aproximación al control mediático replica fielmente las tácticas empleadas por regímenes autoritarios consolidados como China, Rusia e Irán. Estos países han perfeccionado el arte de criminalizar el periodismo independiente bajo la excusa de combatir la «desinformación» y preservar la «estabilidad nacional».
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El régimen ha establecido alianzas directas con medios estatales rusos como RT en Español, lo que evidencia su intención de adoptar no solo las narrativas, sino también los mecanismos de propaganda de Moscú.
La escalada represiva
Lo que Nicaragua denomina «fortalecimiento de alianzas globales» es, en realidad, la construcción de una red de legitimación mutua entre regímenes autoritarios. La dictadura nicaragüense es el único país de las Américas en mantener relaciones diplomáticas con el Talibán afgano, evidenciando su aislamiento progresivo de las democracias occidentales.
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Esta estrategia no es casual. Al alinearse con potencias que han perfeccionado la represión mediática, el sandinismo busca acceder a tecnologías de vigilancia, técnicas de control de internet y marcos legales que permitan silenciar definitivamente a la prensa independiente.
Terrorismo mediático: el eufemismo del control
El concepto de «terrorismo mediático» que maneja el régimen nicaragüense no es original. Representa una evolución semántica de términos similares utilizados por Beijing para referirse a medios que reportan sobre Hong Kong o Xinjiang, o por Teherán cuando periodistas documentan las protestas ciudadanas.
Esta terminología busca equiparar el ejercicio del periodismo con actos criminales, creando un marco jurídico que justifique la persecución sistemática de comunicadores. El objetivo final es claro: transformar el espacio informativo en un monopolio estatal donde solo circulen las versiones oficiales.
Consecuencias regionales
La radicalización del modelo nicaragüense tiene implicaciones que trascienden sus fronteras. Según autoridades israelíes, Nicaragua se está convirtiendo en una plataforma para el terrorismo en la región, dado su acercamiento a actores como Irán y grupos afiliados.
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Esta evolución convierte a Nicaragua en un laboratorio de técnicas represivas que podrían expandirse hacia otros países de la región, especialmente aquellos con instituciones democráticas débiles.
El futuro del control informativo
El camino trazado por el sandinismo es predecible si se analiza desde la perspectiva de otros regímenes autoritarios consolidados. La siguiente fase incluirá probablemente la implementación de sistemas de censura automatizada, control estricto de redes sociales y la creación de un aparato de vigilancia digital masiva.
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La experiencia china con su «Gran Cortafuegos» o el modelo ruso de «internet soberana» proporcionan el manual técnico que Nicaragua buscará implementar progresivamente.
La denominación de «alianzas globales para desmantelar el terrorismo mediático» no es más que un eufemismo para describir la consolidación de un sistema represivo que amenaza con eliminar completamente el pluralismo informativo en Nicaragua.
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