A Martín Chavarría, de 28 años de edad, sus amigos lo describen como un joven «alegre y bullanguero». Originario de la ciudad de Rivas, mejor conocida como la ciudad de los Mangos, se hizo muy reconocido en el pueblo por su carisma y trabajo, pues junto a su esposa Jael Grillo, de 26 años, construyó su propio restaurante y dejó la ingeniería en sistema por el trabajo de repartidor de comidas de su propio bufet.
Su forma tan peculiar de entregar comidas y ganar clientes, hizo que todos los rivenses le guarden respeto y admiración con sus platicas divertidas y su ejemplo de amor al prójimo que ahora solo quedan en el recuerdo tras su muerte el pasado 19 de febrero debido a una hemorragia causada por la extracción de una muela cordal.
Damian Chavarría, de 61 años de edad, padre de Martín, recuerda que las últimas palabras de su hijo fueron horas antes de acudir a la cirugía odontológica para extraerse dos muelas. “Fíjate que para comer mucho me duele y se me mete residuos de comida, y es engorroso eso”, le explicó Martín a su padre para que la familia entendiera porqué había tomado la decisión de sacarse las muelas cordales.
Era un amante de los animales, y llegó a heredar la tradición de su padre de ser peleador de gallos. Incluso la última visita de Martín a sus padre fue para encargarle el cuido y la alimentación de las decenas de gallos que quedaron, mientras se recuperaría de la cirugía que le costó la vida.
“Un hombre muy respetuoso y cariñoso”, así lo describe su padre.
Martín era el tercero de los hermanos Chavarría-Alvarado. Su padre es ingeniero agrónomo, y su madre es María Isabel Alvarado, de 58 años de edad, ama de casa y emprendedora nicaragüense, quien aún lo recuerda como un chavalo estudioso y alegre.
Según su padre, Martín tuvo una infancia de mucho aprendizaje y llena de valores, pues desde los cuatro años entró a estudiar pre-escolar, y aunque nunca fue excelencia académica, siempre se mostró aplicado en sus tareas y responsabilidades.
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Al terminar su bachillerato, optó por estudiar la carrera de ingeniería en sistema en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN), en Managua, donde tuvo que rentar un cuarto en el barrio Altamira, para poder quedarse la semana. Durante ese tiempo conoció a Jael y se hicieron novios. Cuando cumplieron tres años de relación decidieron emprender en la venta de comidas y postres los fines de semana.
Un semestre antes de terminar la carrera, Martín decide casarse con su novia con quien ya tenía cinco años de noviazgo. “Muy jovencito te vas a casar”, le dijo Damian a su hijo cuando les anunció esta decisión.
Empezó la construcción de su empresa
En febrero de 2016, logró graduarse de sus estudios universitarios y se hizo acompañar de sus padres y de su esposa. Cuando le entregaron el título, Damian recuerda entre lágrimas que Martín le gritó “papá lo prometido es deuda” y se abrazaron.
Desde entonces, Martín y su esposa decidieron irse a Managua donde ambos trabajaron como maestros, y posterior Martín empezó a laborar para una financiera nacional como ingeniero en sistema. Allí estuvo hasta el inicio del estallido social y político en 2018.
Luego decidieron regresar a Rivas para retomar el emprendimiento de comida que inició en un pequeño local de cuatro mesas en marzo de 2019. El negocio tiene el nombre de ChaGris, la unión de sus apellidos como símbolo del amor que se tenían. “Progresaron por los buenos modales de ambos, en unos años el restaurante creció y la clientela también”, narra Damian.
Por su parte, Jael describe a Martín como una persona justa, amigable, humanitaria y bullanguero puesto que le gustaba estar en todas las tertulias hípicas y barreras de toros, por lo cual la mayor parte del tiempo vestía camisas de cuadros. Su pasión por el béisbol lo llevó a ser el “fans número uno de los Gigantes de Rivas”.
Siempre fue un hombre lleno de energía, amoroso y detallista con su esposa. Su entrega al trabajo hizo que todos los días saliera en su motocicleta rumbo a entregar entre 50 y 60 servicios de comida.
Se ganó el cariño de dos ancianas y tres niños, cada uno vendedor ambulante de hamacas, verduras y bolsas de mangos, a quienes a diario daba de comer gratuitamente. Llevó alimento al asilo de ancianos de Rivas, y regaló paquetes de regalos a los trabajadores de recoge basura. Sus frutos en el trabajo sirvieron para agradecer el crecimiento de su empresa compartiendo con el más necesitado; “un ejemplo de amor al prójimo”, manifiesta Jael.
“Yo voy a seguir ese legado. Haré muchas cosas en su nombre”, dijo la joven al recordar que el pasado 31 de diciembre Martín donó “paquetes” a personas de escasos recursos económicos.
“Yo quiero que me entierren con la ultima canción de la banda MS”, pidió Martín, “y se le cumplió el día del entierro”, dijo Jael.
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