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El henequén, un cultivo casi extinto en el norte de Nicaragua

Hubo una época en que en Nicaragua la siembra del henequén y su procesamiento era una alternativa económica, pues se fabricaban sacos y cabuyas, que además son biodegradables.

Foto: Voces en Libertad.

En los años 60 el cultivo de la planta del henequén fue una alternativa económica para muchas familias del campo de las zonas secas de Madriz y Nueva Segovia. No solo era un materia prima demandada, también se adaptaba a los terrenos áridos, no requería de riego para su crecimiento y resistía a las plagas, pero después de 1990, la demanda cayó hasta casi desaparecer y con eso, su cultivo.

El henequén (Agave Fourcroydes), conocido también como pita o penca, se sembraba en esos tiempos para extraer de la planta la fibra para producir la cabuya o mecate y elaborar sacos. Igualmente se producía aguardiente y alcohol muy usado en el campo.

Hace unos cinco años atrás, en las áridas tierras de sus parcelas, más de siete mil familias campesinas plantaban henequén en los municipios de San Lucas, Somoto, Yalagüina, Telpaneca y Totogalpa, en el departamento de Madriz, y en los municipios de Ocotal, Mozonte, Santa María de Ococona, Dipilto y Murra, en del departamento de Nueva Segovia, pero ahora ya no se ven los plantíos.

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El campesino José Adolfo Miranda, de la comunidad Los Canales del municipio indígena de San Lucas, en Madriz, explicó que dejó de sembrarse porque ya no se logra comercializar. “Una familia cultivaba entre cuatro a seis manzanas de tierra, pero empezó a faltar financiamiento. La remató la llegada de sacos y cabuyas de nylon que fueron desplazando la demanda de nuestro producto”, puntualizó.

“En tiempos del gobierno de Enrique Bolaños se financió la construcción de una casa para que ahí se procesara el henequén con la instalación de una máquina desfibradora para extraer la fibra y producir cabuya, mecate y sacos y hasta extraer aguardiente y alcohol”, recordó Delvis Vásquez, también del municipio de San Lucas.

José Adolfo Miranda. Foto: Voces en Libertad.

Productores estuvieron organizados en cooperativa

En la década de 1960 hasta existió una cooperativa de henequeneros de Madriz (COPHEMA), en su gran mayoría de pueblos indígenas de los municipios de San Lucas, Somoto, Yalagüina y Totogalpa donde se llegó a sembrar más de cuatro mil manzanas.

Después, en el 2004, unos 175 productores campesinos de las comunidades de Uniles, en el municipio de San Lucas, se volvieron a organizar en una cooperativa de henequeneros para reactivar nuevamente la siembra en unas 250 manzanas de tierra, y hasta llegaron a contar con un centro de acopio, además de la maquinaria que utilizaban para procesar la fibra.

Carlos Vanegas Galeano, de 73 años, dijo que el intento fue fallido. No había mercado. “Fue cultivo de buenos tiempos. El padre de mi esposa llegó a cultivar las tierras de su finca con henequén”, recordó también Bassil Bayres, de la ciudad de Somoto.

Local construido en el 2007 en el municipio de San Lucas, en Madriz, donde se instaló una máquina desfibradora de la planta de henequén.

Proceso del Henequén

El cultivo de la planta de henequén comenzaba con la siembra de la mata o con el proceso de selección de la semilla, la cual tarda unos cuatro años en crecer. Después sigue el corte, porque no necesita riego de agua ni fertilizantes ni mucho menos pesticidas. De allí sigue el deshilaje de la hoja y el secado de la fibra, que al final produce la materia prima que se extrae de manera artesanal en los centros de acopio.

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“Las hojas eran cortadas dos veces al año y la mata llegaba a tener entre 15 a 20 años de vida útil, donde la misma cepa produce de 60 a 100 hojas. El productor llegaba a recibir unos 50 córdobas por quintal (saco). Los operadores de las máquinas desfibradoras de pita secaban las fibras del henequén sobre las cercas de alambre de púa, las cuales después se vendía por saco en unos 380 córdobas por quintal”, explica Modesto Tercero Ponce, habitante de la comunidad de El Tisey, zona del municipio de San Nicolás, en el departamento de Estelí, donde todavía existe plantíos de henequén.

Tercero añadió que la cepa de la planta de henequén ayuda mucho a evitar la erupción de la tierra en las fincas y el desecho de la misma contribuye de abono orgánico en los cultivos de granos básicos como maíz, frijol, café, bananos, plátanos, y ornamentas. “El abono que tiene mucha demanda en las fincas de los cafetales se llegó a vender el saco de cien libras hasta en 80 córdobas y de los desechos se sacaba alimento para el ganado”, finalizó Tercero Ponce.

En lo que coinciden todos los entrevistados es que los sacos y cabuyas del henequén son un material biodegradable, no como el sintético de nylon. La variedad sembraba en Nicaragua se caracteriza por su larga vida útil y su fuerte contextura que hasta llegó a servir para fabricar hamacas y muebles.

 

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Nicaragua Investiga
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