Se ofrecen miles de dólares a cambio de amonestaciones o expulsiones, cometer penales o garantizar un marcador. Y, al parecer, varios futbolistas del Brasileirao se han dejado seducir por el dinero de los amaños, una «epidemia global» que afecta al deporte más popular del mundo.
Las alarmas se prendieron la semana pasada, cuando la fiscalía del estado de Goiás (centro) informó que al menos seis partidos de la primera división, disputados en septiembre y noviembre de 2022, habrían sido arreglados para garantizar a una organización criminal «grandes lucros» en casas de apuestas en línea.
«No descartamos que haya otros juegos potencialmente manipulados», dijo el fiscal Fernando Cesconetto, que conduce las investigaciones, en una rueda de prensa.
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Lo encontrado hasta el momento puede ser la «punta del iceberg», agregó el procurador Rodney da Silva.
El caso tiene en alerta a la liga más poderosa de Sudamérica, que en los últimos años se ha esforzado en fortalecer los controles contra ese fenómeno de corrupción, luego de que en el pasado enfrentó escándalos que hirieron su credibilidad.
El Congreso incluso aprobó el miércoles una Comisión Parlamentaria (CPI) para investigar los amaños.
«Las interferencias externas en resultados o en situaciones de juego son una epidemia global que, para ser solucionada, necesita castigar de forma ejemplar y urgente a los responsables de esta práctica nefasta», afirmó en una nota la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF), que organiza los campeonatos.
En 2022 hubo 776 cotejos sospechosos en todo el mundo, un 11% más que en 2021, según la agencia Sportradar, que monitorea los juegos para la CBF y la FIFA. En Brasil fueron 139, un crecimiento del 56%, de acuerdo con el diario O Globo.
‘Operación Pena Máxima’
Los fiscales se adentraron en el mundo de los amaños en noviembre, cuando Vila Nova de Goiás, club de la segunda división, denunció supuestos arreglos en tres encuentros de la última fecha de ese torneo.
Siguieron pistas y en febrero lanzaron la «Operación Pena Máxima», tras la cual denunciaron a ocho futbolistas y seis apostadores por inducción e intermediación en el fraude de resultados deportivos, y pueden ser imputados por integrar una organización criminal y lavado de dinero.
Lo hallado entonces les permitió ejecutar otro operativo el 18 de abril, contra antiguos y nuevos sospechosos, y rastrear «indicios» en los seis juegos de la primera división y en cinco cotejos de los torneos estatales de Goiás, Río Grande del Sur (Gaúcho), Mato Grosso y Sao Paulo (Paulista), disputados en febrero.
La organización criminal habría «cooptado» a al menos cinco jugadores del Santos de Pelé, Red Bull Bragantino, Cuiabá y Juventude (actualmente en la Serie B), al ofrecerles el equivalente a entre 10.000 y 20.000 dólares por ser amonestados o expulsados, forzar cierto número de tiros de esquina, provocar penales y garantizar marcadores.
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Las identidades de los atletas sospechosos, que se exponen a hasta seis años de prisión por corrupción en eventos deportivos, están bajo reserva, salvo la del defensa del Santos Eduardo Bauermann, que niega los cargos.
Los apostadores «utilizaban cuentas registradas a nombre de terceros para así aumentar los ingresos», causando perjuicios económicos a las casas de apuestas, explicó la fiscalía en un comunicado.
Los sitios de apuestas son legales en Brasil pero no han sido reglamentados, y patrocinan a 19 de los 20 equipos del Brasileirao.
«Extremadamente vulnerable»
Los procuradores no tienen plazo para terminar las averiguaciones sobre un fenómeno que no es nuevo ni exclusivo de Brasil, ni del balompié. Y en el que los tramposos, advierten, son la «gran excepción».
En la tierra del ‘jogo bonito’ aún se recuerda la «Máfia do Apito» (Mafia del Silbato), en la que dos árbitros, entre ellos el FIFA Edílson Pereira de Carvalho, se aliaron con apostadores para manipular resultados en el Brasileirao-2005. Once juegos debieron repetirse y los jueces fueron vetados.
Desde entonces, se endurecieron las sanciones y aumentaron las inversiones en monitoreo de apuestas, sin erradicar el problema.
«Brasil es un país extremadamente vulnerable a las manipulaciones de resultados», dice a AFP Udo Seckelmann, experto en apuestas del bufete de abogados Bichara y Motta.
Las razones, señala, van desde dificultad de fiscalizar el elevado número de juegos que se disputan, «cierto desinterés» del poder público, hasta desconocimiento de las normas y bajos salarios de los atletas, que los hacen «más susceptibles» a los ofrecimientos.
«Brasil todavía está aprendido cómo combatir, controlar, prevenir y sancionar esos casos de manipulación, para poder mitigar o tal vez, algún día, destruir esa práctica», afirma.
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