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Humberto Ortega: «Daniel no es un asesino»

Dice, en una entrevista a Infobae, que su hermano nunca ha hecho una canallada a uno de los suyos, que no tiene sucesor en la dictadura y que el ejército fue cómplice de los paramilitares.

Humberto Ortega y su hermano, el dictador Daniel Ortega.

Ante una eventual muerte del tirano nicaragüense Daniel Ortega, dentro de la dictadura nicaragüense no existe alguien que pueda sucederle, ni siquiera su esposa Rosario Murillo, afirmó su hermano Humberto Ortega en una entrevista con el medio argentino Infobae.

“Si falta Daniel Ortega, para mí, Humberto Ortega, no hay posibilidad de que nadie de ese grupo de poder pueda ejercer la influencia frente a un proceso (de sucesión)”, indicó quien fue jefe del ejército sandinista en los años de la revolución.

Cuando fue consultado por la posibilidad de que Rosario Murillo pueda ser esa sucesora, Humberto Ortega insistió:

“Nadie. Nadie. No quiero mencionar a nadie en particular. Sin Daniel no hay nadie, porque, con todo y todo, Daniel es el único líder, histórico, que aún conserva los créditos de esa lucha. Sin Daniel veo muy difícil que haya unos dos o tres que se junten. Mucho menos uno en particular, y más difícil en la familia», porfió el general en retiro.

Sobre sus sobrinos, los hijos de Daniel Ortega y Murillo, el exjefe del ejército indicó que estos últimos «no han tenido el acumulado de una lucha política».

«Ni (Anastasio) Somoza (Debayle) pudo establecer a su hijo (Anastasio Somoza Portocarrero). Con la ausencia de Daniel sería muy frágil sostener todo lo que hasta ahora ha logrado sostener con gran esfuerzo y con enormes complejidades. No solo a nivel interno, sino también con las fuerzas aliadas de las izquierdas y los gobiernos de la región. Al único que conocen es a Daniel», sentenció sobre la posibilidad de una sucesión familiar.

Lo que debería ocurrir, según Humberto Ortega, una vez que desaparezca su hermano, es que el poder lo asuman el ejército coordinado con la Policía Nacional, para que busquen una salida en el corto plazo de, tal vez, un año, o menos, para que convoquen a un proceso electoral.

“Al poder civil, del gobierno y el partido, no le veo capacidad de llenar ese vacío, ni a lo inmediato ni en el mediano plazo, sino simplemente funcionar en el marco de una transición que la va a dirigir el gobierno con las fuerzas de seguridad, la Policía, y un proceso luego de negociaciones y alianzas, dando margen a la sociedad civil a que se pongan de acuerdo en una salida en las elecciones para el 2026. Eso lo miraría bien Estados Unidos y lo mirarían bien los países del Alba”, manifestó.

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Críticas a sandinistas históricos

Daniel Ortega, de 78 años de edad, se sostiene en el poder desde que lo recuperó en enero de 2007 y estuvo a punto de perderlo en abril de 2018, cuando unas protestas cívicas amenazaron con botarlo, pero el dictador reprimió las manifestaciones con armas de guerra y paramilitares, causando los asesinados de más de 300 nicaragüenses.

Según su hermano, Daniel Ortega ostenta un poder de tipo autoritario, dictatorial, que depende muchísimo de la figura de un líder que ejerce la Presidencia, y, cuando ya no viva, será «muy difícil que haya una continuidad del grupo de poder inmediato…, (por) la misma tendencia autoritaria, personalista, verticalista de mandar, (que) ha castrado las correas de trasmisión del partido».

Humberto Ortega, incluso, considera que a su hermano no lo pueden suceder ni el resto de líderes sandinistas históricos, algunos de los cuales han sido miembros de la Dirección Nacional del Frente Sandinista (FSLN).

«Esta gente ha perdido liderazgo porque no ha sabido luchar por él. Ellos mismos se han castrado. Sandinistas que fueron de la Dirección y que en esta coyuntura ni siquiera son capaces de sacar un artículo como los que yo escribo, y sacar una crítica constructiva como la que yo he sacado, y me he expuesto ante gente radical que quisiera matarme. Yo jamás les he mostrado miedo, y jamás he dicho me voy de Nicaragua. Jamás he dicho que me voy a exiliar. Y si me quieren hacer eso, no lo voy a tolerar y voy a preferir morir defendiendo esos principios que darles el chance de que me humillen», indicó.

Dice que lo han querido matar

Ante esta última respuesta, Infobae cuestionó a Humberto Ortega de que nadie puede hablar en Nicaragua sin sufrir las represalias de la dictadura y que él habla tal vez protegido por el hecho de ser hermano de sangre del dictador, pero lo negó, y más bien indicó que gente cercana a su hermano han querido matarlo.

«A mí no me protege ser hermano. Para mí eso no es lo fundamental. Que seamos hermanos de sangre no quiere decir que este agrupamiento que dirige Daniel no haya tenido y tenga enormes malestares con un hombre como yo. Ha habido algunos que han llegado a pensar en eliminarme. De Daniel nunca lo he sabido, pero sí de gente que está con él. Yo lo sé. Que te pueden envenenar, te pueden dejar ir un furgón en la carretera… Esas cosas pueden pasar», dijo Humberto Ortega.

Insistió en que lo han llamado traidor varias veces, algo que dentro del sandinismo es sinónimo de sentencia de muerte.

«Yo no ando con policías desde que salí del Ejército. Yo no tengo escolta del Ejército. Nunca me la dio. La escolta que yo tengo es organizada y financiada con mi propio esfuerzo. Gente sencilla. Algunos retirados del Ejército. Y son pocos. O sea, que si a mí me quieren matar es fácil», agregó.

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Defiende a su hermano

En la entrevista de Infobae, queda claro que Humberto Ortega trata de limpiar la imagen de asesino que tiene su hermano.

“Conozco a Daniel desde niño, nunca lo he visto hacerle algo a uno de los suyos, hacerle una canallada a alguien. Daniel no es un asesino. Como un líder político, que tiene un movimiento radical, ahí sus actuaciones lo van diciendo”, afirmó.

El exjefe del ejército continuó defendiendo al dictador, inclusive, atacando las protestas cívicas de 2018, alegando que no lo exime de sus actuaciones en diferentes momentos, pero tampoco exime a los opositores “de todos los excesos que se cometieron cuando, queriendo aprovechar el malestar del pueblo quisieron montar una insurrección sin rumbo y que dio lugar, igualmente, a crímenes horrendos”.

Desde diciembre de 2022, cuando Humberto Ortega estuvo enfermo y su hermano lo llegó a ver, los dos han reanudado una relación que estuvo distante y ahora, dice Humberto, intercambian “puntos de vista” en busca de superar la crisis existente desde 2018.

“Lo importante es que estamos conversando, aunque no coincidamos en todo. Porque antes no conversábamos. Ahora estamos conversando, cada uno con su punto de vista y sin tensión alguna”, aseguró el general en retiro, aunque luego admitió que en algunos momentos ha habido “tirantez” en las relaciones con el dictador.

Los rusos, los chinos y Estados Unidos

Humberto Ortega también habló de que las amistades de Daniel Ortega con los rusos y los chinos “no debe conllevar a chocar con los Estados Unidos” y que no se debe caer en la “trampa de los extremistas” que alientan “una reacción imperial en el tenso conflicto mundial, que podría ser pretexto para golpes quirúrgicos, para suplantar gobiernos del Alba, Nicaragua en particular”.

El general en retiro sostuvo que con “golpes quirúrgicos” se refería por ejemplo a acciones de Estados Unidos como las que realizó en 1989 en Panamá, cuando invadieron ese país para sacar del poder al general Manuel Antonio Noriega.

“Serían golpes para suplantar el poder establecido, y no para iniciar con esto un proceso anárquico o una guerra de resistencia como la que tuvimos en el pasado. Estados Unidos no quiere problemas aquí en la región de tipo anárquico y mucho menos guerra prolongada. Simplemente sería como sacar una muela que les está estorbando, conservando intacta la dentadura. Sacar la pieza más descompuesta”, indicó.

La complicidad del ejército con los paramilitares

Sobre las protestas de 2018, Humberto Ortega opinó que en esa ocasión el ejército no actuó “justa y legítimamente” en el caso de los tranques ni en el de los paramilitares.

“El pecado más grande del Ejército, injusto, que daña su imagen y profesionalismo, fue la tolerancia con civiles armados, en particular con paramilitares, que sus aparatos de seguridad e inteligencia tenían registrados, que sabían dónde estaban, sabían dónde se movían y que, incluso, toleraron que se armasen”, aseveró.

“El Ejército, de hecho, fue cómplice de una situación confusa que conllevó a una responsabilidad enorme de dolor y muerte”, añadió.

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Nicaragua Investiga

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