China es un imperio y el hecho de que Nicaragua restableciera con esta sus relaciones diplomáticas, aunque sorprendió a muchos, no es algo que estuviera fuera de las probabilidades, dada la dinámica misma del expansionismo chino, las simpatías ideológicas de Daniel Ortega, y a su urgente necesidad de alinearse de una vez por todas geopolíticamente con potencias rivales de Estados Unidos, país que ha sancionado una gran cantidad de funcionarios nicaragüenses acusados de corrupción y violaciones a los derechos humanos.
Ortega mantenía excelentes relaciones diplomáticas, comerciales y de cooperación con Taiwán, un país considerado por China como una “provincia rebelde”. Sin embargo, ante un panorama económico adverso con amenazas de Estados Unidos de sacar a Nicaragua del TLC y de la Unión Europea de revisar el Acuerdo de Asociación, es evidente que Taiwán, con 166 millones de intercambio comercial en el 2020, no es suficiente.
En este mismo sentido, Ortega está ávido de inversiones extranjeras y es sabido que gigante asiático se viene abriendo puertas en todo el mundo a golpe de talonario, aunque bajo un polémico esquema de concesiones que ha desatado críticas en muchos países.
Como constancia de ello está que inmediatamente después de que Laureano Ortega firmó el restablecimiento de relaciones diplomáticas con China, él, su hermano Rafael Ortega y el Ministro de Hacienda Iván Acosta, se apresuraron a hablar con los altos funcionarios chinos sobre relaciones comerciales e inversión.
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“Se han abierto las vías de comunicación para estructurar todo tipo de proyectos de cooperación, comercio, inversiones, a partir de que se ha reconfirmado el respeto, el aprecio entre nuestros pueblos y gobiernos”, festejaba el viernes pasado Rosario Murillo.
Los casos de El Salvador y Costa Rica
Los deseos de los Ortega de recibir alguna tajada china son evidentes. Es que entre el 2015 y el 2020 empresas privadas y paraestatales invirtieron en América Latina 74 mil 850 millones de dólares. A lo largo de la actual pandemia, el 77% de las inversiones se concentraron en Chile, Colombia y México.
Antes de Nicaragua, el último país del la región en romper con Taiwán y acercarse a China fue El Salvador en el 2018. Poco más de un año después, y ya con Nayib Bukele en el poder los chinos empezaron a ofrecer dinero. En mayo del 2021 celebraba la firma de un acuerdo con los chinos: “US$500 millones en inversión pública no reembolsable y sin condiciones”.
Costa Rica es otro país que tras romper relaciones en el 2007 con Taiwán, las estableció con China. El intercambio comercial con China ha ido creciendo a lo largo de los años: En el 2011 fue de US$1,319 millones, y en el 2020 alcanzó los US$2,271 millones. El asunto es que la balanza comercial es abrumadoramente a favor de los chinos. En el 2020 las exportaciones de Costa Rica a China totalizaron US$180 millones, mientras que las importaciones desde ese país fueron de US$2 091 millones.
En inversiones, los números no parecen tan sorprendentes. “Durante el periodo 2011-2020, la IED (Inversión Extranjera Directa) proveniente de China experimentó un comportamiento dinámico, alcanzando un monto acumulado de US$ 32 millones, es decir, 0,1% del total percibido por el país en este período. En 2020, se registró una inversión de US$ 1 millón, que se orientó principalmente a los sectores: financiero (63,8%), inmobiliario (20,5%) e industria (15,8%). Además, se registró un flujo negativo para el sector servicios (-US$ 0,4 millones)”, indica el Ministerio de Comercio Exterior de Costa Rica en su sitio web.
Podrían llegar inversiones
Para los economistas, la ruptura de Ortega con Taiwán y el restablecimiento de relaciones con China Comunista “no puede ser visto al calor de las pasiones políticas”. “Ese es el camino a seguir, más allá de las valoraciones políticas. Las inversiones y el comercio en Sur América es considerable. Entre 2015 y 2020, las empresas privadas y paraestatales chinas invirtieron 75 mil millones de dólares. Además el comercio entre ambas regiones ha aumentado considerablemente. Obviamente las prioridades de negocios de China siguen y lo seguirán siendo, Estados Unidos, Europa y Asia”, explicaba el economista nicaragüense Luis Núñez Salmerón en su cuenta de Facebook.
El monto de inversiones o préstamos que Ortega logre sacar a China aún es una incógnita e irá en dependencia de que tan atractiva sea Nicaragua para la potencia comunista. “Es un hecho de que China va a invertir en Nicaragua. ¿En qué sectores? Habrá que ver cuál es el portafolio de proyectos que el gobierno les esté poniendo sobre la mesa. Nicaragua necesita inversiones y si China invierte será algo positivo. Los chinos no son muy dados a imponer condiciones de democracia, respeto a derechos humanos, nada de eso, como los europeos o Estados Unidos. Sus intereses son comerciales y geopolíticos”, indicó una economista consultada.
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Una concesión aún vigente
Ortega cedió en el 2014 al obscuro empresario chino Wang Jing el derecho de construir un Canal Interoceánico por Nicaragua. La concesión fue a 50 años y otros 50 años prorrogables. Wang Jing se comprometió a conseguir 50 mil millones de dólares. Los primeros barcos supuestamente iban a empezar a cruzar del Caribe nicaragüense al Pacífico en el 2019, pero el empresario chino no cumplió, aunque la concesión sigue vigente.
El país que se vio obligado a entregar un puerto a China
Las concesiones a China no son muy diferentes y son hasta peligrosas. Un ejemplo de ello es Sri Lanka, un pequeño país insular situado al sur de India. En el 2007 el gobierno acordó con China la construcción del puerto de Hambantota.
En el 2010 China aprobó un crédito de 307 millones de dólares con la condición de que el puerto fuera construido por la empresa China Harbour Engineering Company.
Estudios de viabilidad habían indicado que el nuevo puerto no era rentable debido a la cercanía del puerto de Colombo.
Como se había proyectado, la obra fue un fiasco. Sri Lanka se vio obligada a pedirle prestado a China 757 millones de dólares más, con una elevada tasa de interés del 6.3%. Pero el puerto continuó siendo comercialmente un total fracaso.
Sri Lanza terminó debiéndole a los chinos más de 8 mil millones. En el 2017 la isla se vio obligada a cederle a China el puerto de Hambantota por 99 años a cambio de la reducción de la deuda.
En ese contexto está el caso del puerto de Hambantota, en Sri Lanka. El país estaba tan endeudado con China que en 2017 le arrendó el puerto por 99 años a cambio de una reducción de la deuda.
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