El 10 de enero del 2007 al retomar la presidencia de Nicaragua, Daniel Ortega prometiendo luchar con firmeza contra la pobreza en el segundo país más pobre del hemisferio occidental. Pero 15 años después de ese discurso, poco ha cambiado la situación Nicaragua: Ortega no solo no acabó con la pobreza, sino que, según la oposición y la comunidad internacional, ha instaurado una cruel dictadura, suprimiendo la libertad de expresión, la libertades políticas y la libertad de prensa.
En ese discurso de hace 15 años, Ortega dijo que sus prioridades serían “luchar contra la corrupción”, ya que los cargos en el Estado “no son para volverse más ricos”; y en una puesta en escena que fue aplaudida por los miles de seguidores presentes en el acto, se quitó la banda presidencial y dijo que esa «pertenece a los pobres”.
Ortega había inaugurado lo que él llamaba el “gobierno de los pobres”, el «pueblo presidente».
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Una larga trayectoria de fracasos en la lucha contra la pobreza
Ortega nunca ha podido luchar de manera efectiva contra la pobreza si nos atendemos a las estadísticas. Cuando dejó el poder en 1990, Nicaragua estaba en la ruina tras más de una década de guerra civil y socialismo. Según estadísticas de 1989 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), ese año el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita de Nicaragua era de 487 dólares, lo que se traducía en que un 70% de la población no podía cubrir sus necesidades básicas de empleo, salud, educación y vivienda.
Ya bajo el gobierno de Violeta Barrios, de acuerdo a registros del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC) recogidos por la CEPAL, la población en condición de pobreza era del 50,3% en 1993, bajando durante el gobierno de Arnoldo Alemán al 47,9% en 1998. La extrema pobreza en ese lapso de tiempo pasó de 19,4% en 1993 a 17,3% en 1998. En el 2001 la pobreza era del 45,8% y la extrema pobreza del 15.1%.
Para el 2005, ya en el gobierno de Enrique Bolaños, Nicaragua registró un 48.3% de la población en pobreza y un 17.2% en extrema pobreza.
Es decir, durante 16 años los tres gobiernos democráticos disminuyeron la pobreza en Nicaragua, pero aún así no se logró que el país dejara atrás los estragos provocados por la guerra de la primera dictadura sandinista.
Crecimiento económico, pero pobreza seguía muy alta
Tres años después de que Daniel Ortega había regresado al poder, poco había cambiado en Nicaragua. De acuerdo a los resultados de la Encuesta de Hogares para Medir la Pobreza, realizada en el 2010 por la Fundación Internacional para el Desafío Económico Global (Fideg) y patrocinada por la Cooperación Suiza y la Embajada de los Países Bajos, un 44.5% de la población vivía en condiciones de pobreza general y un 9% en condiciones de pobreza extrema.
Ya para el año 2017, según otro estudio de Fideg, la pobreza extrema se ubicó en un 8,4% y la pobreza general en un 41,2 %.
Eran años en que el gobierno de Daniel Ortega se ufanaba del gran crecimiento. Por ejemplo, el PIB de Nicaragua creció 5.4% en el 2011, 5.2% en el 2012, 4.5% en el 2013, 4.7% en el 2014, 4.9% en el 2015, 5.6% en el 2016 y 4.9% en el 2017. Pero aún así los índices de pobreza continuaban siendo altísimos luego de 10 años de gobierno.
Ortega había desarrollado programas de lucha contra la pobreza como Usura Cero y Hambre Cero. Esos programas siguen activos.
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Pobreza más alta de lo que Ortega encontró
Tras el estallido social de abril del 2018 y la posterior pandemia de COVID-19, la economía del país empezó a retroceder: Un -3.4% en el 2018, un -3.7 en el 2019 y -2% en el 2020, según datos del Banco Central de Nicaragua (BCN).
De acuerdo a la Encuesta de Hogares del Fideg del 2019, ese año un 44.4% de la población vivía en condiciones de pobreza
general y un 8.9% en pobreza extrema.
Esos resultados fueron presentados en el 2020. Ese mismo año el gobierno de Daniel Ortega le canceló la personería jurídica al organismo. Es que Fideg venía presentando resultados que contradecían el discurso del gobierno, al dar datos que hablaban de un incremento de la pobreza. Por ejemplo, Fideg decía que esta había pasado del 39% al 42% solo del 2015 al 2016, mientras que el gobierno decía que había retrocedido de un 29.6% en 2014 a un 24.9% en 2016.
Pero, los peores números para el gobierno de Ortega no vinieron ni siquiera de organizaciones nacionales, sino de la propia Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). En un informe dado a conocer a inicios del 2021 la Cepal informó que Nicaragua presentaba tasas de pobreza del 55.7%, de acuerdo a un reporte de la agencia France24.
Es decir, 15 años después de que Ortega prometió que trabajaría para reducir el índice de pobreza, Nicaragua incluso tiene ahora más población en el umbral de la pobreza. Su lema del “gobierno de los pobres” se hizo algo literal.
Pobres, pero con «dignidad»
En su discurso del 8 de noviembre del 2021, cuando celebró su cuestionada victoria electoral del día anterior, Daniel Ortega exaltó a sus seguidores hablando de la lucha de los nicaragüense contra el “imperialismo” y destacando que este era un “pueblo pobre, pero con dignidad”.
También volvió a insistir en “seguir trabajando para que erradiquemos la pobreza y logremos un mayor y mejor desarrollo, y una vida más digna para todas las familias nicaragüenses”.
Plutocracia
Las palabras de Ortega de exaltación a los pobres contrastan con la lujosa vida de su familia. Los máximos exponentes de ostentación son sus hijos Laureano Ortega, Juan Carlos Ortega, Camila Ortega y la propia Rosario Murillo, quien sabe tomar «Perrier», una costosa marca de agua francesa.
El mismo Daniel Ortega se moviliza en un flota de lujosos Mercedes Benz Blindados.
Hasta el estallido de abril del 2018, el líder sandinista mantuvo un acuerdo con el gran capital llamado «modelo de diálogo y consenso». En octubre de ese año cuando la embajadora de Estados Unidos, Laura Dogu, finalizó su misión en Nicaragua lanzó una fuerte crítica al empresariado revelando que «antes de abril, la comunidad empresarial» le «decía con frecuencia que podían sacrificar algunos de estos derechos fundamentales porque Nicaragua no estaba en guerra, ni sufría la violencia de los países del triángulo norte».
«Ahora está claro que la gran mayoría de los nicaragüenses ya no aceptarán más la corrupción de los funcionarios gubernamentales o de las empresas privadas y que ya no confían en las instituciones del gobierno», indicaba Dogu.
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