Lejos de buscar una pronta salida a la crisis política que desde el 2018 afecta a Nicaragua, y que según la oposición incrementa el repudio de la mayoría de la población y provoca incertidumbre hasta en la misma militancia sandinista, Daniel Ortega más bien parece radicalizarse en sus posturas.
Ortega ni siquiera se muestra interesado en guardar las apariencias, en especial tras la aprobación de la Ley de Agentes Extranjeros, la Ley de Soberanía y la Ley de Ciberdelitos, las cuales están siendo usadas para encarcelar a sus rivales políticos, a empresarios, a activistas, a campesinos y a periodistas, mientras intimida al resto de la ciudadanía.
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¿Pero qué busca Ortega con todo esto? “No está interesado en lo más mínimo en resolver esta crisis, al menos por el momento. Él está posicionando aún cada una de sus piezas, terminado de acomodar las cosas, o sea, destruyendo la poca institucionalidad que aún le faltaba por destruir. Pareciera no satisfecho todavía”, asegura un analista que pide no revelar su nombre.
Este explica que el caudillo sandinista no quiere por el momento sentarse a dialogar, porque dialogar significa ceder en algo y a las puertas de elecciones municipales no estaría dispuesto a dar poder político a la oposición.
“A los presos para eso los tiene, para buscar un acuerdo en el que se quede en el gobierno, con todo el poder. A él le gustaría, sueña, con un acuerdo con Estados Unidos… yo no veo eso posible. Estados Unidos, Europa han sido claros en sus pronunciamientos: el diálogo debe ser con la oposición”, agrega.
Partido único
No obstante, recientemente Juan Carlos Ortega, uno de los hijos del dictador, dejó entrever las aspiraciones de la familia de establecer un sistema de partido único en Nicaragua, lo que hace temer a muchos de que el país se convierta de una vez por todas en una nueva Cuba.
“El sistema de partidos políticos debe reinventarse o tomar el camino más sano, que es hacerlo desaparecer y establecer el modelo de partido único, empoderando a los gobiernos locales con mayor capacidad de gestión sobre el gobierno nacional”, escribió el 14 de marzo Juan Carlos Ortega en su cuenta de Twitter.
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Algunas personas lo tomaron como “un delirio” del más belicoso de los hijos de la pareja en el poder, no obstante, no es la primera vez que este insiste en el tema, además que el mismo Daniel Ortega se ha mostrado admirador del modelo cubano.
Entre febrero y marzo el caudillo incrementó la crisis expulsando al nuncio apostólico Waldemar Stanisław Sommertag; al embajador de Colombia, Alfredo Rangel Suárez; y retirando a su embajador en España, Carlos Midence, a quien hasta le revocó el nombramiento, sin dar a conocer sustituto. Ortega ni siquiera ha permitido el regreso de la embajadora de España a Nicaragua.
Se está radicalizando
El analista de Crisis Group,Tiziano Breda, consideró que la expulsión del nuncio principalmente indicaba que Ortega “está radicalizando su posición” y “señalando básicamente que no está dispuesto a mantener ningún tipo de conversación, de comunicación con cualquier interlocutor que no se preste a legitimizar su discurso oficial”.
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