Han pasado cuatro años desde el inicio de las protestas del 2018 contra la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo, pero no se ve ni un rayo de luz al final del túnel, al contrario, el panorama luce desalentador para el pueblo nicaragüense y de ello están conscientes tanto organizaciones políticas opositoras, activistas, como analistas políticos.
Todo intento de solucionar la crisis ha fracasado. Primero fue el primer diálogo nacional del 2018 y luego el segundo diálogo en el 2019. Ortega no solamente se reeligió en la presidencia en noviembre del 2021 sino que ha reforzado su poder aprobando leyes que restringen los derechos civiles y políticos, a la vez que sigue encarcelando u obligando a exiliarse a todo aquel que se atreva a protestar en su contra.
Aunque los opositores han dicho una y otra vez que la única salida a la crisis es el diálogo, no encuentran la forma de obligar al dictador a que se siente, y también dicen estar claros que deben existir condiciones para que un nuevo diálogo pueda darse.
«Nosotros siempre seguimos apostando por una salida pacífica, democrática y negociada, sin embargo, consideramos que para esa negociación, para ese diálogo, tiene que haber condiciones. No cualquier diálogo; no con las reglas de Ortega, sino que tienen que haber ciertas condiciones, por ejemplo: la liberación de todas y todos los presos políticos, el cumplimiento de los acuerdos del 2019 (negociaciones con la Alianza Cívica), y realmente que muestren una voluntad de querer dar una solución a la crisis sociopolítica y económica que vive el país», explica Olama Hurtado, encargada de comunicación de la Unidad Nacional Azul y Blanco, una de las principales organizaciones opositoras.
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Hurtado advierte que Ortega «ahorita está en una posición de poder» y que por consiguiente «no hay una correlación de fuerza suficiente» para obligarlo a «sentarse a negociar».
«En este momento no vemos ninguna posibilidad de que Ortega se siente a negociar y no hay algo que se le pueda ofrecer o una salida que le dé a él y a sus allegados algún tipo de seguridad», señala.
José Dávila, analista político, economista y miembro de la Alianza Cívica, no tiene esperanzas de que un diálogo nacional vaya a «resolver la profunda crisis que vivimos» en Nicaragua, debido a que «el gobierno tiene un concepto enrevesado del diálogo».
«Si tuviera interés en un verdadero diálogo, en una búsqueda de consenso para salir del atolladero, en un “cedo y me cedes”, ya Ortega diera pasos o al menos anunciara una agenda de diálogo con los temas de la libertad de los presos políticos, la restauración de las libertades públicas y reformas electorales para unas elecciones libres. Nada de eso veo», indica.
Casi en los mismos términos se expresa el analista Eliseo Núñez. «El diálogo obligatoriamente es el paso previo a lo que realmente soluciona el tema de Nicaragua, que son elecciones libres y transparentes. Ahora, ¿que si habrá diálogo próximamente? Yo te diría que en las actuales circunstancias no», asegura Núñez.
Ortega estaría buscando otro tipo de diálogo
José Dávila sí cree que Ortega pueda estar apostando a otro tipo de diálogo en el que se le quiten «las sanciones, le reconozcan su fraude electoral, los saquen del aislamiento, y vengan inversiones productivas al país».
«Así hay que entender su imparable represión, pues construye sus cartas para una negociación que desea, pero que parece que ni la oposición ni la comunidad internacional están interesados en legitimar su régimen, y dar visto bueno a sus interminables desmanes», considera.
«Visto esto, Nicaragua seguirá estancada, hundiéndose cada día más en su crisis, con un régimen absolutamente desgastado en todo aspecto, y con un panorama de futuro, muy gris. Solo que el régimen decida hacer un cambio de timón, podría perfilarse un mejor futuro para los nicaragüenses», reflexiona.
Hasta el momento Ortega tampoco ha mostrado intención de este tipo de diálogo. Lo único que se supo en enero pasado fue que el presidente del Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep) que estaban listos para negociar con Ortega. Entre los más de 170 presos políticos hay representantes del gran capital, entre estos los expresidentes del Cosep, José Adán Aguerri y Michael Healy, y Álvaro Vargas, exvicepresidente de esa patronal.
¿Y la unidad?
La oposición nicaragüense se ha visto severamente golpeada por el encarcelamiento de sus líderes, la persecución y la huida al exilio de muchos de sus miembros. Pero no solo por eso. También se ha visto afectada por luchas internas y entre un grupo y otro, lo cual ocasionó que perdieron gran parte de la confianza que la población había depositado en ellos durante y los meses posteriores a las protestas del 2018.
Una encuesta de CID Gallup de octubre del 2021 señalaba que el 77% de los nicaragüenses consultados no tenía simpatía por ningún partido político. Si bien el FSLN solo lograba un 8% de simpatías, las organizaciones opositoras no aparecían mejor ubicadas: 5% se identificaba con el ilegalizado partido Ciudadanos por la Libertad (CxL) y un 2% con la Unidad Nacional Azul y Blanco.
Si bien los opositores tienen meses buscando puntos de encuentros, pero aún no se vislumbran pasos concretos. «Hay procesos de diálogos y procesos de acercamientos con otras organizaciones para generar confianza, yo creo que eso es importante, primero la generación de confianza. Y este proceso, obviamente, por la experiencia pasada no se hace en público porque se ventilan cosas en redes sociales o en medios de comunicación que también hacen que estos procesos no avancen», considera Olama Hurtado.
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«Yo creo que se ha logrado un gran avance en ese sentido sobre todo en el exilio, que, aprovechando las oportunidades que aquí se tienen de democracia, de libertad de reunión sobre todo, y el ver las caras, los ojos, y no en una reunión de Zoom, por ejemplo, ha ayudado mucho a la generación de confianza que tanto se necesita», refiere.
Oposición debe replantearse la estrategia
Eliseo Núñez cree que los grupos que adversan a Daniel Ortega deben a estas alturas replantearse su estrategia.
«Lo que tienen que hacer es estructurar una estrategia que permita cambiar la correlación de fuerzas y provocar que ese diálogo se dé, y que se den las elecciones libres y transparentes», dice.
«Es un asunto de trabajar en conjunto organizativamente, políticamente y presionar, y también identificar las demandas de la gente porque la oposición no puede estar separada de lo que la gente está demandando. Entonces, con esta mezcla de cosas se cambia la correlación de fuerzas y otra vez se vuelve a estos pasos, que son para la solución: dialogar, que desemboquen elecciones libres y transparentes y estas definan quienes es el que tiene mayor peso político en el país, y con eso se va hacia la transición a una democracia», explica el analista.
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