La ausencia desde hace más de cuatro años de turistas extranjeros tiene estancadas la venta de piezas artesanales elaboradas por las manos laboriosas de unas 260 familias de los pueblos indígenas en varias zonas de los municipios de los departamentos de Madriz y Nueva Segovia y que ha afectado seriamente los ingresos económicos de sus hogares.
Las artesanías de acícula de pino elaboradas por mujeres del municipio indígena de San José de Cusmapa o las piezas artesanales de tusas de maíz, barro, tule, palma, jícaro, cabuya, madera, piedra, bambú, petates o cuernos de bueyes en los pueblos indígenas de Telpaneca y Totogalpa, en el departamento de Madriz, al igual que en el pueblo indígena de Mozonte, zona del departamento de Nueva Segovia, permanecen llenas de polvo sobre los viejos estantes de madera de los hogares de las familias que dependen de esta actividad para vivir.
Ni las ferias populares organizadas por los gobiernos locales de las alcaldías en manos del orteguismo, logran generar ventas. Como consecuencia de la falta de compradores, muchos pequeños talleres de comunidades indígenas se mantienen paralizados.
“Tenemos cuatro años que apenas logramos vender entre tres a cinco piezas de artesanías al mes, antes se comercializaban unas 32 piezas que nos generaban entre 200 a 350 dólares al mes por familia y eso eran ingresos extras en nuestros hogares en tiempos difíciles como las sequías o inviernos que hacían perder nuestras siembras de maíz, frijol y sorgo”, señaló don Augusto José Martínez Gutiérrez, de 73 años, artesano de la comunidad de Moropoto, del municipio indígena de San Lucas, Madriz.
Dicen que ferias oficialistas no sirven
Don Augusto, elabora junto a miembros de su familia hamacas fabricadas de cabuya extraídas de pencas encontradas en algunas zonas de este municipio. “La verdad es que la falta de turistas extranjeros ha causado la caída de las ventas y eso ha causado también que muchas familias tengan que depender únicamente de la producción de granos básicos como maíz, frijoles y millón, que se cultiva aquí en San Lucas”, señaló uno de los líderes del pueblo Indígena de esta localidad, quien pidió omitir su nombre por miedo a la persecución gubernamental.
Por su lado, don Héctor Alvarenga Machado, de 56 años, de la comunidad de Apatoro de Totogalpa, productor de piezas de artesanías elaboradas a base de tuzas y de tule, dijo que desde hace más de cuatro años la venta de artesanías ha disminuido drásticamente. “Ya no se vende como antes que comercializábamos entre 30 a 40 piezas porque no hay compradores que en su mayoría eran turistas extranjeros que visitaban las ferias que hacían la gente del INPRHU (Instituto de Promoción Humana)”, expuso.
Dijo que a las ferias que organizan en los parques las autoridades de las alcaldías no llegan compradores. “Los pocos que llegan son de la zona, pero esos no compran nada y cuando van a comprar quieren regalado todo”, señaló. “Esas ferias no están funcionando”, añadió.
Mientras que doña Etelvina Martínez López, de 58 años, de una de las comunidades de Mozonte, Nueva Segovia, dijo que ella y su marido, don Luis Alberto Díaz Moreno, dejaron desde hace tres años de producir sombreros de cabuya no por la falta de materia prima, sino por la falta de compradores. “Es que nadie quiere gastar lo poco que tiene, porque la gente está priorizando la comida, ya que todo se ha puesto caro”, indicó.
Agregó que en su casa, tienen más de 70 sombreros y 42 petates que desde hace varios años no logran vender por la ausencia de turistas extranjeros. “Es que quienes más nos compraban eran ‘los cheles’ que venían de otros países, pero se han perdido y ahora esto está desolado. Mi esposo y yo nos estamos dedicando únicamente a la siembra de maíz, frijol y sorgo, la venta de artesanía era una alternativa de ingresos para mejorar un poco nuestras vidas en tiempos difíciles”, dijo.
En muchos de estos hogares la comercialización de artesanías era un alivio. Volver a depender únicamente de los cultivos “es trabajar solo para comer”, se quejan los artesanos. Aseguran que con lo que ganan ahora no pueden cubrir la compra de ropa, calzado, alimentos, medicina y pagos de servicios (luz y agua), además de la ayuda de la utilería escolar de sus hijos.
Sombreros de palma
Don Heriberto Pérez Vargas, tiene más de 50 años dedicado a la elaboración de sombreros a base de la palma real en el tallercito que comparte con miembros de su familia en la comunidad de Cayantú, donde en una pequeña parcela de tierra, cultiva la planta que es su principal materia prima.
“Hacemos al mes más de 100 sombreros estándar, para niños y adultos, y los vendemos a precios que oscilan de 100, 350 y 500 córdobas”, señaló. Los colores de los sombreros aseguran se los dan con una anilina granulada extraída de una planta natural que se mezcla con agua.
Jícaras pintadas
Otra artesanía, son las jícaras pintadas por Arnulfo José Gómez, quien vive en el propio pueblo totogalpino, donde tiene su propio taller. Cuenta que tiene más de 25 años dedicado a esa labor y su arte es revivir la naturaleza con imágenes de animales, como el guardabarranco, o paisajes que plasma en lo tostado del material usando acuarelas y pintura adhesiva.
Manos laboriosas
La elaboración de piezas de artesanías de diversos materiales en zonas de los municipios de San José de Cusmapa, San Lucas, Totogalpa y Telpaneca, en Madriz, y Mozonte, en Nueva Segovia, ha sido toda una tradición que se ha transmitido de generación en generación en las familias campesinas de los pueblos indígenas.
Por ejemplo, en comunidades de Totogalpa, zona ubicada a 20 kilómetros al noroeste de la ciudad de Somoto, cabecera de Madriz, existen tierras que anidan a muchos artesanos indígenas que elaboran piezas hechas de materia prima natural extraída del lugar como el barro, el tule, la palma, el jícaro, la cabuya, la tuza, madera, acícula de pino y bambú, e incluso aprovechan los cuernos de bueyes.
De estos productos, unos 60 artesanos indígenas elaboran petates (para descansar) de tule, sombreros de palma, adornos de pared o jarras (para beber pinolillo o pozol) a base de jícara, muñecas o nacimientos navideños de tuzas, bisutería (chapas, collares y pulseras) de cuerno de bueyes, floreros, tortilleros y bolsos hechos de acícula de pino, hamacas de cabuya, muebles elaborados de madera de cedro, pochote, caoba y pino y bambú.
Doña Flor de María López Bautista, con más de 45 años laborando piezas artesanales, sigue la tradición laboriosa de sus ancestros tejiendo arduamente petates individuales de tule. Ella forma parte de un colectivo de más de 60 mujeres que diseñan piezas de artesanía en la comarca de El Capulín, de la comunidad de Santo Domingo, en Totogalpa.
“El tule lo extraemos dos veces al año de una planta silvestre que nace en nuestra zona, y la procesamos en el pequeño taller que tenemos las 60 socias, después elaboramos los petates individuales de diferentes tamaños. Algunos los hacemos en cuatro y hasta ocho días”, explicó doña Flor de María.
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