El repudio que la mayoría de nicaragüense siente hacia el régimen de Daniel Ortega no es de ahora, la gota ha venido colmando el vaso desde la primera vez que el actual dictador asumió el poder en la década de los ochenta.
Hoy el sentir de la población, de quienes vivieron los amargos y desgarradores momentos del período revolucionario, y de los jóvenes que vieron a Ortega retomar el poder en el 2007 y viven bajo la brutal opresión arreciada en 2018, es una especie de miedo-desprecio, impotencia, tristeza y desesperación. El dictador es sinónimo de muerte tanto para aquella generación como para esta.
Andrea, como le llamaremos a esta joven para proteger su identidad, está dando sus primeros pasos en la educación universitaria, la misma que poco a poco ha sido cercada por la dictadura con el adoctrinamiento político, tras la incesante confiscación de universidades que hasta ahora suman 17 en menos de año y medio.
La joven originaria de Jinotepe, Carazo, guarda en su memoria el ruido “de los disparos, el montón de policías y sandinistas” en su ciudad, pero sobre todo a “la gente muerta”, tristes, dolorosos y amargos recuerdos que igualmente guardan miles de nicaragüenses que han sido testigos de la brutal represión del régimen Ortega-Murillo.
“Para mi Daniel es eso, muerte, uno no puede hablar. Vas a la universidad y vas con miedo, vas en el bus y nadie habla, algunos sí, pero la mayoría no, por miedo. Ahora no hay muertos, no han matado a nadie, pero andan el montón de policías, todo es Daniel y la Chayo, ya no es como antes”, lamenta Andrea.
«Estamos como en una cárcel»
Todos los años cuando se acerca la fecha del 19 de julio en Nicaragua, los caudillos del partido de gobierno, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), arrancan con las efemérides de lo que llaman “el triunfo de la revolución popular sandinista”, pese a que la historia demuestra que realmente fue el pueblo de Nicaragua, sin ningún distingo político, el que derrocó a la dictadura somocista.
“Estamos como en una cárcel, te tenés que cuidar hasta de las paredes porque no sabés si te están escuchando”, comenta a Nicaragua Investiga, Susana, una ciudadana a quien también le protegemos su identidad para evitar represalias.
“Aquí si hablás te mandan a matar, ni Somoza era así. Yo nunca creí que Daniel y los sandinistas habían cambiado, siempre han matado, siempre han robado. Lo hicieron antes y lo iban a hacer después, lo que pasa es que como estaban bien con los empresarios y los otros porque esos otros que ahora no están con él bien salían en las fotos abrazándose, eran zorros del mismo piñal, ahora es malo, pero no, Daniel siempre ha sido el mismo”, cuenta Susana.
La ciudadanía alega que quien vivió en los ochenta “sabe lo que hicieron”, que el régimen sandinista de aquella época, “mandaba a los muchachos a la montaña y luego qué era lo que traían (de regreso), una cepa de tallo”. La situación no ha cambiado mucho, salvo que en 2018 los dictadores se quitaron la máscara que se pusieron en el 2007 y mostraron su lado más sanguinario. Las imágenes de la brutal represión dan fe de ello.
“Nicaragua está en manos de delincuentes, eso es lo que son los sandinistas. Los ves allí como que van a una guerra, ¿cuál guerra? No hay nadie que se les vaya a poner de frente, si los que dicen que son líder solo los veías allí en la televisión, no los veías allí en los tranques al momento que llegaban los sandinistas a matar a la gente”, rememora Susana.
Revolución secuestrada
Para el joven de Niquinohomo, Alejandro Moraga, toda revolución es un proceso social en que el oprimido se libera del opresor, pero lamentablemente esa liberación hasta ahora se vuelve un juego entre los actores para conservar el poder, por eso la revolución sandinista hoy se convirtió en otra dictadura.
“En el sandinismo sus militantes tienen una línea donde el que piensa diferente, es visto rápidamente como enemigo. Sandinismo es muerte, avaricia, destierro, incompetencia, deshorades, caudillismo, cárcel, tortura, lo peor que le ha sucedido a Nicaragua”, detalló.
Ana Pérez, una ama de casa de Managua, toda su vida ha estado segura que no existe la “revolución sandinista”, solo la revolución antidictadura, porque fue el pueblo de Nicaragua el que puso la mayoría de los muertos para derrocar a la dictadura somocista, como igual los puso en la rebelión de abril del 2018.
“Los sandinistas son tan degenerados y juegan con los sentimientos de las madres de héroes y mártires del 79, porque ellos se arrogan todos los muertos, hasta se han lucrado de estos. Eso te da una idea de lo que son capaces”, increpa.
Aduce que Nicaragua nunca ha sido sandinista, porque en el derrocamiento de la dinastía somocista, fueron unos cuantos rebeldes sandinistas la que la lideraron, pero acuerpados por un pueblo que estaba harto de la dictadura y los abusos a los derechos humanos, y fue este mismo que derrocó al sandinismo en las urnas en el 90, cuando el país experimentó por primera vez la democracia.
«El sandinismo que he conocido es de terrorismo»
El líder estudiantil Elton Rivera, a quien la dictadura sandinista expulsó de las aulas de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN), por participar de las marchas antigubernamentales iniciadas en abril de 2018, y que luego se exilió para salvaguardar su vida, opina sin titubear que es de una generación que solo ha conocido un sandinismo corrupto, violento y peligroso, con un historial amplio de violencia en todos sus aspectos, con comportamientos de terrorismo.
“He sabido que desde su nacimiento como organización ha cobrado la vida de miles de personas, y a las que no ha matado, las ha afectado de otras formas. Soy víctima de eso, pero fuera del sesgo que eso me puede generar al opinar, creo con bases que el sandinismo que yo he conocido es sinónimo de terrorismo. Si hay otra facción entre ellos que sea ampliamente diferente, no se ha hecho notar”, subrayó Rivera.
Un monimboseño que todos los días se levanta directo a trabajar en su pequeño taller de cuero en Masaya, asegura que en este lugar la gente no quiere volver a escuchar de la palabra “sandinista”, por todos los males que le han hecho a esta ciudad y resto de Nicaragua.
“Amigo, le cuento que Masaya ya no es la misma desde que el sandinismo volvió al poder. Actualmente solo estamos sobreviviendo, el comercio en este departamento ya no es igual. Con este gobierno nada está normal, la gente sale de sus casas porque tienen necesidad de buscar el centavo, y desestresarse un poco. La gente no emprende, sino que sobrevive, encima vienen a joder a las iglesias, siendo que somos cien por ciento católicos. Eso es el sandinsimo para mí, lo peor de lo peor”, explica de un tajo.
“Sandinismo es pobreza, corrupción, confiscación, descaro, exilio, cárcel y muerte, porque eso le han recetado a Masaya y a Nicaragua. Te podría dar más razones negativas que positivas y pasaríamos horas y horas, pero tengo que seguir trabajando, porque tengo que ganarme la comida”, indicó el poblador.
Terror y deuda externa
En la década de los 80, el primer régimen sandinista dio cuenta de más de 50 mil muertos, según cifras del Departamento de Estado de Estados Unidos en 1989, en su mayoría jóvenes obligados a combatir en las montañas para defender los intereses de “la revolución”.
Sin embargo, los datos van más allá, un artículo de la Revista Envío expone que “la guerra que asoló Nicaragua durante los años 80 dejó más de 150 mil víctimas, incluyendo muertos, discapacitados, viudas y huérfanos. Hay otras víctimas que no dejaron tras de sí más que un vacío: son los desaparecidos. Su número nunca se logró establecer con precisión”.
Tan solo la cifra de muertos habría ascendido a 60 mil, “35.000 en la insurrección antisomocista y 25.000 en la guerra de la contra”, según información recabada por un documento de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) de Cataluña, España, en el cual catalogan de “catástrofe económica” lo ocurrido en Nicaragua al tomar en cuenta que su población era de “3,2 millones en 1985”.
Los dolorosos números registrados en la historia de Nicaragua, en los que el régimen sandinista es uno de los principales responsables, no pararon ahí. Durante el período revolucionario los sandinistas confiscaron las mejores propiedades de forma desproporcional e indiscriminada; aunado a ello, al entregar el poder en 1990 dejaron al país con una deuda externa de más de 10,980 millones de dólares, según datos del Banco Mundial.
Este es un alto compromiso monetario que aún siguen pagando los nicaragüenses. La cifra había descendido considerablemente en los llamados «gobiernos neoliberales», pero desde la llegada al poder de Ortega en 2007, volvió a la tendencia alcista hasta alcanzar a finales de 2022 casi 15 mil millones de dólares de endeudamiento, según información del mismo Banco Central de Nicaragua (BCN).
FSLN al desnudo: mucha propaganda, pero poco apoyo
En 2007, gracias a un pacto con el Partido Liberal Constitucionalista (PLC) de Arnoldo Alemán, que le bajó el porcentaje para ganar las elecciones con un mínimo del 35% de los votos, Daniel Ortega retornó a la presidencia de Nicaragua con apenas el 38%.
Luego hubo encuestas que reflejaban una aprobación a su gestión, sin embargo, al momento de las elecciones, Ortega no lograba conseguir los favores de los votantes y «ganaba» mediante documentados fraudes, sumado a lo que se volvió una gran decepción para los nicaragüenses deseosos de un cambio: las divisiones y pleitos de los políticos opositores, quienes en teoría debieron haber frenado al líder sandinista cuando todavía podían hacerlo.
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Tras la brutal represión del 2018, problemas económicos, la falta de libertades, golpearon aún más a Ortega y al FSLN. Una encuesta de la firma Cid Gallup de enero del 2023, refleja que el 65% de la población nicaragüense desaprueba su gestión, y cuando a la población se le preguntó sobre la percepción de algunas figuras políticas de Nicaragua, Ortega registra una opinión desfavorable del 49% y una favorable de 35%, resultando un índice negativo de -14, mientras que Rosario Murillo llegó a un 46% de opinión desfavorable contra un 34% de positiva, para un índice negativo de -12.
En 2021, antes de las elecciones presidenciales, el FSLN cayó a su nivel más bajo de popularidad, pues según esta misma firma encuestadora, solo el 8% de los nicaragüenses simpatizaba con ese partido.
El repudio al proyecto político del FSLN, quedó evidenciado durante las últimas elecciones municipales de noviembre de 2022, cuando según el observatorio Urnas Abiertas, solo el 17% de la población nicaragüense salió a votar, para un abstensionismo del 82.7%.
En las elecciones presidenciales de 1984, cuando el FSLN había instaurado la primera dictadura y estaba muy presente lo que ellos llamaban la mística y la efervescencia revolucionaria, 1.5 millones de nicaragüenses estaban habilitados para votar. La oposición llamó al boicot, pero Daniel Ortega ganó con un 66% de los votos, en base a una participación del 75%, según el sistema electoral controlado por los sandinistas. Supuestamente poco más de 700 mil personas votaron por él. Para esa época, como ahora, ya cientos de miles se habían exiliado escapando de la muerte y la pobreza que representaba y sigue representando el sandinismo. Pocos años después, en 1990, forzados a ir a elecciones libres y transparentes, los sandinistas se toparían con la realidad, los nicaragüenses los repudiaban y le dieron el triunfo a doña Violeta Barrios.
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