La Policía del régimen de Daniel Ortega exhibió en Rusia el método represivo que utilizó contra los nicaragüenses durante las protestas sociales de 2018, que dejó más de 300 asesinados, en su mayoría jóvenes.
La institución policial sancionada por Estados Unidos por perpetrar graves violaciones de derechos humanos en Nicaragua alardeó ante otras delegaciones su «Estrategia de Seguridad, las acciones administrativas y la legislación aplicada» contra los manifestantes, a quienes señala de haber intentado un «golpe de Estado».
El encargado de exponer la «operación» en Moscú, fue el comisionado mayor Lenín Soza Robelo, jefe de la División de Asesoría Legal de la Policía Nacional, en compañía de la embajadora de Managua en Rusia, Alba Azucena Torres Mejía.
Ambos participaron en la denominada «Tercera Conferencia Internacional sobre la Difusión de la Ideología Extremista» que se desarrolló en Moscú del 25 al 27 de septiembre.
Según el comunicado de la Policía, la delegación nicaragüense brindó «un intercambio de las experiencias y buenas prácticas que garantizaron la restauración del orden institucional y constitucional en Nicaragua».
En esta Conferencia se expusieron «los métodos científicos y prácticos» para combatir lo que Rusia y sus aliados llaman «ideología extremista».
La institución policial también indicó que los representantes de los organismos policiales de los países participantes compartieron sus «mecanismos de coordinación» y la cooperación internacional para adecuar sus leyes contra el supuesto extremismo.
Durante el evento, los representantes de Ortega aprovecharon para reiterar su respaldo a Rusia en su lucha contra Estados Unidos y naciones aliadas, a las que señalan de ser «enemigos de la paz, la soberanía e independencia de los pueblos».
En un reciente discurso, el dictador Daniel Ortega admitió que el gobierno de Vladimir Putin ha contribuido en la represión contra opositores en Nicaragua, a través del centro ruso instalado en Managua, el cual funciona como un centro de capacitación contra los manifestantes, a los que tilda de «terroristas».
Las relaciones entre ambos regímenes dictatoriales se enfocan en el ámbito político y militar, mientras que en materia comercial es casi nula.
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