Un asunto debe quedarnos claro antes que nada: la base del sandinismo hoy por hoy es la fuerza, la muerte, su tan célebre como macabro «plomo». La capacidad de movilizar violencia tanto dentro como fuera del Estado sostiene toda la estructura corrupta del régimen sandinista y eso asegura que, por más civiles que renuncien, nuevos nombre fluirán a reemplazarles.
Esta realidad desalienta, sí, pero no quita el valor de las renuncias publicitadas. Sin especular en las intenciones detrás del hecho, se trata de una pequeña victoria ver como un Rafael Solís o como un Arturo McFields dan la espalda a las cuatro siglas que por años les cobijaron.
Denuncia de Arturo McFields desataría «cacería de brujas» de los Ortega
Para derribar una edificación hay que visualizar bien las grietas; sólo así podremos saber dónde golpear para que nuestros golpes sean eficientes, para evitar daño innecesario. Hay que desestabilizarla para que su propio peso actúe contra ella. En el caso del sandinismo, la grieta, su punto de inestabilidad, es la humanidad misma.
Estamos acostumbrados a ver al simpatizante sandinista, al «sapo», como un ser despreciable que ha perdido toda razón, ya sin humanidad, sin cualidad redimible alguna. Tal vez sea verdad esto de los más sangrientos paramilitares, pero hay una buena cantidad de ciudadanos que sólo trata de sobrevivir en este país a como puede y ha podido, por una razón u otra tan compleja y válida como cualquiera, sólo con el gobierno.
Personas cuyos ideales forjados en el calor de una revolución bien publicitada han sido manipulados o simplemente aquellos que dependen del gobierno no merecen ser escarmentados por las acciones de unos cuantos sanguinarios. En cierto modo, son ellos también víctimas de su propia necesidad, una necesidad en muchos casos propiciado por el gobierno que llega y se presenta como salvador.
Medios oficialistas «borran» a Arturo McFields
Muchos tienen menos cuotas de responsabilidad que un Solís, arquitecto de las reformas que permitieron a Ortega seguir en el poder, y estos casos pueden ser fuente de inspiración para muchos que quieren alejarse y decirle que no a la violencia, al odio, a la destrucción de nuestro país. Es la oportunidad también de romper el ciclo de violencia que el sandinismo perpetuó con las masacres posteriores a la revolución.
Como antes se dijo, la base del poder sandinista es el Ejército, la Policía y sus hordas de irregulares, pero ninguna grieta es mal recibida, ningún punto débil superfluo, ninguna persona de bien es inútil en la construcción de una Nicaragua mejor.
Una declaración de principios requiere de mucha valentía y es comprensible que muchos no quieran ponerse en peligro, pero aquellos en el limbo jamás deben dudar que el lado correcto de la historia es lejos del Frente Sandinista. Aún así, el valor no borra la necesidad de Justicia del pueblo de Nicaragua.
Esperemos que quienes hicieron mal tengan la honestidad de reconocerlo y pagar por sus acciones. Eso también es una demostración de principios. Se lo deben a su país, a toda la sociedad.
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