Los nicaragüenses seguirán sufriendo las consecuencias de la inflación en la economía nacional. En abril se cerró con una inflación del 9.95% y la proyección inflacionaria para el cierre de este 2022 se ubica entre el 6% y 7%. Un dato que impacta enormemente en los productos que todos compramos, especialmente los de la canasta básica que semana a semana incrementan su precio.
Los efectos inflacionarios provocaron que en abril pasado los consumidores sintieran el alza de precios en productos como el aceite de cocinar que experimentó un aumento del 7.25%, el tomate y el pollo en piezas de 20.44% y 3.21% respectivamente, según los datos del Instituto Nacional de Información de Desarrollo (INIDE).
La tabla de proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), muestra que el Producto Interno Bruto (PIB) de Nicaragua crecerá un 3.8% este año, un rango medio a lo estimado por el Banco Central de Nicaragua, que espera un crecimiento económico entre 3.5 y 4.5 por ciento.
Los más pobres los mayores afectados
Neysi Vargas tiene 27 años y vive en una comunidad rural de Belén, uno de los municipios más pobres del país. Hace más de seis años trabaja en una zona franca junto a su marido, ambos han ido construyendo poco a poco su vivienda. Su familia es solo un ejemplo de los miles de hogares nicaragüenses que día a día se esfuerzan para sobrevivir con un salario casi 3 veces más bajo que el precio de la canasta básica.
Pobreza, hambre y desnutrición aumentan en Nicaragua
“Cada vez que vamos a Rivas a hacer las compras de la comida hasta que nos asustamos, todo está más caro, el aceite de C$64 que lo comprábamos hace unas semanas, pasó a C$88, por las nubes; si lo compráramos en pulperías sería más caro, como a C$100. Tres jabones de lavar antes valían C$48 ahora C$67 y eso que compramos lo más barato; ya ni podemos comprar carne, tenemos que buscar titiles, hígado o embutidos, que estén más baratos o acomodarnos con huevos o cosas así”, nos cuenta Neysi.
Su familia es pequeña, en su casa vive su mamá, quien le apoya a cuidar a su hijo de 5 años mientras ella y su marido trabajan. Como la mayoría de los nicaragüenses ha tenido que ingeniárselas para sobrevivir en este país donde la carestía de la vida se reduce día a día.
Actualmente Nicaragua tiene un Índice de Desarrollo Humano de 0.614%. Para el 2019 se ubicó en el puesto número 128 del ranking establecido por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y en el que Guatemala y El Salvador lo superan por uno y cuatro peldaños respectivamente. Cuatro posiciones hacia abajo, en la 132, se ubica Honduras.
Éste índice evalúa el progreso a largo plazo en los aspectos básicos del desarrollo humano: una vida larga y saludable, el acceso al conocimiento y un nivel de vida digno. En palabras más sencillas, mide los niveles de pobreza, alimentación saludable, acceso a salud y educación, entre muchos otros aspectos que tiene que ver con el desarrollo de los países.
Inflación, la culpable del alza en los precios
El economista Maykell Marenco explica que la proyección inflacionaria de entre el 6% y 7% presentada por el Banco Central para el cierre del 2022, se traduce en aumento en los precios de los productos.
“Se provoca un efecto en cadena, el poder adquisitivo de las personas se reduce. No es solo el hecho de que el dinero rinde menos sino que la calidad de vida disminuye. El salario real se hace menor, es decir, la cantidad de bienes y servicios que se pueden adquirir con determinada cantidad de dinero no es la misma, por tanto, afecta la canasta básica y las preferencias. Se sustituyen algunos productos o bienes de primera necesidad por otros de calidad inferior o adquirir menor cantidad de esos bienes”, expone Marenco.
La inflación, el aumento en el precio de los hidrocarburos y todas las repercusiones internacionales hacen que familias como la Neysi tengan que volver al uso de la leña para paliar un poco el impacto en su bolsillo.
“Hasta que me duele el alma cuanto nos toca comprar el tanque de gas, sacar C$450 y eso que mi marido lo va a comprar en la bicicleta a la pulpería, si lo pedimos tenemos que pagar C$30 córdobas más, prácticamente se va un billete de C$500; por eso ahora lo que hacemos es usar lo mínimo la cocina de gas, si cosemos frijoles en el fuego de leña, ahí nomás aprovechamos a cocinar el arroz y otras cosas para que el gas nos rinda más del mes”.
Productos de la canasta básicas siguen siendo los más afectados
Los datos que muestran que la canasta básica supera más del doble del salario mínimo
Al incrementar el precio de los combustibles, fertilizantes, insumos o materias primas para elaborar o cosechar determinado producto, el efecto directo es en el bolsillo del consumidor, pues normalmente los dueños de negocios agregan estos costos al precio de los productos que todos compramos.
“Los productos más afectados son los alimentos de la canasta básica, que ya está por encima de los C$17 mil córdobas y que incluso es variable en dependencia de la región del país donde se realice la consulta de los precios”, explica Marenco.
En cuánto a los grupos poblacionales más afectados con ésta alza de precios producto de la inflación, el economista comenta que son todos aquellos que ganan un salario mínimo promedio de C$6 mil a C$7 mil córdobas, una cantidad que apenas llega al 40% del costo de la canasta básica.
En la medida que los nicaragüenses resienten el golpe a su bolsillo se ven obligados a adquirir otra variedad de productos, que aunque pueden significar un ahorro, no cumplen con los estándares alimenticios o la calidad y rendimiento es más baja que los que antes acostumbraba comprar, algo al que el economista Maykell Marenco le llama “efecto sustitución”.
Más informalidad laboral y subempleo
“En Nicaragua hay un 76% de informalidad laboral con un nivel de subempleo de 46%. La situación económica actual implica que muchas personas van a incorporarse a éstas dinámicas, es decir, nos esperan niveles de subempleo e informalidad laboral creciente porque no podrían adquirir o no podrían tener ingresos directos suficientes”, expone Marenco.
La baja calidad de vida de los nicaragüenses es casi palpable, todos resienten la carencia y lo difícil que es vivir cada día en un país que no muestra cifras de crecimiento lo suficientemente positivas como para permitir un alivio a su gente.
“Cualquiera diría que tenemos buena vida porque trabajamos los dos, pero un salario de un poquito más de C$7,500 al mes, con el gasto que hay ahora, no es nada y eso que a mi mamá no le pagamos porque nos cuide el niño, ella nos ayuda en ese modo y nosotros por eso estamos pendiente de que a ella tampoco le falte nada”.
“En años anteriores nosotros ocupábamos sólo el salario de mi marido para los gastos y el mío lo ahorrábamos para construir la casa, pero ahora no se puede, cuando miramos hasta mi salario se va en gastos. Nos vemos obligados a ir a hacer horas extra en la noche para poder ayudarnos un poco, pero es cansado, el cuerpo no da para más. Aquí la situación está cada vez más dura, por eso, aunque no queramos tenemos que estar en la zona y pidiendo a Dios que no nos corran”, nos continúa contando Neysi.
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Ciclo agrícola afectado por la inflación internacional
Las proyecciones en la economía del país podrían variar en los próximos meses, el ciclo agrícola prácticamente ha empezado y la producción será afectada por los factores externos, sobre todo a causa del aumento de precios en insumos esenciales como los fertilizantes que son determinantes en el aumento o disminución de las cosechas.
“El ciclo agrícola se verá afectado por el aumento de precios de fertilizantes y las dinámicas de créditos. En 2020 el crédito fue una de las variables que no se pudo reactivar pese al aumento de los incentivos. Por el lado de la oferta, C$40 mil millones de córdobas fueron inyectados como disponibilidad, además de flexibilización de las condiciones crediticias, pero fue hasta 2021 que se empezaron a recuperar en esta variable. Se esperaría que para 2022 tomando en cuenta la inflación acumulada nacional y la internacional, probablemente afectaría la dinámica de créditos”, concluye Marenco.
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Neysi, por su parte, aún guarda la esperanza en que algún día la situación mejore, pero también es consciente de la realidad del país: “yo quisiera que la vida mejorara un poco, vamos de mal en peor, no sé hasta dónde vamos a llegar porque ya ni del campo se puede vivir. A veces mi marido se arriesga a sembrar arroz, frijoles y maíz, pero por donde la busque uno está jodido, el invierno malo y los venenos y abono está caro, sale mejor comprar el arroz que sembrarlo».
Nuevamente, serán los sectores más pobres los de mayor afectación. Si hace unos meses podía cubrir los productos esenciales de la canasta básica, es probable que en los siguientes meses tenga que reducir su consumo u optar a productos alternativos, aunque el costo implique desnutrición, o tendrá que buscar otras alternativas de ingresos para cubrir las alzas causadas por los números inflacionarios.
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