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Así es la vida de los «contras» nicaragüenses 34 años después del desarme

Excontras lamentan que políticos, por corrupción y pactismo, hayan echado a la «basura» 10 años de lucha de los contras para que hubiese democracia en el país.

Contras cuando ya estaban en proceso de desmovilización. Cortesía/NI

En un acto simbólico, el 27 de junio de 1990, el comandante Franklin, el último jefe de los contras, le entregó su fusil a la entonces presidenta Violeta Barrios de Chamorro para marcar el fin definitivo de la guerra entre contras y sandinistas y el desarme total de los primeros.

El acto se celebró en San Pedro de Lóvago, en Chontales, y Franklin, cuyo nombre real era Israel Galeano Cornejo, dijo: «Misión cumplida».

Terminaron así casi 10 años de lucha de los contras en contra de la primera dictadura de los sandinistas de los años ochenta del siglo pasado, que culminó con las elecciones presidenciales de ese año 1990, el 25 de febrero.

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Lucharon por la democracia

Hasta en 2021, todavía los excontras celebraban el desarme, porque la guerra de los contras sirvió para la democratización del país en 1990. Pero, ahora, con la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo endurecida, ya ni eso pueden hacer, sino que están en el olvido, comentan excomandantes de la contra.

Exjefes de la contra, como Luis Fley, comandante «Jonhson», y Tirso Moreno Aguilar, comandante «Rigoberto», dijeron a Nicaragua Investiga que la lucha de los contras fue precisamente para que en Nicaragua existiera la democracia y que el compromiso era que, si había elecciones libres, ellos entregarían las armas.

Aunque los sandinistas querían que los contras entregaran las armas antes de las elecciones, los rebeldes no lo hicieron sino hasta que la presidenta Barrios de Chamorro estuvo instalada en el poder.

El desarme

Primero, se desarmó el grueso de los contras en El Almendro, Río San Juan, y luego los principales jefes entregaron los fusiles en San Pedro Lóvago. Ese 27 de junio, hoy hace 34 años, entregaron el fusil 171 jefes contras. El comandante Franklin lo hizo de último, ya que él fue el último jefe del Estado Mayor de los contras.

En total, fueron 22,413 contras los desmovilizados, explica el libro La desmovilización y reinserción de la Resistencia Nicaragüense, elaborado por la Comisión Internacional de Apoyo y Verificación de la Organización de Estados Americanos (CIAV-OEA).

Mientras que cerca de otros 20 mil contras perdieron la guerra entre 1980, cuando todavía no estaban debidamente conformados, y el final de la guerra. Otros miles quedaron lisiados de guerra.

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Sacrificio echado a la «basura»

Ahora, 34 años después, el comandante Johnson lamenta que la clase política del país haya echado a la «basura» todo el sacrificio de los contras, debido a su corrupción y a sus prácticas pactistas, que permitieron el regreso al poder del sandinismo, principalmente del dictador Daniel Ortega.

«La clase política no valoró el sacrificio de los campesinos y de los que lucharon. Fue una tragedia que no supieron administrar el futuro de la democracia y se convirtieron en corruptos y pactistas», expresó el comandante Johnson, exaspirante presidencial que tuvo que irse al exilio para no ser encarcelado por Ortega en 2021.

Se mueren sin tratamiento médico

Los contras que aún viven ya son de la tercera edad y se les puede encontrar en las montañas del país «con una muleta en la mano en la otra con un espeque sembrando maíz», afirma el comandante Rigoberto.

Otros excontras, añade el exjefe contra, andan muriendo porque no existe al menos una clínica en todo el país donde se puedan poner una inyección. «No tiene como tratarse médicamente. Por falta de una cirugía de vesícula se mueren», dice.

El comandante Rigoberto lamenta que los contras fueron útiles hasta para el gobierno de Estados Unidos, pues el expresidente Ronald Reagan decía que él era «un contra más», pero luego, tantos los estadounidenses como los gobiernos nicaragüenses se olvidaron de los contras.

«A unos cuantos (excontras) se les puede ver en las carreteras de Waslala vendiendo frijoles en un saco. Nadie los toma en cuenta», sentencia el comandante Rigoberto.

Autor
Redacción Central

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