Con una diplomacia hiperactiva, Luiz Inácio Lula da Silva ha devuelto en pocos meses el protagonismo de Brasil a la escena mundial, aunque sus posturas sobre Ucrania y Venezuela han provocado más de un desencuentro.
Desde que asumió en enero un tercer mandato al frente de la potencia suramericana, Lula, de 77 años, ha tenido 33 encuentros con gobernantes extranjeros, uno más que los que su predecesor, el ultraderechista Jair Bolsonaro, tuvo en sus cuatro años de gobierno, según un levantamiento del diario O Globo de las agendas oficiales.
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Sin contar las citas previstas esta semana con el presidente italiano, Sergio Matarella, en Roma; el papa Francisco, en el Vaticano, y el presidente francés Emmanuel Macron, con quien tiene previsto un almuerzo el viernes en París.
Analistas señalan que el líder izquierdista se enfocó en recuperar el prestigio y protagonismo internacional de Brasil tras el aislamiento de su predecesor.
«Solamente el hecho de no ser Bolsonaro le dio a Lula una considerable buena voluntad global», escribió recientemente Oliver Stuenkel, profesor de Relaciones Internacionales de la Fundación Getulio Vargas (FGV), en Brazilian Report.
Una retahíla de mandatarios se desplazaron a Brasilia para reunirse con Lula y varios países se comprometieron a donar sumas al Fondo Amazonía contra la deforestación, como Estados Unidos, Alemania y Reino Unido, además de la Unión Europea.
Además, Lula anunció que la ciudad de Belém, en la Amazonía brasileña, acogerá la COP30 sobre el clima de la ONU en 2025.
Mediador para Ucrania
Pero «la vuelta» de Brasil a la escena internacional también ha suscitado polémica.
Lula se negó de plano a armar a Kiev y a imponer sanciones al gobierno de Vladimir Putin, y en cambio propuso un «grupo de paz» para buscar una salida negociada a la guerra, una iniciativa saludada tímidamente en el exterior.
De viaje a China, señaló a Estados Unidos, que ha enviado miles de millones de dólares en armas a Ucrania, de «alentar la guerra». La Casa Blanca reaccionó acusando a Lula de «repetir como un loro la propaganda china y rusa».
Y un intento de encontrarse con Volodimir Zelenski en mayo al margen de la cumbre del G7 en Hiroshima no se concretó -ambas partes alegaron problemas de agenda.
Zelenski dijo sarcásticamente que eso pudo haber «decepcionado» a Lula y este replicó estar «molesto» por no haberse encontrado con el presidente ucraniano.
La postura de Lula sobre Ucrania responde «al antiamericanismo tradicional del PT», el gobernante Partido de los Trabajadores, dice a la AFP el exdiplomático Paulo Roberto de Almeida.
Pero «más especialmente a la alianza de Lula con las dos grandes autocracias», dice en alusión a China y Rusia, con los cuales Brasil es socio en los BRICS.
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Entre Washington y Pekín
Lula también se ha movido en el tablero mundial dominado por el enfrentamiento entre las principales potencias globales, Estados Unidos y China.
Con un intercambio bilateral récord de 150.500 millones de dólares en 2022, China es el principal socio comercial de Brasil.
Pero Washington es un aliado de Lula en la defensa de la democracia y el medioambiente, ejes de su política interna frente al bolsonarismo.
Lula intentó dar señales de equilibrio al organizar sendas visitas a ambos países en los primeros meses de su gobierno.
«El mayor riesgo y el mayor temor de Brasil es tener que posicionarse» entre ambas potencias, señala Pedro Brites, internacionalista de la FGV.
Pero mientras la visita de Lula a Washington se limitó a una reunión con Joe Biden sin anuncios concretos, en China una abultada comitiva de ministros y empresarios brasileños firmó acuerdos de cooperación económica.
En China, el ministro de Economía Fernando Haddad resumió la visión de Brasil: «No tenemos intención de apartarnos de un socio de calidad como Estados Unidos. Queremos inversiones de Estados Unidos», pero «estamos viviendo casi un momento de desinversión».
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En defensa de Maduro
Otro objetivo del líder izquierdista ha sido retomar la integración suramericana, fracturada luego de años de desavenencias entre países vecinos.
Pero cuando los líderes de la región se reunieron a fines de mayo en Brasilia invitados por Lula, la defensa del brasileño al presidente Nicolás Maduro, al calificar las denuncias de autoritarismo en Venezuela como una «narrativa», causó divisiones.
Tanto el gobernante de Uruguay, el centroderechista Luis Lacalle Pou, como el de Chile, el izquierdista Gabriel Boric, se unieron en criticar sus afirmaciones.
El mandatario brasileño cree que «si es más crítico con Maduro se cierra el canal de diálogo» para mejoras democráticas en Venezuela, afirmó Brites.
Pero, según Almeida, «con sus declaraciones infelices, Lula borró cualquier prueba de éxito» de la cumbre, la primera en casi diez años de la región suramericana.
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