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Violencia en el noviazgo: 3 de cada 10 adolescentes son maltratadas en esta etapa

Las estadísticas de la organización Católicas por el Derecho a Decidir muestran que 22 de los 71 femicidios registrados en 2020 fueron perpetrados por sus parejas.

CLAUDIO REYES / AFP

Datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) revelan que 3 de cada 10 adolescentes han sufrido violencia en el noviazgo. En 2019 la ola del #MeToo que se presentó a través de redes sociales reveló que en Nicaragua la situación no se encuentra aislada, muchas jóvenes nicaragüenses denunciaron haber experimentado violencia por parte de sus parejas desde edades tempranas.

Las estadísticas de la organización Católicas por el Derecho a Decidir muestran que 22 de los 71 femicidios registrados en 2020 fueron perpetrados por sus parejas. Para Maryce Mejía, de la Red de Mujeres Contra la Violencia (RMCV), esto es un indicador de cómo está la violencia en el país y que muchas veces inicia desde el noviazgo.

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La activista sostiene que muchos de estos casos tienen que ver con los modelos de crianza y patrones culturales. «Desde pequeños a los varones se les enseña a dominar, controlar, a que todo esté a su disposición; y a las mujeres en cambio, se les educa para quedarse calladas, para servir a los demás», por lo que una vez que estos entran a relaciones de pareja hay varias conductas de control que se normalizan.

«Empiezan a controlar su forma de vestir, a sutilmente pedirles las contraseñas de sus cuentas, a privarles de amistades, e incluso de familiares, diciéndoles que no son una buena influencia para ellas», asimismo Mejía advierte que se está disfrazando la violencia con amor o con el llamado amor romántico.

Maryce Mejía, de la Red de Mujeres Contra la Violencia (RMCV). Cortesí

La violencia no es amor

El término amor romántico hace referencia a una idealización del amor con apego, donde prevalecen marcados roles de género con los que las mujeres quedan en desventaja, y que alimenta mitos que resultan dañinos. Este modelo crea una idea nociva e inalcanzable del amor que termina en violencia, pues se concibe a la pareja como una propiedad privada.

Mejía advierte que es necesario revisar la forma en que estamos comprendiendo el amor pues «el amor no debe de doler», y continuar desmitificando y deconstruyendo estos conceptos que actualmente prevalecen. Comparte que a las niñas se les debe enseñar desde pequeñas que «el príncipe azul no existe y de que su centro son ellas mismas» pues percepciones como «te controlo porque te quiero, te celo porque te quiero, soy tu apoyo y sin mí vos no sos nada, desde muy chiquitos se inician con estas creencias y llegan hasta cuando tenes relaciones ya de pareja formal».

De igual forma, la activista advierte que «hay muchísimo desempoderamiento en las adolescentes» y es necesario hacer que conozcan sus derechos y hablen de violencia, así como orientar a los niños que golpear y gritar no es normal. El Movimiento Comunal Nicaragüense (MCN) es una de las organizaciones que actualmente trabaja con grupos de adolescentes en las zonas rurales para abordar el tema del amor romántico y la violencia, sobre todo para reducir la alta incidencia de embarazos a temprana edad que existen en estas zonas —y resto del país—.

Uniones a temprana edad

Un estudio de Plan Internacional y el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA) de 2019 posicionaba a Nicaragua como el tercer país de la región con mayor prevalencia de uniones tempranas y forzadas. Asimismo, se mantiene entre los primeros lugares por embarazos adolescentes. Mejía advierte que, aunque esta situación esté normalizada tiene un efecto devastador en la vida de las niñas.

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«Al ser adolescentes hay riesgo de vivir una relación violenta, de salir embarazadas a temprana edad, riesgo de ser violentadas de manera extrema, y también de ser unidas forzadamente» asegura la activista, y agrega que «una niña que se une a temprana edad y que no está preparada para vivir una relación que requiere de madurez tiene el riesgo de vivir en pobreza, violencia, trabajas pocos remunerados, y que obstaculice sus estudios».

El estudio de Plan Internacional y el UNFPA también reflejaba que esta situación es aún más frecuente en las áreas rurales, donde una de cada dos mujeres se unió antes de cumplir los 18 años. Jeanette Castillo, coordinadora departamental del MCN Matagalpa, comparte que en las épocas de cortes de café es común que las muchachas sean llevadas a otros lugares por sus parejas sin que sus padres lo sepan, y luego estos deben tratar de localizarlas pues muchas veces tras llevárselas las mantienen incomunicadas. «Hemos tenido casos de chavalas de Rancho Grande que se las llevan a San Dionisio, o de La Dalia las llevan a Estelí o a Chinandega» y por ello es que asegura que sostienen actualmente estos talleres, para alertarlas y darles tips de prevención ante cualquier manipulación.

El problema se agudiza al observar que muchas de estas niñas establecen uniones con hombres mayores, lo cual activistas feministas han destacado que también constituye un factor de violencia. La situación ha sido normalizada a pesar de que el código penal de Nicaragua reconoce como delito el hecho de que una menor de edad sostenga relaciones sexuales con una persona mayor.

Castillo asegura que han tenido reportes de adolescentes embarazadas que son presionadas por sus novios a tener relaciones bajo el pretexto de prueba de amor, «los novios quieren controlar a las muchachas y el problema más grave es que después viene el embarazo en adolescentes, producto de la violencia que viven en el noviazgo, el control». Y aunque en algunos casos han logrado establecer denuncias por violencia y violaciones, estas no siempre tienen efectividad dentro de las comisarías.

Según los registros de Católicas por el Derecho a Decidir, la mayoría de los femicidios corresponden a mujeres jóvenes entre los 18 y 34 años de edad. Para Mejía, muchas de estas mujeres «a lo mejor iniciaron su vida de pareja a temprana edad, no solo son los femicidios de la noche a la mañana, sino que ha habido un patrón de violencia desde muy temprana edad», y por ello sostiene que lo que se necesita en Nicaragua es cortar estas relaciones en edades tempranas.

Un patrón transgeneracional

El control de las amistades, los teléfonos, la aceptación de la violencia como muestras de amor, son patrones relacionales muchas veces aprendidos dentro de los propios hogares. «La violencia es transgeneracional, vamos repitiendo de generación en generación, quizás venimos de modelos de crianzas violentos y se normalizan esas relaciones» asegura Mejía.

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«A veces sufren violencia en sus casas y creen que irse con un muchacho es la solución o el escape para resolver las situaciones de violencia que viven en sus casas, o de jornadas laborales que les ponen en sus hogares» coincide Castillo y alega que «es necesario visibilizarlo, darlo a conocer, de repente queda oculto; la violencia no solo son los femicidios, y la violencia no solo es en adultas, las chavalas también experimentan violencia en el noviazgo».

Para Mejía «hasta que no llegue alguien con mucho conocimiento y empoderamiento para ver esta realidad, vamos a seguir repitiéndola» y destaca que por ello es importante que se hable al respecto en las escuelas, las comunidades, los medios y las iglesias.

¿Cómo salen las jóvenes de relaciones violentas? Mejía destaca que lo primordial es que reconozcan que están viviendo una situación de violencia, que reconozcan que la persona que eligieron como pareja las está violentando «que no es normal, que las hace sentir mal y no es saludable para ellas», lo que resulta un reto ya que este tipo de relaciones «crea mucha dependencia emocional y baja la autoestima». Lo segundo, destaca que es tener un escudo protector —ya sea mamá, amiga o vecina— pues «sin esto es muy difícil», y finalmente sostiene que el estado debe ofrecer políticas públicas de prevención, de educación, y brindar leyes que regulen estas situaciones.

A través de los talleres de autoestima y reconocimiento de la violencia que implementan, la coordinadora del MCN afirma que las jóvenes en las comunidades se muestran más interesadas y más alerta para salir de estos ciclos de control, sobre todo en un periodo donde la tecnología constituye otra herramienta con la cual pueden ser manipuladas.

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