Sofía Dvoynos estuvo a punto de sufrir un ataque de pánico el miércoles 23 de febrero, después de escuchar las declaraciones del presidente ruso Vladímir Putin anunciando que llevarían a cabo «una operación militar especial».
Durante los últimos ocho años las tensiones y la posibilidad de que en algún momento pudiera estallar una guerra hasta se habían convertido en parte de la «normalidad», de las pláticas comunes en Ucrania, pero ese día todo fue diferente.
Sofía es hija de padre ucranio y madre nicaragüense. Nació en Kyiv, pero cuando tenía cuatro años sus padres se trasladaron a vivir a Nicaragua, donde estudió y creció sintiéndose una nacional, aunque relata que sus primeros años fueron difíciles porque sólo hablaba el idioma ruso. Estudió cuatro años la carrera de medicina en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN – Managua), pero en 2006 decidió regresar a Ucrania.
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«Cuando tenía 21 años no me fue muy bien como estudiante de medicina y quise darme un break. Se me había olvidado el ruso, no conocía bien a mi abuela y le dije a mi papá que me iría un año a Ucrania, siempre pensando que me volvería a Nicaragua a continuar con la carrera», rememora.
Un choque cultural
A pesar de que hoy en día su sentimiento patriótico se ha incrementado por ambas naciones, luego de permanecer casi ocho años allá, en 2014, Sofía se sentía completamente nicaragüense. Había descubierto en Ucrania un «patriotismo» diferente al que conocía.
«A mí me sorprendía muchísimo que la gente con la que yo me relacionaba decía: No me gusta mi país, o nadie estaba orgulloso. Yo sentía que en Nicaragua nos enseñaban a querer Nicaragua, pero aquí era diferente». Pero esta perspectiva cambió en el año 2014 tras las protestas en el Maidán cuando Rusia inició el proceso de adhesión de Crimea como territorio ruso, proceso que no es reconocido por Ucrania.
«En el 2014 fue el primer momento en el que sentí que la gente de verdad quería a su país, cuando la gente salía a la calle. Yo estuve en el Maidán cuando disparaban, estuvimos cuando era súper peligroso ayudando a la gente. Yo era como un taxi en el Maidán: llevaba gente de un lado a otro. Y era una sensación increíble porque la gente estaba muy unida», relata.
Tensiones de guerra y las cebollas crudas
En los siguientes años, los rumores de guerra resonaban debido al conflicto por las tensiones en Donestk y Lugansk, pero a medida que el tiempo fue pasando los miedos fueron menguando y en la capital de Ucrania todo fue cada vez más normal.
«Ocho años estuvieron sólo en aquellos territorios y la verdad es que nos acostumbramos y eso fue malo por nuestra parte. Yo, por lo menos, estaba acostumbrada y no estaba preocupada de que llegaran a más», expresa Dvoynos.
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Pero no todas las personas estaban tan tranquilas. La abuela paterna de Sofía tiene 90 años, es una judía sobreviviente de la segunda guerra mundial, quien junto a su mamá y hermana pasaron años escondidas en Siberia, región rusa cerca del océano ártico. «Ella me cuenta historias de cómo comían cebollas crudas porque no había nada que comer».
Su abuela siempre se preocupó por lo que podía pasar entre Rusia y Ucrania. «Ella se acuerda de todo eso, y siempre me decía: ¿por qué estás gastando en ese vestido? ¿y si comienza la guerra y vos no tenés nada? ¿por qué gastas dinero? Hay que economizar todo por si de repente viene la guerra. Yo le decía que estábamos en el siglo 21 y que la guerra era imposible. En el 2014 yo sólo me acordé de ella y le dije que tenía razón».
«Nos despertamos con un fuerte ruido»
Sofía y su familia se encontraban de vacaciones en Tailandia desde enero porque a medida que pasaba el tiempo las tensiones entre ambos países se incrementaban. Desde inicios de febrero, recuerda, los militares rusos ya estaban apostados en las fronteras de Ucrania. «Yo ya tenía miedo de cada avión que pasaba por la casa, pensaba que en cualquier momento iban a dejar caer una bomba».
Sus boletos de regreso estaban programados para el 25 de febrero, sin embargo, ante la creciente posibilidad de una guerra, su esposo decidió irse días antes para atender la empresa de informática que tienen, y estar allá ante cualquier situación. El discurso de Putin la sorprendió desayunando, y un mensaje de una amiga que vive en la capital ucraniana la preocupó más.
«Terminado de ver el discurso y me cae un mensaje de mi amiga que dice ‘nos despertamos por un fuerte ruido, pero no debe ser eso. Lo que le dije fue: corré porque es eso», relata. Los ruidos que despertaron a muchas personas en Ucrania era el ejército de este país defendiéndose de ataques rusos.
Hoy Sofía Dvoynos se encuentra en Francia, con sus hijas y su suegra, alquilando un apartamento por un corto tiempo, mientras esperan que la situación mejore en su país.
Pendiente de cada bomba
Cada noticia que lee sobre un nuevo ataque o explosión en Ucrania implica mucha preocupación para Sofía Dvoynos. Su esposo, Oleksandr, y su abuela están en Kyiv, y teme por su seguridad. Aunque la comunicación con su pareja es bastante frecuente no deja de sentir ansiedad por lo que pueda ocurrir ante el avance de las tropas rusas.
Con su abuela hay menos comunicación, pero mayor preocupación; la señora de 90 años tiene dificultades para caminar por su cuenta y vive en un apartamento en el cuarto piso de un edificio que no posee elevadores. Sofía teme que algún ataque impacte su residencia y ella no pueda salir. Esto realmente es lo que más la preocupa, «yo sé que él (su esposo) tiene fuerza y puede luchar por su vida, ¿pero ella?», se pregunta.
Oleksandr se ha tenido que refugiar en varias ocasiones, debido a los enfrentamientos. Hasta el momento mantiene una promesa de no portar armas para evitar ser blanco en alguna confusión. «Me imagino que si vienen con armas contra él va a tener que usar armas, pero ir a la calle espero que no lo vaya a hacer», señala sobre la situación de su esposo.
Nunca hubo problemas de lenguaje
Tanto Vladímir Putin como funcionarios rusos han dicho que en Ucrania estaba prohibido hablar ruso, y el mandatario ruso incluso dijo que las acciones militares que han realizado han sido para defenderse y defender a los ucranianos, afirmando que pretende «desnazificar Ucrania». Sin embargo, Sofía Dvoynos relata que en Ucrania el idioma ruso nunca fue prohibido, y que algunas personas están tomando este discurso como cierto.
«Yo he visto gente que escribe que esto es Rusia defendiendo a Ucrania. Yo quiero que sepa la gente en Nicaragua que esto es una invasión de Rusia a Ucrania, que es un país independiente, por lo tanto nadie tiene derecho de entrar sin permiso», explica.
Según Dvoynos hasta antes de este conflicto, en todos las empresas y demás lugares de Ucrania nunca fue prohibido hablar ruso, sino que cada persona elegía cómo comunicarse. Ella misma habla ruso, pero a raíz de el conflicto, ha optado por dejar de hacerlo.
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