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#MeToo y la prensa, cinco años después de las revelaciones sobre Weinstein

La conversación sigue centrada en las experiencias de las celebridades y las mujeres blancas, según un estudio de 2019 que analiza la cobertura de #MeToo en la prensa británica

Tomada del Movimiento Feminista de Nicaragua. Internet/NI

Los artículos sobre Harvey Weinstein y el movimiento del #MeToo que vino después desencadenaron una avalancha de acusaciones contra figuras poderosas y, en última instancia, reconfiguraron la forma en que los medios de comunicación cubren las historias de poder y abuso sexual.

Según Ronan Farrow, cuyo trabajo periodístico de investigación fue clave en la caída de Weinstein, «la voluntad de informar sobre este tipo de delitos en las salas de redacción es más sólida que hace cinco años».

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«Da la sensación de que estamos en una era realmente prometedora en cuanto a la voluntad de los reporteros y los editores de ir tras vacas sagradas y confrontar a instituciones poderosas», dice a la AFP el escritor de la revista The New Yorker.

Las explosivas revelaciones de Farrow sobre Weinstein le valieron un premio Pulitzer en 2018, que compartió con Jodi Kantor y Megan Twohey, dos reporteras del New York Times que también investigaron el tema. Ambas declinaron ser entrevistadas para este artículo.

Después de las primeras historias de esas dos publicaciones en octubre de 2017, la cobertura mediática de #MeToo y la agresión sexual aumentó un 52% al año siguiente, según la organización feminista Women’s Media Center.

«Este ha sido un año en el que los medios y la propia verdad han estado bajo asedio», dijo la presidente del centro cuando se publicó el estudio. «Al exponer horribles prácticas individuales e institucionales, vemos una oportunidad para una nueva transparencia y cambios permanentes en pos de una mayor igualdad y poder para las mujeres».

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Después del caso Weinstein, las denuncias de actos criminales por parte de figuras de alto perfil como el financiero Jeffrey Epstein y el cantante R. Kelly fueron reexaminadas a la luz de una nueva era, y sus acusadores fueron tomados mucho más en serio.

Para Scott Berkowitz, presidente y fundador de la organización estadounidense contra la violencia sexual RAINN, «una de las grandes consecuencias del #MeToo ha sido mostrarle a la gente que no está sola, que esto es algo que le ocurre a millones de personas».

RAINN gestiona la línea telefónica nacional de agresión sexual de Estados Unidos y, según Berkowitz, en los cinco años desde el #MeToo, las llamadas se han duplicado.

«Creo que ver más conversaciones sobre el tema hace que uno se sienta más seguro de hablar de lo que se ha vivido», afirma.

– «Atención sostenida» –

Desde el inicio de RAINN hace casi 30 años, «ha habido una mejora constante en la forma en que se cubre el tema», dice Berkowitz a la AFP.

«Los medios de comunicación en su conjunto son ahora mucho, mucho más conscientes de que hay un sobreviviente detrás de la historia» y, por lo tanto, cubren esto «con empatía y comprensión», asegura.

Además, explica Farrow, en los últimos años los periodistas han llegado a considerar que la violencia sexual merece ser investigada como, por ejemplo, los delitos corporativos o los relacionados con la seguridad nacional.

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«Creo que parte del problema que surgió en torno a este tema en particular es que hubo una especie de silenciamiento de la violencia sexual, que era visto como un tema menos refinado que otro tipo de reportajes sobre delincuencia», apunta.

Pero aunque la prensa aumentó claramente la visibilidad del #MeToo y amplificó el debate sobre la violencia sexual, sigue habiendo factores limitantes.

Así, la conversación sigue centrada en las experiencias de las celebridades y las mujeres blancas, según un estudio de 2019 que analiza la cobertura de #MeToo en la prensa británica, realizado por Sara De Benedictis, Shani Orgad y Catherine Rottenberg.

Su análisis de los primeros seis meses de cobertura del #MeToo las llevó a concluir que el movimiento había ayudado a reforzar una versión del feminismo que «pone en primer plano a las mujeres blancas, y muy a menudo a las mujeres blancas con una cantidad sustancial de capital económico, social y cultural».

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Aun así, Berkowitz dice que el movimiento presionó a las empresas a tomar un papel más proactivo, «en términos de educar y asegurarse de que responden mejor a las acusaciones de conducta sexual inapropiada» y esa es «una forma tangible» de ayudar a la gente común.

El director de RAINN también sostiene que si bien «las actitudes y la comprensión han mejorado (…), no está claro si eso ya se ha traducido en una reducción real de la violencia sexual».

Por eso, insta a seguir prestando «atención sostenida» a la información sobre abusos: «La cobertura constante de esto tendrá un impacto en la gente y les recordará lo común que es, y lo que pueden hacer para contribuir a detenerlo».

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