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Tirso Moreno, comandante contra: “Las cosas están llegando a un punto muerto, como en la guerra»

El exjefe contra escribió un libro sobre su vida, pero también sobre la historia de la Contra, los rebeldes que lucharon contra los sandinistas en los ochenta.

Tirso Moreno fue conocido en las filas de la Contra como el comandante Rigoberto y dirigió una de las tropas más destacadas, la Jorge Salazar.

Nacido en las montañas de Jinotega, en 1954, Moreno es un campesino que se vio obligado a tomar las armas a inicios de los años porque vio cómo los sandinistas asaltaron el poder en 1979 y quisieron manipular las vidas de los campesinos.

Al final de la guerra, cayó preso en Honduras y luego fue deportado a Estados Unidos, porque no estaba de acuerdo en cómo se estaba dirigiendo a la Contra, pues no se estaba protegiendo la vida de los soldados ni las de sus familias.

Hoy ha vuelto a ser lo que era antes de 1979, un comerciante de ganado. A sus 69 años de edad, escribió un libro en cuyo título refleja su vida: Entre el ganado y las balas. Este libro se puede comprar en e-book en Amazon, o en físico en la librería Hispamer de Managua.

Critico de los jefes de la Contra

En esta entrevista, Moreno explica que los contras tuvieron todo para ganar la guerra, pero hubo muchos que no tenían el compromiso necesario y se dedicaron a disfrutar de la ayuda que les dio Estados Unidos.

También, critica la forma en que los últimos comandantes de la Contra realizaron el desarme, dejando desprotegidos al grueso de combatientes, pero obteniendo ellos grandes beneficios.

Moreno considera que, a pesar de que el nuevo escenario de Nicaragua está casi igual de complicado que en aquella época, no vale la pena una nueva guerra para derramar más sangre de nicaragüenses, pues muchas madres terminarían sin sus hijos y muchos otros terminarían huérfanos.

Para Moreno, quienes están en el gobierno y quienes están en el exilio deben de reflexionar y llegar a un entendimiento. “Las cosas están llegando a un punto muerto, como en la guerra”, afirma.

¿Por qué escribió este libro?

Por lo tortuosa que ha sido mi vida y para dejar un legado a mis hijos, nietos y a las generaciones venideras de nicaragüenses.

Usted afirma que la Contra pudo haber ganado la guerra de los ochenta contra los sandinistas.
Perfectamente, si hemos empujado los 20 mil hombres que andábamos, con igualdad, y si no se hubiera desperdiciado la munición.

¿Qué otras cosas causaron que ese triunfo no se produjera?

La falta de liderazgo del comandante en jefe, el comandante 3-80 (Enrique Bermúdez). No tenía la certeza, la capacidad, de dar las órdenes para que la gente se moviera, porque siempre vivía con el temor de que, si les exigía, si los tiraba al combate, se le podían ir al lado de Edén Pastora a estar viviendo una vida de mentira en el Frente Sur.

¿Cómo fue pelear contra el ejército sandinista? Se hablaba de que era el más fuerte de Centroamérica.
Eran un ejército numérico, armados hasta los dientes. Nos aventajaban en armamento porque nosotros no contábamos con los helicópteros que ellos sí tenían, unos soviéticos, MI-18, MI-17, M-24, M-25, más las BM-14, las BM-21, las katiuskas que les llamaban, y la gran movilización que tenían en camiones. Y el gran número de tropas. Nos superaban en todo, pero no estaban hechos al campo. La Contra estaba compuesta solo por campesinos, hombres rudos, acostumbrados a todo, a estar sin comer, a dormir mojados. Pero, con la moral siempre en alto y convencidos por lo que estábamos luchando. Muchos de los del otro lado no iban convencidos. Es como lo que está pasando entre Ucrania y Rusia. Ucrania está defendiendo su derecho y el otro es un invasor, un impostor.

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¿Cuándo dice que algunos no iban convencidos, obviamente se refiere a los jóvenes de las ciudades que eran reclutados a la fuerza en el Servicio Militar Obligatorio (SMO)?

Sí. No tenían ellos una ideología ni aquel patriotismo que debe de llevar la persona, el buen combatiente. Al buen combatiente no lo hace la vestimenta ni su armamento, lo hace sus acciones y sus decisiones morales.

¿Cómo era pelear contra esos jóvenes del servicio militar?

No era pan comido, tampoco. Si nosotros éramos 200, ellos eran 600 y su armamento era superior. El volumen de fuego que tenían y el reabastecimiento era mayor. Sin embargo, llegábamos a tener combates de hasta ocho días. Después, nosotros nos replegábamos, porque a ellos sí los reabastecían y a nosotros no. Teníamos que caminar grandes distancias para que los aviones nuestros, en vuelos nocturnos, nos tiraran con paracaídas las municiones.

¿Cuál era la razón de ustedes los contras para pelear?

El sistema que los sandinistas instauraron en el país era radical hacia la izquierda.

¿Cómo sentían ustedes que los veía el pueblo de Nicaragua?

En el campo, ciento por ciento apoyo. Tanto en alimento como en información y en resguardo, para tenernos los heridos. Nosotros no teníamos la ventaja que tenía el ejército, los muertos tal vez no les importarían tanto, pero si tenían heridos los sacaban en helicópteros a los hospitales.

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¿Y la gente de la ciudad?

Como nunca combatimos en una guerra urbana, cuando el pueblo supo quiénes éramos, no nos conoció, como lo escribo en el libro, porque desgraciadamente el desarme de la Contra no se realizó en la capital, como debió ser, sino en lo más profundo de la montaña, donde el lodo le llegaba hasta el pecho a la gente, que solo asomaban la cara, por el lado de Río San Juan, en El Almendro.

¿Por qué se escogió un mal lugar para que se realizara el desarme de la Contra?

A los que estaban dirigiendo a la Contra, ya de último, muy poco les había costado la guerra. La mayor parte del tiempo la pasaron en campamentos o viviendo en Miami, Guatemala, en diferentes lados. Desconocían que era estar en el fragor de la guerra, entonces, no pensaban en los contras humildes, ni en los lisiados, en el futuro de ellos, ni en los familiares de los combatientes caídos, sino que solo pensaron en ellos, en que les dieran una camioneta a cada uno, unos centavos y una finca. Al resto de la Contra, como lo describo en el libro, ahí siguen luchando, pero no con armas, sino con el espeque en la mano para sembrar el frijol y el maíz, y el machete para limpiar y labrar la tierra.

¿Quiénes fueron esos líderes que no supieron darle fin a la Contra?

Los nombres están clarísimos. Franklin (Israel Galeano), que era el cabecilla, que lo escogieron a propósito porque carecía de mentalidad y poco le había costado la causa, porque estuvo mucho tiempo en Costa Rica, en un hotel, adonde lo había enviado Edén Pastora. Otros, como Rubén (Óscar Sobalvarro, ex precandidato presidencial), pasó la mayor parte de su tiempo en Honduras. El Chele Douglas, que en paz descanse, el 80 por ciento del tiempo lo pasó en Honduras. Al denominado Rambo, alias Wilmer, también, más otro señor que nada tuvo que ver en la guerra, un famoso Pepe Matus, que nunca disparó, pero ni una triqui traca. Mas otro señor que se denominaba doctor y comandante Henry (Enrique Zelaya Cruz). Esos fueron los que vinieron a entregar a la Contra. También el famoso comandante Invisible, que era invisible porque nunca se dejó ver en Nicaragua. Un último, que en paz descanse, el famoso José Benito Bravo, comandante Mack. Lo primero que pidieron fue una camioneta, una finca y unos centavos más.

¿Cómo fue el financiamiento que Estados Unidos dio a la Contra?

Los primeros financiadores fueron los argentinos. Dieron el mejor entrenamiento, los mejores consejos militares. Eran unos grandes estrategas y también dieron el primer armamento y avituallamiento. Pero, cuando la guerra de las Malvinas, a ellos les tocó retirarse porque los llamaron a defender su tierra.

¿Y los Estados Unidos?

Tomaron las riendas ya con el presidente Ronald Reagan.

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¿Cómo fue ese financiamiento?

Teníamos todo. Buena ropa. Buen avituallamiento. Medicamentos. Buenos hospitales en la frontera (con Honduras). Un buen equipo de médico. Lo malo nuestro era la Fuerza Aérea, pero teníamos pilotos experimentadísimos, que se la jugaron y varios perdieron la vida.

¿Esa ayuda fue bien utilizada?

Sí, porque como dijo (Anastasio) Somoza Debayle antes de retirarse de Nicaragua, estábamos deteniendo el avance del comunismo hacia Centroamérica. El Salvador estaba en alas de cucaracha. Guatemala lo mismo. México con un gobierno izquierdista y con controversias con los Estados Unidos. Los norteamericanos mataban 10 pájaros de un solo tiro.

En su libro, habla de un mal aprovechamiento de esos recursos.

Ah, claro, eso era porque parte de la plata la entregaron a personajes que no tenían nada que ver, sino para que estuvieran en restaurantes en Miami, Los Ángeles, Guatemala, El Salvador, Honduras, hablando a favor de la Contra. Se les daba una ayuda fuerte. La prueba es que se iban anual 11.5 millones de dólares solo en ayuda para esta gente que se dedicaba a estar en los bares y los restaurantes hablando a favor de la Contra y como que ellos eran los dirigentes. No teníamos otro tipo de propaganda más que esa. Y la radio pequeña que tenía poco alcance, la radio 15 de Septiembre. Más bien, los sandinistas nos ponían a la altura, porque no les quedaba cómo esconder aquellos buenos combates que nosotros hacíamos y que entramos a las puertas de Boaco.

En Managua se hablaba de la Contra como los grandes criminales.

Esa era la política de meterles el mono a los demócratas en Estados Unidos, porque la ayuda a la Contra tenía que ser aprobada por el Congreso de los Estados Unidos, por mayoría, y esa propaganda era para impregnar la mente de los demócratas, de que no financiara a criminales. Y del lado nuestro no había quién contrarrestara esa propaganda, como lo narro en el libro.

¿Cómo terminó esa guerra?

Empatada.

¿Cuál fue entonces el logro de la Contra?

Los sandinistas ya no tenían de dónde reclutar más gente. Nosotros tampoco. Estábamos en un punto muerto y ellos ya carecían de todo y se vieron obligados a llegar a acuerdos de paz con los presidentes centroamericanos y dar elecciones libres, supervigiladas, y así se vio quién tenía la razón. Cuando al pueblo se le dio la oportunidad de votar, votaron masivamente por la parte de la Contra, que iba con doña Violeta (Barrios de Chamorro).

Otra vez estamos casi en las mismas y se han escuchado rumores sobre personas armadas. ¿Qué piensa de eso?

No creo que eso tenga fruto hoy. Nicaragua está convencida que las guerras solos nos llevan a un fratricidio y que tiene que haber una parte razonable dentro de los que están gobernando en Nicaragua y dentro de los miles de exiliados que hay, para llegar a un punto de conciliación y ver cómo se logra la paz en Nicaragua. Tiene que haber un sendero por el que podamos transitar pacíficamente de nuevo en Nicaragua.

¿Ve posible un entendimiento entre la oposición y el gobierno?

Sí. Las cosas están llegando a un punto muerto, como en la guerra.

¿Qué ha sido de los contras?

La mayor parte han fallecido, porque no tenían ni un centro de salud donde ir gratuitamente a chequearse. Ni siquiera donde ponerse una inyección. Los más jóvenes están viviendo en la miseria en el campo. Ya no se involucran en nada.

 

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