Los pasillos del Estado Mayor General del Ejército de Nicaragua se han convertido en un escenario de incertidumbre y temor, donde al menos tres generales, de alto rango, han sido víctimas de lo que fuentes militares describen como «venganzas humillantes y mortales» por parte del régimen Ortega-Murillo, según información que ha trascendido en círculos castrenses.
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La situación de estrés extremo que atraviesa la cúpula militar nicaragüense coincide con la consolidación del poder absoluto de Rosario Murillo, quien tras las reformas constitucionales de febrero de 2025 se ha convertido oficialmente en «copresidenta» y, por extensión, en jefa suprema del Ejército junto a Daniel Ortega.
El nuevo orden militar bajo Murillo
Las recientes reformas constitucionales han transformado radicalmente la estructura de poder en Nicaragua. Ortega ha estado trabajando sistemáticamente para subordinar el Ejército a su esposa, convirtiendo a Murillo en la nueva autoridad suprema de las fuerzas armadas.
Esta transición no ha sido pacífica. Según el medio Confidencial, que ha documentado extensamente la estructura militar nicaragüense, el régimen ha implementado lo que denominan «purgas internas» como parte de su estrategia para mantener el control absoluto. La pregunta que ronda constantemente entre los oficiales superiores es: «¿Quién será el próximo?»
El Ejército de Nicaragua: historia y transformación actual
El Ejército de Nicaragua, constituido formalmente hace 45 años, ha experimentado múltiples transformaciones desde su fundación. Tradicionalmente, la institución mantenía cierta autonomía operativa, pero bajo el régimen actual ha sido progresivamente politizada y sometida a un control directo del núcleo familiar Ortega-Murillo.
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La institución castrense cuenta actualmente con 20 generales nombrados directamente por Ortega desde 2007, incluyendo dos mayores generales, según datos de la institución. Sin embargo, este número ha fluctuado debido a los ascensos estratégicos y, presuntamente, a las purgas internas que han afectado a varios oficiales de alto rango.
En septiembre de 2024, Ortega ascendió a seis nuevos generales de brigada, incluyendo al coronel Álvaro Peña como nuevo jefe de la Dirección de Información para la Defensa (DID), un militar con vínculos estrechos con Rusia y proveniente de la contrainteligencia militar, según informó Infodefensa.
Los roces con la «copresidenta»
La imposición de Rosario Murillo como autoridad suprema militar ha generado tensiones evidentes dentro de la institución. Fuentes cercanas al Estado Mayor sugieren que varios generales han expresado reservas privadas sobre el papel creciente de Murillo en asuntos militares, tradicionalmente considerados dominio exclusivo de profesionales castrenses.
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La reforma constitucional de febrero de 2025 estableció que «el Ejército estará subordinado a la autoridad civil ejercida por la Presidencia de la República, que ahora cuenta con dos copresidentes: Ortega y Murillo». Esta medida efectivamente convierte a Murillo en comandante en jefe junto a su esposo, una situación sin precedentes en la historia militar nicaragüense.
Fortalecimiento presupuestario en medio de la crisis
Paradójicamente, mientras se vive esta crisis interna, el Ejército y la Policía nicaragüenses han recibido incrementos presupuestarios significativos. Para 2025, estas instituciones han recibido un aumento conjunto de 22 millones de dólares, siguiendo la tendencia de incrementos anuales que en 2024 alcanzó los 20 millones adicionales, según datos de Infodefensa.
Este fortalecimiento económico contrasta con el clima de purgas internas, sugiriendo una estrategia dual: fortalecer financieramente las instituciones mientras se asegura la lealtad absoluta a través del miedo y la cooptación.
Ascensos estratégicos y control político
Los recientes ascensos militares revelan un patrón claro de control político. A inicios de junio fueron ascendidos al nuevo rango de Coronel General los Mayores Generales Bayardo Ramón Rodríguez Ruíz, Jefe del Estado Mayor General, y Marvin Elías Corrales Rodríguez, Inspector General, según publicó el Diario Oficial La Gaceta.
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Estos ascensos, lejos de ser reconocimientos meritocráticos, parecen formar parte de una estrategia para asegurar la lealtad de la cúpula militar en momentos de transición política hacia el modelo de «copresidencia».
El miedo como instrumento de poder
Como señaló Confidencial en un análisis reciente sobre las purgas en Nicaragua, «el miedo es real, y cada vez que ocurre represión o purgas internas en Nicaragua, la gente se pregunta ‘¡hasta cuándo van a parar!'» Esta realidad se ha extendido ahora hasta los más altos escalones del poder militar.
La situación actual en el Estado Mayor General refleja la transformación más amplia del Estado nicaragüense, donde el régimen Ortega-Murillo ha eliminado el equilibrio de poderes y establecido un control absoluto sobre todas las instituciones, incluyendo las fuerzas armadas.
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