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El caudillismo y su historia sin fin en Nicaragua

El escritor e intelectual Emilio Álvarez Montalván en su libro Cultura Política Nicaragüense define el caudillismo como una expresión de un contravalor llamado personalismo, o lo que se conoce como culto a una sola persona.

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En los casi 200 años de independencia, Nicaragua ha pasado de desgracia tras desgracia. Dictaduras, guerras, periodos cortos de democracia pero con gobernantes sumidos en la corrupción, y demás situaciones en las que siempre figuran personajes que son alabados por unos y odiados por otros. Esos personajes son los caudillos.

El escritor e intelectual Emilio Álvarez Montalván (Q.E.P.D) en su libro Cultura Política Nicaragüense define el caudillismo como una expresión de un contravalor llamado personalismo, o lo que se conoce como culto a una sola persona. «En esa situación el líder termina adueñándose de su partido, a quien usa de mera caja de resonancia de sus intereses» detalla el escritor.

El personalismo está muy marcado en la política actual de nuestro país, no solamente en la acera oficial en donde se encuentra el caudillo sandinista Daniel Ortega, si no también en los grupos de oposición donde las caras continúan siendo las mismas de hace años y a sus movimientos políticos solo les cambian el nombre, ya sea para disimular o por cumplir con requisitos de Ley.

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A criterio de Álvarez Montalván, el caudillismo funciona bajo la lógica de «quien manda, manda y no se equivoca; y si se equivoca, vuelve a mandar» y siempre obedeciendo el capricho de autoridad de esa misma persona.

Como consecuencia del caudillismo y el personalismo se crean las divisiones de grupos políticos al rededor de una persona y «así se identifican los seguidores como sacasistas, somocistas, sandinistas, arnoldistas, chamorristas, orteguistas, etc., que no son más que ejemplos del fuerte arraigo del caciquismo que aún prevalece en la clase política nicaragüense», describe el intelectual en su libro.

Los compadrazgos

Otra de las consecuencias del personalismo además de formar caudillos es el autoritarismo, el centralismo y la creación de dictaduras, aunque también se le derivan el amiguismo y el compadrazgo, que no es más que el otorgamiento de puestos, distinciones o favores especiales a cambio del reconocimiento político. Casos así hay muchos en Nicaragua, como el del fallecido Edén Pastora.

El Comandante Cero combatió en las filas del FSLN en los años 70s, cuando ese partido era un guerrilla pero cuando estaban en el poder en la década de los 80s, Pastora se desafilió del partido y luchó a muerte contra los sandinistas y a pesar de que siempre lo negó, muchos creyeron que él fue parte de la contra revolución.

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Años más tarde, Pastora continuaba enemistado con el FSLN e incluso fue candidato presidencial del Partido Alternativa por el Cambio pero perdió contra el caudillo sandinista Daniel Ortega en las urnas. Para aquellos años, Pastora hacía una lluvia de acusaciones contra Ortega, a quien hasta lo señaló de ser agente de la CIA.

Una vez en desgracia, declarado en la quiebra económica y dispuesto a venderle su alma al diablo tal y como él mismo publicó en la sección de clasificados del desaparecido El Nuevo Diario, Pastora se reconcilió con sus ex compañeros sandinistas y volvió a las filas del partido rojinegro. Daniel Ortega le extendió la mano para darle un cargo público como encargado del dragado del Río San Juan y a cambio se convirtió en uno de sus defensores hasta el día de su muerte el 16 de junio de 2020.

El fallecido comandante Edén Pastora en su oficina en Managua. Archivo NI

El problema no son los caudillos

Los primeros caudillos que existieron en Nicaragua fueron el liberal Máximo Jerez y el conservador Fruto Chamorro seguidos por el liberal José Santos Zelaya, el conservador Emiliano Chamorro, los liberales Anastasio Somoza García y sus hijos Luis y Anastasio Somoza Debayle que continuaron con la dinastía familiar, hasta llegar a figuras que hoy persisten como el sandinista Daniel Ortega y el liberal Arnoldo Alemán.

«Resulta entonces que la figura del dictador surge, no por generación espontánea o por genio de una personalidad extraordinaria o por haber sido impuesta por un poder extranjero, sino que somos nosotros los nicaragüenses ,quienes apoyándonos en el juego de valores de nuestra cultura política, impregnada de autoritarismo, centralismo, cortoplacismo, oportunismo, quienes hacemos viable y simpático la figura del nuevo dictador o gobernante autoritario, sea de izquierda o de derecha, eclesista, feudaloide o populista» dice Álvarez Montalván en su obra.

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Partiendo de la teoría del escritor, son los mismos nicaragüenses quienes crean a los caudillos porque nos mantenemos en la constante búsqueda de un «líder» que resuelva todos nuestros problemas, ya sean estos de carácter económico o social. Y esta necesidad es aprovechada por los personajes aspirantes a caudillo, formando así la nueva imagen a seguir bajo la creencia de que no hay otra figura mejor que la de quien asumió llevar la carga de nuestros dilemas.

El periodista y escritor Fabián Medina, en el prólogo de su libro El Preso 198 advierte que «el problema no es Daniel Ortega, el problema somos nosotros. Si no hubiese existido Daniel Ortega estaría otro. Y eso no va a cambiar mientas nosotros no dejemos de crear los Somoza, los José Santos Zelaya, los Emiliano Chamorro o los Daniel Ortega”, es decir, mientas no dejemos de crear a los caudillos.

Requisitos para ser caudillo

En Nicaragua se acercan los comicios presidenciales del 2021 y a pesar de que aún no se conocen quiénes serán los aspirantes a la silla presidencial, ya suenan algunos nombres a lo interno de la oposición para enfrentar al de siempre, al caudillo Daniel Ortega.

Álvarez Montalván señala que todo el que aspire a ser caudillo en Nicaragua debe reunir ciertas cualidades como carisma personal con un discurso lleno de «afirmaciones y promesas, contundente, y gestos espectaculares, con poder de realmente fácil comunicación, que despierta admiración y obediencia, hasta llegar a la incondicionalidad».

El siguiente requisito es haber desafiado a la muerte «con hechos heroicos y audaces», además de ser generoso con sus seguidores y ser perseverante en la lucha contra el poder. Esa imagen de perseverante debe cuidarse pues se puede perder con actitudes contrarias a su discurso, detalla el intelectual en su libro.

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Por otro lado, los aspirantes a caudillo también deben olvidarse de todo lo demás que hacen y dedicarse únicamente a la política. También deber ser paternalistas lo cual demanda ofrecer dinero propio o de las arcas del Estado para cuidar a sus fieles seguidores, así como mantener accesibilidad y comunicación con los más pobres, sin mencionar que debe guardar buena memoria para reconocerlos cuando se encuentre con ellos.

El caudillo también debe tomar decisiones rápida y heróicas, al calor del momento, «que incluso pudieran poner en peligro su vida, su prestigio, su fortuna». Quienes son cuidadosos, calculadores y cautelosos no son buenos aspirantes para ser caudillos en Nicaragua.

Autor
Nicaragua Investiga
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