En una tarima solo con sus más allegados, pocos invitados y un mínimo de público, Daniel Ortega y su familia celebraron el 43 aniversario de la Revolución Popular Sandinista. En el acto, el dictador descartó un posible diálogo con Estados Unidos.
Previo a la actividad, los partidarios y trabajadores estatales, como siempre, debieron esperar horas para que el dictador y su compañera hicieran acto de presencia. El evento central inició a las 7:08 minutos de la noche, pese a que Telcor había solicitado a los medios de comunicación a enlazarse a las 4:00 PM.
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Luego de mucha música revolucionaria en las que sonaron las canciones de Carlos Mejía Godoy acompañadas de bailes folcklóricos, seguido del Himno Nacional, Rosario Murillo tomó la palabra y como siempre en sus discursos y alocuciones inició las críticas hacia Estados Unidos llamándolos «yankees imperialistas». De la boca de Murillo tampoco se escaparon los opositores al régimen, a quienes llamó «serviles y lacayos».
Dictadura con pocos invitados en su acto revolucionario
Proseguido de su discurso, Murillo llamó uno a uno a los pocos representantes que les acompañaron en el 43 aniversario de la Revolución Popular Sandinista. Así sonaron los nombres de el primer ministro de San Vicente y las Granadinas, Ralph Gonsalves y su esposa; Manuel Marrero, representante de Cuba; Carlos Fariñas, canciller de Venezuela, entre otros representantes mencionados.
De los supuestos aliados del régimen solo había pocas figuras de Venezuela y Cuba, así como representantes de Rusia, el embajador de la República Popular de China y algunas delegaciones de naciones latinoamericanas; de Abjasia, Libia y otras de las que la coordinadora del consejo de comunicación y ciudadanía no especificó nombres.
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Como siempre en todo sus actos, una batería de ministros, representantes de la Policía, incluido su consuegro Francisco Díaz; el General del Ejército Julio César Avilés y los representantes de los poderes del estado: Gustavo Porras de la Asamblea Nacional, Alba Luz Ramos de la Corte Suprema de Justicia, Brenda Rocha del Consejo Supremo Electoral y la Fiscal General de la Rública Ana Julia Guido, a quien Murillo mencionó como «guerrillera heróica y siempre militante».
En la presentación de Murillo hasta los propagandistas del régimen tuvieron su parte, a quienes llamó de «comunicadores patrióticos de la revolución. Comunicadores de la verdad verdadera», según ella, muy laboriosos.
Condecoración al primer ministro de San Vicente y las Granadinas
El acto de 43 aniversario fue «dedicado a Ralph Gonsalves», así lo dijo Ortega, quien dirigió todo su discurso hacia el primer ministro de San Vicente y las Granadinas, olvidando a sus demás invitados que hasta se dormían mientras el dictador se emocionaba contando la retórica historia de Nicaragua y las intervenciones «imperialistas».
Gonsalves dijo que aceptaba con humildad la condecoración de la Orden Augusto C. Sandino entregada por el dictador. Como apoyo al régimen comentó que «ningún arma apuntando al pueblo de Nicaragua Prosperará».
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Ralph, quien tomó por considerable tiempo la palabra, expresó que no se explicaba el porqué un país tan grande y poderoso como Estados Unidos agrede a un país tan pequeño como Nicaragua.
«Un país de 350 millones de personas, que tiene la economía más grande, el ejército más grande del mundo. Nicaragua tiene 6.2 millones de personas, un país de Centroamérica que únicamente aspira a desarrollar a su pueblo. Por qué en el nombre de Dios un país tan grande, de tantos recursos y gran ejército; porqué agredir a un país como Nicaragua», dijo el primer ministro de San Vicente y las Granadinas.
«Hago un llamado a Estados Unidos de América a acercarse en amistad con el pueblo y gobierno de Nicaragua», agregó Ralph.
Ortega descarta diálogo con Estados Unidos
En tanto Ortega, en su retórica clase de historia, dijo que las potencias «hacían guerras entre ellas para apoderarse del mundo» con la bendición de la iglesia católica de la época. Pero además agregó que en «los yankees imperialistas no se puede confiar».
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El momento más relevante fue prácticamente al final, cuando el dictador descartó el diálogo con Estado Unidos diciendo que «el diálogo es para ponerse la soga al cuello a uno mismo», que «no hay diálogo, es imposible».
A Ortega se le olvidó la verdadera esencia del acto en el que participaba, de sus compañeros guerrilleros ni se acordó. Varios de ellos yacen en las cárceles torturados y en condiciones precarias acusados de delitos imputados por la misma dictadura que el dirige.
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