“Ese día se desgraciaron en mi vida”, cuenta “Martín”, una de las víctimas del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo en el informe contra la tortura actualizado recientemente por el Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca +. Es el noveno que realizan desde su fundación en Costa Rica en 2019.
Este hombre vivió un año y 90 días de horror en 2018 cuando fue capturado por la Policía y recluido en la Dirección de Auxilio Judicial, conocida ahora como “el antiguo Chipote”.
Ahí pasó varios días bajo interrogatorios abusivos, hasta que una tarde la crueldad escaló a lo peor. Lo golpearon salvajemente acusándolo de participar en un golpe de Estado. Dice no recordar si la golpiza duró 25 minutos o más. En algún momento perdió el conocimiento y despertó en el Hospital Militar.
“Cuando ya desperté la muchacha que estaba ahí (enfermera) me dijo que tenía 28 días en coma”, relató.
Los daños son irreversibles y vivirá con las secuelas por el resto de su vida. Le atrofiaron la próstata, por lo que necesita usar una sonda y hacerse lavados prostáticos cada ocho días, le laceraron la uretra, le dañaron el músculo del glúteo izquierdo porque le metieron una varilla afilada en esa parte del cuerpo, y no puede ver bien con su ojo izquierdo.
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A “Juan”, otra de las víctimas, también le tocó un “interrogatorio” tortuoso.
“Me arrancaron los dientes inferiores con alicates, me amarraron como cerdo, me pusieron un puro de esos que fuman los cubanos, encendido, entre los testículos y el recto, fue espantoso”, recuerda.
Antes lo habían golpeado con tubos y lo habían llenado de excrementos. La tortura con el puro encendido provocó tal dolor que asegura que debido a la fuerza que hacía para soportarlo, desarrolló una hernia umbilical que aún no ha podido operarse.
Un reporte de la agencia de noticias AFP documenta el testimonio de Lenin Rojas que mostró ante las cámaras su mano derecha. Le faltaban tres uñas. Dice que fueron arrancadas con tenazas por policías, también en el antiguo Chipote.
Un oficial le puso la mano sobre una mesa y la aseguró con su rodilla, mientras otro le extrajo las uñas.
“Me volvieron a golpear de una manera que me dejaron casi inconsciente, me volvieron a levantar, me volvieron a poner en la misma posición y me sacaron las otras dos uñas”, explicó.
De los 229 testimonios de torturas recogidos en el informe se documentan al menos 40 diferentes métodos de tortura, entre los que se contabilizan, 18 quemaduras por cigarrillo, 15 choques eléctricos, 17 torturas por suspensión o colgamiento, 7 desprendimientos de uñas, 9 simulaciones de asesinatos y 84 casos amenazas de muerte contra las víctimas o sus familiares.
La peor forma de tortura: la violencia sexual
El calvario de “Martín” no terminó ahí. Cuando le dieron de alta del Hospital Militar creyó que regresaría a su casa, con su madre, a quien no le habían permitido verlo mientras estuvo grave. Pero en cambio, lo regresaron al Chipote, donde meses después lo sometieron varias veces a violaciones sexuales.
“Yo decía que no sigo siendo el mismo y me ha costado vivir pensando en eso. Yo vivo el día a día, con odio, odio mucho, mi mente solo piensa en venganza”, dice entre sollozos.
Asegura que quien abusó de él fue un cubano, lo recuerda por su acento. Es la misma afirmación que hace “Sonia”, una joven mujer que también fue abusada mientras estuvo bajo arresto en las celdas del antiguo Chipote.
Relata que fueron cuatro personas vestidas de policías y con pasamontañas los que la agredieron, pero solo uno habló con el inconfundible acento.
“Me obligaron a desnudarme, me metieron los dedos en la vagina. Entró alguien y dijo: “¡déjenla!” entonces el cubano le dijo: “Mirá cara de pinga cállate, ¿sabes que en mi país si vos hablás sin permiso ya te hubieran metido a un cuarto donde solo alcanzas parado, tres meses sin ver la luz del sol?”.
“Sonia” vive con esos terribles recuerdos aun en su exilio en Costa Rica.
“Karen” fue “castigada” con una violación en la cárcel por “traidora”. Antes, era una conocida militante sandinista, pero tras los primeros asesinatos del régimen, se retiró y participó en protestas antigubernamentales.
“Me llegaron a sacar de la celda, según ellos me llevaban a un cuarto de reconocimiento. Y estando ahí la orden era que me quitara la ropa, me pusieron unas bridas, las manos hacia atrás, solo sentí un golpe en la boca del estómago y me tumbaron sobre una mesa y esta persona abusó de mi en frente de dos oficiales mujeres”, relata la víctima.
El abuso sexual es una de las más crueles formas de tortura, dice Ruth Quirós, psicóloga del Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca +, y quien ha atendido a varias de las víctimas del régimen sandinista.
“Las personas quedan cargadas de muchísima tristeza, de muchísimo sufrimiento, la víctima carga con la culpa y la vergüenza de lo que ha ocurrido”, explica la especialista.
Quirós dice que además de las secuelas psicológicas, como los abusos sexuales se ejecutan con crueldad extrema y se usan objetos cortopunzantes, armas y tubos para agredir los cuerpos de las víctimas, las secuelas físicas también son “preocupantes”.
El noveno informe contra la tortura documenta 7 violaciones, 113 casos de violencia sexual como tocamientos indebidos y tomas de fotografías a las víctimas desnudas con amenazas de publicación, así como 131 casos de desnudez forzada.
Los perpetradores
Este informe documenta con nombres, apellidos, cargos y hechos detallados en los que se les relaciona a 179 perpetradores. Es la reconstrucción más completa que se tiene hasta ahora de los autores.
La cadena va desde lo más alto de la jerarquía policial como el mismo director de la Policía Francisco Díaz, a quien no solo se le registra como alguien que daba órdenes.
“Un par de personas lo han identificado directamente en intentos de presiones o coacciones para colaborar con la Policía Nacional y amenazas a familiares”, relata Salvador Marenco del Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca +.
Nueve comisionados generales siguen en la cadena de mando, se trata de Fidel Domínguez, Luis Barrantes, Pedro Argueta, Luis Alberto Pérez Olivas, Marvin Castro, Adolfo Marenco, Juan Valle Valle, Vladimir Cerda Moraga y Ramón Avellán.
Avellán y Domínguez son los más denunciados por las victimas con doce y seis denuncias respectivamente.}
Le siguen alcaldes, diputados, funcionarios de diversas instituciones del Estado y los temibles paramilitares, causantes de la mayor cantidad de muertes entre 2018 y 2019 y ahora institucionalizados por el régimen a través de una controversial reforma constitucional.
“Frente a todo esto que hemos documentado, obviamente los principales responsables son Daniel Ortega y Rosario Murillo, ellos son los autores intelectuales, son los que dieron las órdenes y son los principales responsables, de ahí se derivan otros actores, que son los autores materiales”, explica Juan Carlos Arce, también parte del Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca +
La “evolución de la tortura”
El noveno informe contra la tortura permite identificar cómo en los últimos años el patrón de la tortura se ha ido modificando.
El régimen se ha enfocado en arrestos arbitrarios, negación de la legitima defensa o de la atención médica, condiciones carcelarias inhumanas, tratos crueles y degradantes, así como restricción de las necesidades esenciales como al agua y a la alimentación.
Muchos de los excarcelados por razones políticas mostraron a su salida una significativa pérdida de peso.
“Si vos no le das a una persona una alimentación adecuada, y no me estoy refiriendo a darle carne todos los días, cuando vos no le das la alimentación adecuada, no le das agua te comienzan a fallar muchos de tus órganos, entonces perdés peso, empiezas a tener serios problemas como por ejemplo renales, problemas que tienen que ver con toda la parte del sistema digestivo”, indica Wendy Quintero.
Salvador Marenco explica que muchas de las víctimas resultan con condiciones post carcelarias críticas.
“Salen con enfermedades significativas como diabetes, hipertensión, estrés postraumático, problemas de sueño. Las afectaciones no solo son físicas, también son mentales. Hay incluso personas que les cuesta integrarse a la vida laboral”, comenta.
Uno de los casos más extremos de los daños post tortura es el del empresario Michael Healy, muerto el 25 de enero de 2024, menos de un año después de su excarcelación y destierro.
Otros, ni siquiera salieron con vida de prisión, como Eddy Montes, asesinado en el Sistema Penitenciario Jorge Navarro el 16 de mayo de 2019 o el exguerrillero Hugo Torres, fallecido en las celdas de la Dirección de Auxilio Judicial por privación de atención médica el 12 de febrero de 2022.
Las secuelas psicológicas
Para “Martín” vivir con los recuerdos de aquel año y 90 días en las cárceles del régimen es una lucha mental que unos días gana y otros pierde.
“Yo decía que no sigo siendo el mismo y me ha costado vivir pensando en eso. Yo vivo el día a día, con odio, yo odio mucho, yo… mi mente solo piensa en venganza”, confiesa.
Lo mismo le pasa a “Karen”, que no puede creer cuál es el verdadero rostro del partido al que una vez le dio su empeño y su juventud.
“Solo Dios me ha ayudado. Desde ese día hasta ese momento, yo no he podido tener mis horas de dormir tranquila, siempre me levanto asustada, me levanto creyendo que todavía estoy encerrada en ese lugar”, asegura entre lágrimas.
Salvador Marenco dice que han documentado casos de suicidio de víctimas de tortura que no lograron vivir con las secuelas psicológicas de todo lo sufrido.
“Es que la cárcel te logra quitar todo, la cárcel te logra quitar tu dignidad, pretende quitarte todos tus derechos y deshumanizarte a tal punto de violarte incluso los derechos más sagrados y tu estabilidad emocional y psicológica”, nos dice.
Para Juan Carlos Arce los esfuerzos del Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca + no solo están enfocados en identificar a los responsables de estos actos de tortura, ponerles nombre, exponerlos ante el mundo y demandar justicia, sino que también busca que en el futuro el Estado pueda “reparar a la persona y el daño que sufrió”, pero además, esperan que “la comunidad internacional, que tiene una responsabilidad frente a los crímenes de lesa humanidad, actúe”.