El 23 de diciembre de 2011, la vida del ex reo político Pedro José Gutiérrez González, un ingeniero industrial de 32 años en ese entonces, cambió por completo. Hoy, a sus 43 años, recuerda aquel día en la ciudad de León con la firmeza de alguien que ha enfrentado el dolor y ha sabido seguir adelante.
Eran las seis de la tarde y se preparaba para regresar a Managua, para luego viajar a Jinotega para visitar a su hermana, quien se encontraba en la etapa terminal del cáncer. Pero el apuro lo llevó a un descuido fatal.
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Mientras se desplazaba por una estructura metálica, no se percató de una línea de alta tensión que cruzaba cerca del techo. De pronto, la corriente lo absorbió. “Fueron 13 mil voltios los que atravesaron mi cuerpo. Gracias a Dios nunca perdí la conciencia”, asegura a Nicaragua Investiga al contar su historia por primera vez.
Las personas que se encontraban cerca lo bajaron como pudieron y lo trasladaron al Hospital Óscar Danilo Rosales, en León. Los médicos le dijeron que había sufrido lesiones graves y tenía que amputar su pierna derecha. Además de ese daño, perdió parte del pie izquierdo y el dedo gordo, sufrió graves lesiones en la espalda, donde la descarga eléctrica había entrado y luego salió por los pies.
El dolor de aceptar la amputación
Los médicos le explicaron que la pierna no podía salvarse y que había riesgo de gangrena. Consciente de la gravedad, aceptó la amputación, pero con una condición que dejó a los médicos sorprendidos. “Yo lo hacía con mucho gusto, siempre y cuando me regresaran todo lo que me quitaran porque yo lo iba a mandar a enterrar en mi casa”, recuerda.
Los médicos dudaron, pero después aceptaron. Firmó la documentación que le presentaron los doctores y un familiar cumplió su petición de enterrar lo amputado en el patio trasero de su casa. “Derramé lágrimas porque se iba una parte de mi cuerpo, pero aún quedaba mi mente, mi alma y mi corazón para seguir adelante”, añade.
Pasó tres meses hospitalizado. Los médicos realizaron una reconstrucción utilizando parte de la pierna amputada para injertarla en la espalda y sellar daños en el pie izquierdo. La recuperación fue dolorosa. Quitar las vendas donde se había realizado el injerto era una experiencia insoportable.
El muñón de la pierna debía sanar poco a poco, lo cual implicaba un dolor constante. A pesar del sufrimiento físico y emocional, nunca perdió la fe. “Siempre el Señor me ha dado la fortaleza y la sabiduría para ver las cosas con positivismo”, dice. Este nicaragüense se considera honesto y trabajador: es ingeniero industrial de profesión y se dedica a la compra y venta de vehículos usados.
Su caso no es solo una historia de supervivencia, sino también de resiliencia. Aquel día, cuando 13 mil voltios pasaron por su cuerpo, bien pudo ser el final. Afirma que, aunque la vida pueda cambiar en un segundo, siempre es posible levantarse y encontrar fuerzas para seguir adelante.
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La lucha que lo llevó a prisión en 2018
En el 2018, decidió involucrarse en las protestas del mes de abril. A pesar de sus condiciones físicas, producto del accidente años atrás, fue impulsado por las injusticias. “Independientemente de mis limitaciones, asistía a las marchas y a las reuniones. Estaba ahí porque sentía que mi pueblo lo necesitaba”.
La madrugada del 4 de julio de 2018, se encontraba en un taller de mecánica industrial en Vía Reconciliación, Managua, cuando la policía, junto a paramilitares y antimotines, irrumpió violentamente.
“Llegaron como si yo fuera un narcotraficante pesado o un terrorista. Eran más de 10 o 12 patrullas”, relata y cuenta que lo acusaron en ese momento de esconder armas.
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Mientras iba en la patrulla, recibió golpes y luego fue encerrado en cuartos oscuros y hasta recibió bofetadas en los interrogatorios violentos. “Solo me preguntaban dónde estaban las armas. Me golpearon como si fuera un delincuente”, lamenta.
Pedro pasó seis meses encarcelado. El 30 de diciembre de 2019, fue puesto en libertad gracias a las negociaciones políticas que permitieron liberar a varios opositores. “Estuve ahí por las madres, los ancianos y los que no tienen voz. Me golpearon, pero no pudieron quebrar mi espíritu”, sostiene.
En febrero de 2023 fue detenido nuevamente por exigir la liberación del obispo Rolando Álvarez. En septiembre de 2024, fue desterrado y enviado a Guatemala junto a 134 presos políticos más.