Atentado contra la Sangre de Cristo, tres años de impunidad

Este lunes 31 de julio se cumplen tres años del atentado contra la venerada imagen de la Sangre de Cristo en la Catedral de Managua, un delito que ha quedado en la impunidad y que golpeó fuertemente a la feligresía católica, según explican a Nicaragua Investiga dos conocedores de temas religiosos.

El hecho ocurrió en 2020, cuando el país estaba sumido en el temor de la pandemia de coronavirus, y según relataron algunos de los testigos, un hombre habría ingresado al Catedral de Managua y lanzó un objeto hacia la urna de cristal que pronto tomó fuego, hasta dejar calcinada la tres veces centenaria imagen de madera.

De inmediato circuló la versión oficial de parte de la vocera gubernamental Rosario Murillo, quien manifestó que se trató de un accidente. Después la Policía al servicio del régimen sandinista, alegó que el incidente ocurrió producto de la combustión entre un recipiente con alcohol y una vela, pese a que en el sitio estaba prohibido usarlas, según explicaron en reiteradas ocasiones los jerarcas religiosos.

Un cardenal molesto que contradijo al régimen

Los hechos despertaron la molestia de la comunidad católica de Nicaragua y especialmente la del cardenal Leopoldo Brenes, quien le tenía mucho cariño a la venerada imagen de la Sangre de Cristo, de la que ahora solo se tiene parte de su busto calcinado, pues no lograron recuperarla completamente y mucho menos restaurarla.

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“Yo considero este acto, un acto terrorista, así lo quiero decir claramente, es un acto terrorista, un acto de amedrentar a la iglesia en su misión evangelizadora y quiero decir claramente, esto fue un acto planificado”, contradijo enfáticamente en agosto de 2020, el cardenal Leopoldo Brenes.

Para la abogada e investigadora Martha Patricia Molina, lo ocurrido en la capilla de la Sangre de Cristo, a lo interno de la Catedral de Managua, “fue un atentado terrorista” contra una imagen de 382 años de antigüedad.

“La dictadura Ortega-Murillo envió a uno de sus delincuentes a lanzar un explosivo en contra de la imagen. Fue un milagro de la imagen de la Sangre de Cristo que protegió a sus devotos y ninguno de ellos se encontraba en ese momento a sus pies agradeciendo o pidiendo un favor porque hubieran muerto. Es un delito que ha quedado en la impunidad y para los católicos ha significado un dolor inexplicable verla calcinada”, expresó Molina en una conversación con este medio de comunicación.

Fuerte golpe a la fe católica

Para el periodista Israel González Espinoza, quien ha seguido muy de cerca la situación de la Iglesia católica en Nicaragua, el atentado contra la Sangre de Cristo “fue un golpe al centro de esa fe sencilla del pueblo nicaragüenses” y que claramente “tuvo un fuerte cariz político”, pues todo quedó evidenciado por la misma forma en que el régimen manejó los hechos»

“En esa capilla no existía ningún tipo de veladora ni de instrumento inflamable. Fue un acto provocado”, alega González, quien coincide con la versión que habría brindado en su momento el cardenal Brenes, de que “una persona planificó este golpe contra la fe católica del pueblo de Nicaragua”.

“El atentado de la Sangre de Cristo supuso un golpe muy fuerte, un golpe moral y un golpe espiritual para la feligresía católica, sobre todo la de Managua. Esta imagen estaba consagrada y tiene más de 350 años de estar en Nicaragua, es una representación de Cristo muy querida, también incluso por el arzobispo de Managua y supuso un golpe para la religiosidad popular del pueblo católico de Nicaragua”, explica el periodista.

La actual postura del cardenal

Tres años después de los hechos que golpearon la fe católica en Nicaragua, el cardenal Leopoldo Brenes ha sido más mesurado en sus palabras, esto en medio de un contexto de grave persecución a la Iglesia católica, en el que obispos y sacerdotes están encarcelados o en el exilio, mientras otros se cuidan de las constantes amenazas de parte de los operadores del régimen Ortega-Murillo.

“Clausuramos este mes dedicado a la Sangre de Cristo y también con dolor, pero al mismo tiempo con acción de gracia recordamos el incidente en el cual nuestra venerada y consagrada imagen experimentó las consecuencias de ese incendio”, manifestó mesuradamente el cardenal Brenes durante la homilía de este domingo 30 de julio.

El rostro de la Imagen de la Sangre de Cristo se encuentra en un atrio de cristal.

Al máximo jerarca de la Iglesia católica de Nicaragua se le ha visto con una postura muy diferente en cuanto a los temas políticos, evita referirse a ellos y en cuanto a los constantes ataques y persecución al clero religioso, calla. En otros momentos hasta ha desmentido información de medios de comunicación sobre la congelación de las cuentas bancarias de varias de las Diócesis del país.

“Deseo pensar que por las múltiples actividades pastorales propias de un cardenal no le da tiempo de informarse acerca de la realidad que vive el país y posiblemente sus asesores tampoco les da tiempo de bien informarlo y por eso últimamente el cardenal ha realizado declaraciones contrarias a la realidad”, expone Martha Patricia Molina, autora del informe “Nicaragua: una iglesia perseguida”, en el que detalla más de 500 ataques contra la Iglesia católica en los últimos años.

Cardenal Brenes “tiene miedo”

Para el periodista Israel González, el cambio en la postura del también arzobispo de Managua obedece al miedo en el que no solo está sumido el país, sino principalmente la misma Iglesia católica y Leopoldo Brenes a la cabeza de esta.

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“Yo creo que es un cambio que se manifiesta a partir de la persecución religiosa que cada vez es mucho más virulenta en contra de la Iglesia católica, es normal para cualquier ser humano y en este caso del arzobispo de Managua, tener miedo cuando ves que es perseguido tu clero, que es perseguido obispos, sacerdotes. Cuando se desarrolló el atentado en contra de la imagen de la Sangre de Cristo no teníamos el grado de represión en contra de la Iglesia católica como lo tenemos hoy”, alega González Espinoza.

El periodista añade que el que haya un obispo y sacerdotes encarcelados, así como templos asediados y operadores del régimen grabando las homilías de los párrocos, obedece a una serie de acciones que “limitan muchísimo la libertad religiosa y es normal para cualquier ser humano padecer miedo sobre todo con un autoritarismo tan creciente y tan abrupto como el nicaragüense”.

Sin embargo, reconoce que debería de haber un mensaje mucho más claro para mantener unida a la comunidad católica y a la misma Iglesia.

“Un mensaje que aliente a la esperanza a la gente, porque mucha gente considera que como la Iglesia ya no se está manifestando abiertamente, hay una sensación como de vacío por parte de la feligresía y yo creo que eso es muy peligroso, que la gente se sienta sola, abandonada, que no lo está porque están los obispos, pero los obispos están callados”, expone Israel González y apunta que “no es lo mismo hacer y ser Iglesia en un país democrático a uno en medio de la persecución religiosa y política que se vive en Nicaragua”.